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Jueves, Mayo 09, 2024

Confieso que el gran impulso mediático y comercial a la película Barbie en “life action” dirigida por Greta Gerwig y protagonizada por Margot Robbie, me había predispuesto a no verla, pues supuse que se trataría de una especie de largo video publicitario que explotaría la nostalgia de las millennials por la muñeca de su infancia.  Sin embargo, escuché a inteligentes jóvenes veinteañeras que la alababan como una gran historia feminista y eso acicateó mi curiosidad, así que vencí mi reticencia y decidí entrar al cine y analizarla con mente abierta.  No pretendo evaluar su calidad como obra cinematográfica -no soy crítica de cine- sino su contenido desde una perspectiva educativa.

La película inicia recordándonos la gran aportación de la muñeca Barbie a la cultura occidental: mostrar a las niñas que no tienen que limitar su papel social al de madre y ama de casa porque pueden “ser lo que ellas quieran”, tal como reza el lema sostenido por la propia empresa Mattel que la produce. Así, Barbie se convierte en una especie de ícono motivacional, modelo de una mujer que puede desempeñar cualquier profesión y vivir independiente, sin necesidad de ligar su vida a la de un hombre que la mantenga y proteja.  A lo largo de su historia, la muñeca ha ido evolucionando para incluir imágenes de mujeres de diferentes características étnicas, edades y configuraciones físicas. No es sólo un juguete para niñas, se ha convertido en una representación de la mujer bella y exitosa, que puede desempeñarse como presidente o astronauta.  

La cinta pasa luego a mostrarnos Barbieland, una comunidad dominada por mujeres muy felices que viven solas en lindas casas, que se expresan simpatía recíproca continua y disfrutan de una convivencia armónica permanente. Lucen siempre bellas, vestidas con estilo, por supuesto, y están perenemente contentas, incluso si su trabajo es el de recolectoras de basura del vecindario plástico en el que se mueven. Los varones Ken, de múltiples fisonomías como las variadas versiones de Barbie, están limitados a ser compañeros de diversiones en la playa. No desempeñan profesiones, no tienen casas propias como ellas, sólo son atractivos figurines de moda que intentan atraer su atención con muestras de virilidad y encanto.

Entonces, de improviso, en esa gozosa fábula se abre una grieta y se filtra un atisbo de la descomposición que antecede a la vejez y la muerte. La Barbie “estereotípica” empieza a perder belleza y alegría. Para solucionar esa horrible amenaza, debe atravesar la frontera entre su universo de ficción y el mundo real, a fin de encontrar a la niña que jugaba con ella, quien está trasmitiéndole una desazón sobre el sentido de su existencia. En ese viaje se entromete Ken (brillantemente representado por Ryan Gosling), que intenta a toda costa conquistar el indiferente corazón de la hermosa mujer-muñeca.

Hasta este punto la película mantiene el tono de una comedia más o menos divertida, con cierta dosis de auto-ironía sobre la frivolidad inherente a esos juguetes. La Barbie “estereotípica” encarnada por Margot Robbie está convencida de que ella y el resto de sus variantes han liberado del esquema machista a las mujeres del mundo real y que será venerada por todas las niñas y jovencitas como una heroína. Obviamente, desde el primer momento en la realidad, Barbie y Ken hallan incomprensión, burlas, agresiones. Y así en la comedia aparece la crítica social: la adolescente que Barbie confunde con su dueña original, le lanza reproches sobre como su imagen ha enfrentado a las mujeres a una ideal inalcanzable de apariencia y vida perfectas. Más que un modelo a seguir, es una némesis que debe combatirse. El mundo real no es para nada lo que Barbie y Ken imaginaban. Él decide regresar de inmediato a contar lo que ha visto, mientras Barbie pretende recomponer todo hablando con los dirigentes de la empresa Mattel que, para su sorpresa, son hombres. Cuando intuye que intentarán capturarla, Barbie escapa con la ayuda de su antigua dueña -quien resulta ser la madre de la adolescente que la increpó- y regresa a Barbieland con ellas, sólo para descubrir que Ken ha subvertido el orden de su paraíso femenino para convertirlo en un edén patriarcal con las muñecas sometidas en un mágico enamoramiento por la nueva virilidad de los hombres-muñecos.

Surge entonces el discurso que cautiva a las jóvenes espectadoras de la película. Gloria, la antigua dueña de Barbie, en la voz de América Ferrara, expone el doble estándar, la doble demanda a la que están sometidas las mujeres aparentemente “liberadas” en el la sociedad actual: deben ser bellas, pero no vanidosas; inteligentes, mas no orgullosas; líderes en el trabajo, pero no duras; exitosas, mas no prepotentes, y una larga enumeración de contradicciones que las llevan a sentirse culpables e insuficientes con frecuencia. El discurso despierta la conciencia de las Barbies encantadas por los Ken machistas, por lo que, unidas en la sororidad consiguen, mediante una estrategia de seducción y astucia, devolver Barbieland a su idílica armonía femenina original, con apenas unas mínimas concesiones para el ego de los nuevamente sometidos varones Ken.

Sin embargo, la Barbie estereotípica no está del todo satisfecha, porque quiere comprender el sentido de su existencia y va descubriendo que la identidad en el mundo real no es algo definido a priori como las muñecas de Barbieland, sino que se va construyendo en el encuentro con los otros, en las acciones y decisiones que se van tomando, así que prefiere la incertidumbre de la vida real, en lugar de la perfección del universo ficticio.

Aunque percibo el entusiasmo que la película ha despertado en las jóvenes que ven en ella un manifiesto feminista, yo encuentro varias debilidades en el planteamiento. En primer lugar, no proponen una alternativa efectiva al problema del machismo. Barbieland no es una transformación del modelo patriarcal, simplemente es una inversión de papeles, los Ken son hombres subordinados y aunque las Barbies no ejercen un dominio agresivo, no les demuestran estimación ni respeto. De hecho, Ken y Allan resultan un poco afeminados conforme al estereotipo machista: son inseguros, de modales delicados, con dependencia emocional respecto a Barbie. Ken es quien está enamorado, en cambio ella es desapegada, indiferente a su afecto. En palabras de Barbie: Ken es completamente prescindible. Los Ken no hacen alguna aportación a la sociedad, son sólo apéndices casi decorativos de las Barbie.  Después, cuando se apropian de Barbieland, los Ken adoptan todos los rasgos típicos del macho junto con las Barbies “enamoradas” de ellos e inconscientes de su sumisión. De esta manera, los hombres se vuelven enemigos que se vencen con engaños para inducirlos a combatir entre ellos, en lugar de tratar de acordar con ellos la construcción de un mundo diferente en el cual prive la equidad entre los sexos.  Obviamente, el asunto de las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género no está considerado en el modelo. Tampoco se aborda el tema de la familia, si bien aparece una Barbie embarazada, así como la muñeca niña Stacey y la adolescente Skipper, porque las mujeres-muñeca no tiene hijos, sólo mascotas.

La película tampoco cuestiona el modelo capitalista, pues, aunque Barbie y Ken no saben utilizar dinero en el mundo real, la felicidad en Barbieland está basada en la posesión de objetos de lujo: ropa refinada, una casa propia, autos y otros medios de transporte costosos y, en general, un estilo de vida de persona rica con mucho tiempo libre para viajes y entretenimiento. La idea de trabajo colectivo aparece sólo para formar equipos de combate. La cooperación es para luchar contra el rival; de otra manera, lo que se enfatiza es el individualismo. Se hace una alusión muy leve al techo de cristal en las empresas cuando Barbie nota que en Mattel no hay mujeres gerentes, pero más adelante, la Presidente de Barbieland aplica el mismo esquema cuando decide que los Ken pueden estar en la Suprema Corte de Justicia solo en tribunales de segundo grado.

Sabemos que la película no está dirigida propiamente a un público infantil; sin embargo, la verán muchas niñas y preadolescentes porque Barbie es una muñeca muy popular. ¿Qué es lo que van a aprender de la película? Que los hombres se comportan inmaduros, primitivos, torpes, competitivos sin otro motivo que lograr la atención de una mujer bonita y superficial.  Que las mujeres pueden hacer lo que quieran, en tanto mantengan la gracia, la sonrisa, el atractivo físico y eviten la confrontación.   En la cinta no aparece la opción de llegar a acuerdos entre hombres y mujeres para lograr una sociedad en que sea posible la realización como individuos, pero también en pareja, como familia y en grupos. No se menciona el estudio, el trabajo colaborativo, el servicio a los más necesitados, el cuidado del planeta, la reducción del consumismo y la organización de sistemas de producción sustentable. Pareciera que la armonía social se consigue con la mera suma de satisfacciones individuales; sin embargo, es muy difícil ser lo que uno quiere de manera plena en un mundo donde prevalece la injusticia, la exclusión, la discriminación. 

Lo que promueve la película Barbie es un feminismo individualista, en cierto sentido semejante al de las rabiosas activistas de los 60, en que el hombre era el enemigo o por lo menos un antagonista sin conciencia social, al que sólo podía cambiarse con fuertes sacudidas. El final de la película me pareció desconcertante: ¿qué implica dejar de ser muñeca para convertirse en mujer? ¿Se trata sólo de aceptar una condición biológica?  La esencia humana no se puede reducir a la dicotomía hombre/mujer. El enfrentamiento entre los sexos es sólo una fracción de la compleja red de relaciones de poder.  Seguramente Greta Gerwig no pretendió hacer una revisión profunda de este tema a través de Barbie. Es sólo un ejercicio divertido de crítica a los estereotipos sobre la feminidad y la masculinidad.

Concuerdo con la opinión de mi hija Amanda de que, más que una película feminista, Barbie es una historia sobre crecer y madurar, sobre construir la propia identidad y encontrar el sentido de la propia existencia, que son temas de las películas previas de la directora: Lady Bird y Mujercitas. Amanda también me señaló que es difícil definir el género de la película, pues su narrativa funciona más bien en clave de farsa, ya que la “realidad” en la que irrumpen Barbie y Ken es bizarra, con muchos elementos de caricatura y fantasía: los ridículos directivos de Mattel que la persiguen; los socarrones agentes de policía que los detienen varias veces y luego los dejan ir como si nada;   el fantasma de Ruth, la creadora de la muñeca;  Gloria, la empleada de Mattel, y su resentida hija adolescente  que acompañan a la mujer muñeca de regreso  a Barbieland como si fuera un paseo a un parque de diversiones.

La directora y guionista aprovecha con humor los estereotipos de feminidad y masculinidad, pero no cuestiona el eje del problema: el modelo económico-social basado en el individualismo consumista que cosifica a las personas, sin importar su sexo, edad, identidad de género o papel social. En síntesis, me pareció una cinta divertida, con ingredientes de ironía contra ciertos aspectos de la cultura estadounidense, pero superficial en el tratamiento de cuestiones sociales del mundo globalizado.

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“pálido.deluz”, año 10, número 155, "Número 155. Música y educación. (Agosto, 2023)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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