Usualmente, cuando escuchamos la palabra Maestro, pensamos en una persona que se la pasa jugando en un salón de clases y cuyo trabajo es sencillo y bien remunerado. Tal vez por estas concepciones, las licenciaturas en Educación Básica no se reconocen como carreras universitarias reales, por lo que las Escuelas Normales, formadoras de docentes, son tratadas como instituciones separadas de las grandes universidades del país.
Pese a ello, las Normales de toda la República Mexicana han luchado por sobrevivir, demandando recibir similares beneficios que el resto de las instituciones educativas de nivel superior; recordando que, gracias a ellas, los maestros construimos nuestra formación inicial.
En este punto, resulta importante señalar que la Educación Normal se centra en el aprendizaje de las formas, para trabajar los diferentes contenidos con los estudiantes. Por ello, las clases en las Normales están relacionadas con la historia de la educación, teorías de desarrollo infantil, análisis de los enfoques y características de las diferentes asignaturas, así como con otras temáticas relacionadas con la educación. Todo ello basado en el plan de estudios vigente en ese momento.
Existe la creencia de que la formación inicial de un docente consiste en construir los conocimientos del área en la que desea desempeñar su función. Esta concepción ha provocado que personas, expertas en diversos campos del saber, se frustren al trabajar con un grupo de estudiantes, pues dominan el tema a desarrollar, pero desconocen las características de los niños o adolescentes con quienes trabajan, así como la didáctica necesaria para compartir sus saberes con ellos.
Si realmente colocamos a los estudiantes en el centro de los procesos de enseñanza y de aprendizaje, tal como lo marca desde hace años el plan de estudios de Educación Básica de nuestro país, también deberemos reconocer que los maestros necesitamos recibir una formación inicial de excelencia, en concordancia con las características de la educación en este momento en nuestro país. Así, los maestros en formación podrán reflexionar sobre el currículum escolar vigente y el impacto de los contextos sociales, culturales, y económicos de los estudiantes, en la construcción de sus aprendizajes.
El magisterio ha sufrido diversas críticas desde sexenios anteriores, donde se ha menospreciado la labor docente. Pese a los esfuerzos por revalorizar esta labor, sorprende que actualmente la oferta educativa pública sea tan escasa.
Si un maestro desea continuar su formación, para especializarse en algún tema relacionado con su labor diaria, se encontrará con una pequeña lista de oportunidades, principalmente en el sector privado, con planes de estudio que no siempre satisfacen los intereses de un aprendizaje superior.
El camino para la consolidación de una formación docente amplia y con reconocimiento social todavía es muy largo; sin embargo, las nuevas generaciones de maestros interesados en el análisis continuo de su propia práctica y la transformación de la misma en beneficio de los estudiantes, son un punto de partida para lograr este cambio.