La pandemia del Sars-Cov-2 nos cayó como un meteorito poco letal pero lo suficientemente inesperado como para perturbar nuestra cotidianeidad, alterar y hasta detener las actividades de manera brusca.
Ahora estamos en pleno proceso de reactivación, lo que nos obliga a evaluar la situación. Se nos presenta una amplia etapa de oportunidades para reevaluar todos los procesos, y decidir que rectificaciones consideramos necesarias lleva a cabo, para mejorar sustancialmente los resultados que se están obteniendo.
Una de las materias más álgidas a considerar es la educación. Todos sabemos que estamos muy lejos de sentirnos satisfechos con los logros alcanzados.
El mundo cada vez es más dinámico y desafiante, el conocimiento crece de manera exponencial, con situaciones que dejan en evidencia el retraso exhibido en la formación de nuestros niños y jóvenes.
Desde luego no es un problema local sino mundial. Sin embargo, el abanico de situaciones es muy amplio y amerita que abordemos el problema con celeridad y responsabilidad.
Salir de la pandemia retornando paulatinamente a las actividades debe verse como una buena oportunidad para intentar introducir aquellos cambios que se consideren más necesarios, pensando en acompañar, de la mejor manera posible, la dinámica impuesta por el frenético avance del conocimiento y de la tecnología.
Y volvemos a la pregunta esencial original que nos hemos formulado desde siempre: ¿qué jóvenes y adultos queremos formar?
¿Simplemente aspiramos a prepararlos para su inserción exitosa en el mundo laboral, o pretendemos ir más allá y formar individuos pensantes, hurgadores de su creatividad, con pensamiento crítico, responsabilidad y solidaridad?
Desde luego plantearlo resulta infinitamente más sencillo que conseguirlo. Porque lo cierto es que no sabemos cómo hacerlo. Nadie lo sabe.
Desconocemos cómo deberían ser los contenidos curriculares. Cuánto de lo que se enseña en la actualidad debería ser eliminado y qué nuevos saberes hay que incorporar.
Tampoco sabemos de qué manera preparar a nuestros equipos docentes para encarar el desafío; pues para llevar adelante una enseñanza distinta necesitamos educadores especializados en ella.
¿Quiénes están en condiciones de brindarles tal actualización pedagógica si ni siquiera nos hemos puesto a discutir cuáles son los objetivos a alcanzar en materia de contenidos?
Si será enorme el desafío que aún no hemos considerando la actual brecha educativa existente entre los niños y jóvenes, marcada por un nivel importante de deserción escolar.
Sin duda es una tarea titánica la que tenemos por delante, pero deberíamos aprovecha la reactivación que se va extendiendo en la vida del país, para innovar en materia educativa.
Somos conscientes que es muy difícil lograrlo porque las resistencias a los cambios brotan “como hongos”, pero aun así hay que intentarlo.
Se avizora un mundo nuevo y por lo tanto también necesitamos una educación acorde. Y aunque vislumbramos lo difícil que será avanzar en esa dirección, aprendamos del mundo de la ciencia y la tecnología que imagina cosas mejores para las personas, y sin dudarlo se lanza tras ellas.