¡Qué les cuento familia y amigos todos! Aquí en la muy noble y leal Ciudad de México (Cdmx) hasta para buscar empleo arriesgas la vida. Ayer, cuando iba a una tienda departamental a pedir chamba de empacador por poco muero asfixiado en el interior del Metro, debido a una gran humareda cuyo origen desconocí. Todo para que la coordinadora de los viejitos de la tienda me dijera que ya no hay vacantes. Como dijo alguna vez un sobrino, el día que Santa clos no le dejó regalo alguno: No hay pedo. Ellos se pierden a un tipo cumplidor, agradable, educado, buen conversador y trabajador, modestia aparte.
Todo empezó cuando un día un amigo muy querido me dijo que fuera a solicitar empleo de empacador a una tienda.
¾Ve, contratan a adultos mayores solamente, así no te aburres en tu casa y ganas un dinerito.
¾Pues estaría bien, además eso de que no me aburra en casa es un buen pretexto, porque la verdad necesito ganar dinero.
¾Además, conocerás a mucha gente.
¾Eso es seguro, a todos los clientes.
¾No cabrón. Me refiero a los compañeros. Qué tal si te cae bien alguna señora de tu rodada y después se van a bailar al Dancing Club.
¾A nuestra edad sería la única opción, bailar. Pero, nunca aprendí a bailar.
¾No importa, te mueves como puedas. Y si no te salen bien los pasos puedes argumentar que son las reumas. Además verás mercancía que nunca podrás comprar y podrás ilusionarte que un día podrás hacerlo.
¾Eso es seguro, por ejemplo unas rebanadas de jamón serrano, o un buen whisky.
Incluso ya tenía el discurso listo por si me encontraba a algún conocido y me viera trabajando de empacador y me preguntara: ¿qué haces aquí we? Yo le respondería: pues aquí acá, haciendo un experimento sociológico, tipo el que hizo la Margaret Mead, pero en lugar de samoanos, yo tengo como sujetos de la investigación a los ancianos. ¿Cómo ves? No dejes de darme a conocer los hallazgos, me diría el conocido. Por supuesto, le respondería, lo publicaré en un libro, cuya presentación será en la pulquería “La hija de Moctezuma”. Se alejaría algunos pasos y después volvería para decirme: Oye wey, pero tú no eres sociólogo. No importa. ¿A pocos quienes ocupan altos puestos en la política estudiaron para el puesto que desempeñan? Recuerda al de Relaciones Exteriores, le respondería.