Javier Reyes Ruiz y Elba Castro Rosales
Universidad de Guadalajara
Invitación a una charla y temor estudiantil
En semanas recientes, febrero del 2023, el Ayuntamiento de un municipio de Jalisco nos invitó, a los autores de esta ponencia, a dar una charla a estudiantes de preparatoria. Decidimos hablar sobre educación ambiental y animalidad, que es el tema de un proyecto que estamos trabajando junto con estudiantes de la Licenciatura en Biología de la Universidad de Guadalajara ; a cuatro de ellas las invitamos a participar en la charla, aceptaron con gusto, pero manifestaron que se sentían nerviosas y con miedo de hacerlo. La razón es que suponían que estarían presentes en la charla unos biólogos dedicados a la conservación y cuidado de animales silvestres rescatados, a los que una de ellas conocía bien. ¿Por qué el temor y el nerviosismo? Para explicarlo es necesario describir el sentido del proyecto, el cual lleva por título “Pedagogía ambiental y otredades animales”, por lo que a continuación describimos elementos centrales del mismo.
Fundamentos del proyecto
Desde diversas áreas del conocimiento se han venido realizando con mayor frecuencia investigaciones empíricas y reflexiones sobre los animales con la finalidad de profundizar sobre sus capacidades, comportamientos, hábitats, condiciones presentes y futuras y su relación con los humanos. En este sentido, existe una amplia y reciente bibliografía, además de un vasto registro de imágenes disponibles en la red.
A pesar de que hay cierto consenso entre los etólogos, filósofos, ambientalistas, antropólogos y otros pensadores y académicos, sobre la necesidad de impulsar una cultura de mayor acercamiento, comprensión y convivencia con las especies animales con las que compartimos el planeta, los trabajos al respecto desde el campo de la educación ambiental todavía son escasos. Si la preocupación por los animales fuera similar al tema de la basura, quizá la situación sería otra.
Al respecto, se plantearon, entre otras, las siguientes preguntas para orientar las acciones del proyecto:
1. ¿Cuáles son los aportes que la investigación científica y la filosofía han realizado recientemente sobre el pensamiento y las emociones en los animales, que pueden ser ejes para diseñar procesos educativos que reconfiguren el concepto que de éstos se tienen?
2. ¿Qué aporte le corresponde a la pedagogía ambiental en esta reconfiguración sobre el concepto de los animales?
Cabe enfatizar que el proyecto está formulado bajo un interés pedagógico, procurando, con base en la educación ambiental crítica, que se desarrolle una perspectiva interdisciplinar, dialógica y compleja, que genere un conocimiento situado y pertinente.
En esta propuesta, la dinámica dialógica es central y se construye a partir de varios factores: i) una robusta investigación documental (en el sentido más amplio) que nutra el intercambio y establezca las líneas de evolución del diálogo; ii) se construirá como un ejercicio intelectual y axiológico de manera que dé paso al despliegue de reflexiones interdisciplinarias surgidas de las ciencias biológicas, sociales y, así como el arte, particularmente de la literatura y finalmente; iii) como dicen Funtowicz y Strand (2007), irá “de la demostración experta al diálogo participativo” a fin de que se propicie la coproducción del conocimiento y la política al mismo tiempo (en este caso, de la ampliación de los marcos valorativos de los animales en su concepción filosófico-política, lograda en la interdisciplina mencionada).
La subjetividad y la intersubjetividad son herramientas indispensables para realizar un proceso de reflexividad necesario al que lleva el tema, especialmente en el binomio ser humano/animal. También lo es la identificación de los reduccionismos provenientes de las ciencias naturales y/o sociales. Así como para auto observar y comprender autocríticamente la formación universitaria de las ciencias biológica y nuestra cotidianidad cultural.
La explicación del temor estudiantil
Cuando los autores de esta ponencia les preguntamos a las estudiantes qué las ponía tan nerviosas de presentar en una charla la indagación que habían hecho sobre los animales del municipio, específicamente sobre las capacidades de éstos para resolver problemas y las formas de manifestar emociones, su respuesta confirmó y aclaró lo que ya sabíamos: se sentían inseguras de hablar sobre pensamiento y expresiones emocionales en los animales, pues eso contradice en muy alta medida lo que se les ha enseñado en la carrera de Biología. Es decir, para un núcleo duro de biólogos resulta impensable aceptar que los animales no humanos pueden tener ideas y emociones, aceptarlo sería “humanizarlos” y representaría no sólo un error, sino un inaceptable gesto de ingenuidad y hasta de ignorancia.
Esto ya lo habíamos percibido en otra universidad, entre profesores y estudiantes de otra carrera ligada a las ciencias ambientales, pues en una charla similar fue notorio el rechazo, o al menos el escepticismo, a que educadores ambientales planteen que es necesario un giro cultural en la relación con los animales y, sobre todo, que señalen que éste no puede darse únicamente a partir de la empatía y la compasión, sino del reconocimiento de capacidades que hasta ahora no se ha aceptado que los animales poseen.
Para quienes asumen, desde inflexibles posturas científicas, que resulta indispensable enfatizar las diferencias entre los humanos y los otros otros, entender de manera distinta la animalidad es inadmisible. Esta larga tendencia por marcar distinciones, en la que los animales concentran las limitaciones y lo negativo, ha llevado a muy distintas áreas del conocimiento, entre ellas la filosofía, a señalar que los ANH no tienen conciencia de sí mismos, ni de la vida ni de la muerte; carecen de alma o de espíritu que les permita percibir y buscar la trascendencia; son incapaces de comprender el significado del destino y de elaborar planes a futuro; no tienen capacidad de raciocinio, por lo tanto, de ideas y de pensamiento lógico-matemático; no construyen símbolos ni cultura; carecen de lenguajes o éstos son muy rudimentarios; su organización social o no existe o es pobre; están privados de la complejidad de los sentimientos, y por lo mismo se les ha considerado como máquinas insensibles en cuyo repertorio frente al mundo no caben la tristeza, la nostalgia, el sufrimiento, la angustia, el gozo, el pesimismo. Tampoco conocen la empatía, el pudor y la vergüenza; son incapaces de morir (o de matar) por sus convicciones o creencias; no pueden configurar el mundo, sólo comportarse en él; no son dueños de sus actos; carecen de capacidad de juicio; no pueden asumir deberes y, por lo tanto, tener derechos. De esta manera, los animales, denominados despectivamente bestias, han sido y son muy útiles para ver agigantada la autoimagen humana.
En contraste, poco se ha pensado y mucho menos valorado las diferencias que favorezcan a los animales no humanos, por ejemplo, que carecen del aburrimiento existencial, no son compulsivos de la acumulación material, no son logocéntricos (su principal vínculo con el mundo no es la palabra), no pretenden domesticar a la naturaleza, no buscan ponerle orden al mundo, no se autodestruyen, no crean mandamientos e ideales para someterse a ellos, no asumen una jerarquía universal para sentirse superiores y viven la libertad de ser ellos mismos.
El temor manifiesto por las estudiantes del proyecto está fundamentado: sus profesores, incluyendo al pensamiento predominante en las universidades, se resisten a repensar a los animales e incluir con mayor presencia conceptos como Biofilia (Erich Fromm) que pone énfasis en que no basta el amor a lo humano; se requiere el amor a la vida en su conjunto. El biocentrismo (Arne Naess), que plantea que todo ser viviente tiene un valor intrínseco. La Democracia de la Tierra (Vandana Shiva), que enfatiza la necesidad de romper la dicotomía naturaleza/cultura al reconocer una interrelación indesligable entre ambas, lo que propicia un vuelco en la manera de entender a los animales y a la vegetación. El igualitarismo radical que implica reconocer que todas las especies forman parte de la compleja trama de la vida. La Igualdad básica de valor o igualdad de la dignidad (Sagols), que hace referencia al derecho que tiene, en principio, todo organismo vivo a ser valorado y a seguir existiendo sin negar las obvias diferencias que dan lugar a la diversidad: se trata, en cambio, de una igualdad que no permitiría relaciones de posesión y dominio. Persona no humana, figura ética y jurídica con la que se busca ampliar los derechos de algunas especies animales, dado el reconocimiento de sus capacidades cognitivas y emocionales. Plantear estos conceptos desde la educación ambiental es tildado con frecuencia, por quienes se aferran a los viejos conceptos sobre los animales, de esoterismo, hippismo, sentimentalismo, poca seriedad científica o hasta de herejía.
En síntesis, ciertas posturas asumidas por la educación ambiental para contribuir al giro ontológico que implica construir maneras distintas de comprender y convivir con los otros otros son rechazadas, desvaloradas y combatidas por un pensamiento predominante que no está dispuesto a repensar conocimientos que más parecen actos de fe que certezas absolutas. Ello abre otro escenario de lucha y resistencia para una educación ambiental que no está dispuesta a las inercias.