Mishel Yadira Martínez Gómez
Maestría en Educación Ambiental en la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 095.
Línea temática: Educación Ambiental en la Educación Básica: transversalidad, currículum, prácticas, sujetos en la escuela, reformas educativas, nuevas políticas educativas. Didácticas y gestión educativa.
En un contexto en donde la problemática ambiental se ha acelerado en las últimas décadas y en el que la globalización económica impone sus inercias para la producción y consumo de recursos. La educación ambiental se constituye como un oasis y como la vía privilegiada para potenciar al máximo la formación y sensibilización en los distintos ámbitos de la sociedad.
En el presente trabajo se presentan algunas reflexiones que desde la experiencia como educadora ambiental he transitado. En la intervención educativa actual existen varias inercias que provocan resistencia frente a los cambios e innovaciones que como educadores ambientales promovemos.
Una primer resistencia se refiere a la visión acerca del estudio del medio ambiente, la cual se fue ampliando a medida que fueron reconociendo las implicaciones sociales que interactuaban y que la determinaban, así al incorporar y reconocer sus múltiples aristas, se transforma en una ciencia interdisciplinaria. La idea de ver a lo natural como algo separado del ser humano sigue persistiendo en algunos discursos. Bajo la visión integradora de la educación ambiental, el ser humano se identifica como parte integrante del medio ambiente con el poder de elegir y ser responsable de sus actos y relaciones con su entorno. Sin embargo, para que esa visión integradora de la educación ambiental tenga sentido se debe contar con un marco teórico, que identifique los puntos concretos de articulación y los aportes de cada disciplina, así como su interconexión. Los pensamientos y las ideas que emanan de esta visión hablan sobre la necesidad de integrar un pensamiento complejo en el estudio del medio ambiente. “El pensamiento complejo es, en esencia, el pensamiento que integra la incertidumbre y que es capaz de concebir la organización. Que es capaz de religar, de contextualizar, de globalizar, pero, al mismo tiempo, de reconocer lo singular y lo concreto” (Morín, 1997: 22), tarea no fácil, cuando nos encontramos ante una problemática ambiental y queremos delimitar, contextualizar y articular las diversas disciplinas que se ponen de manifiesto.
Como segunda resistencia, se presenta cuando en las intervenciones educativas se demanda un trabajo interdisciplinar y reclama así una visión holística. Partiendo del hecho, de que existen múltiples elementos de estudio en el medio ambiente, la interdisciplinariedad viene a resignificar la vía para conjuntar y darle sentido a la información. En este sentido, los programas y proyectos de educación se deben articular curricularmente entre sus contenidos, ello dará oportunidad de construir una visión de la complejidad acerca de la comprensión de la crisis ambiental en sus ámbitos globales y regionales, sin perder de vista los componentes sociales que le son inherentes. Como señala (Arias, 2011: 10) “El campo de la EA como espacio de articulación de saberes, prácticas, sentimientos y visiones de mundo debe promover en los sujetos la desconstrucción de su historia y promover en él, el desarrollo de una práctica social crítica”. En síntesis, como educadores ambientales tenemos la aspiración de construir consensualmente nuevos escenarios, que den la batalla a este modelo desgastado imperante en la actualidad.
Ahora bien, cabe resaltar que la educación ambiental no puede darse en forma de lecciones y contenidos programados, se trata de vincular contenidos curriculares de las asignaturas con temas ambientales, surgidos del entorno inmediato. El reto para todos los educadores será reorientar al ser humano de su situación de inconsciencia, de pasividad y falta de criticidad, hacia un proceso no solo de reflexión, debemos introyectar el saber ambiental, para accionar y dar respuesta a la crisis ambiental. Se pretende movilizar la responsabilidad colectiva para hacer un frente común. Debemos tomar en cuenta que el saber ambiental “rebasa el campo de la articulación de las racionalidades científicas, abriéndose a todo un conjunto de valores y conocimientos prácticos que se plasman en el discurso ambiental y movilizan a la sociedad para lograr un desarrollo igualitario y sustentable” […] “Este discurso ambiental se va conformando desde una posición crítica que emerge de la naturaleza explotada y degradada, de lo social oprimido y marginado por la lógica del mercado y por la razón instrumental” (Leff, 1986). Ante esta realidad, el compromiso como educadora ambiental está centrado en construir y experimentar cambios cualitativos en la relación de los seres humanos con el medio ambiente. Las intenciones del campo de la educación ambiental son amplias y complejas porque se apuesta a la construcción de una racionalidad distinta, exige abordar problemáticas locales que a la vez son globales, además requiere resignificar la consideración de un medio ambiente inmutable. La nueva racionalidad se opone a la visión fraccionada de la realidad, por lo tanto, no se puede reducir al estudio del deterioro ecológico, ni a la impartición de ecotécnias o acciones temporales del cuidado del medio ambiente. La reconfiguración social que se busca requiere de la confluencia entre las distintas áreas de conocimiento, ahora más que nunca podemos incidir y apoyar a la nueva racionalidad mediante el diálogo de saberes, reconstruyendo y planteando nuevos horizontes que propicien relaciones respetuosas con nosotros mismos, con los otros y con el medio ambiente.
Otro aspecto a reflexionar, es el hecho de que la educación ambiental incomoda a algunos sectores de la sociedad “especialmente si se asocia con la crítica social y educativa que cuestiona ideas y prácticas comunes, y porque requiere un esfuerzo de profundo compromiso y transformación” (Sauvé, 1999: 21). El hecho de reconstruir y formar nuevos paradigmas como el que propone Lucie Sauvé, donde identifica la necesidad de integrar elementos como: las tres esferas del desarrollo personal, social y ambiental (identidad, alteridad, el OIKOS) y reconocer sus multidimensiones. Además de comprender la interacción y determinación de las esferas (economía, sociedad, medioambiente) son temas que se contraponen a la lógica del sistema neoliberal y que, por lo tanto, no convienen a los intereses de sus seguidores.
No se puede aspirar a un cambio real en educación si no se generan cambios en las prácticas educativas cotidianas, esto por supuesto significa nadar contracorriente porque la visión educativa dominante promueve una visión de simplificación y de segmentación de conocimientos. El reto es la integración, la generación de aprendizajes complejos y esto solo se puede lograr con intervenciones en las aulas y con el intercambio de experiencias exitosas entre los docentes. En ocasiones el educador ambiental podría sentirse frustrado por las barreras culturales y sociales que impiden el cambio de hábitos y comportamientos para el cuidado del medio ambiente, esto se va presentar a pesar de enfatizar los beneficios para la nuestro entorno y nuestra salud.
El camino puede parecer largo, lento y adverso, pero como educadores ambientales nuestra perseverancia y esperanza está presente y como señala Ramírez (2012: 63) “me convenzo a diario de seguir, de insistir, de picar piedra, a pesar de que reconozco que no todas mis prácticas son sustentables, pero creo que es importante estar ahí tratando de abrir conciencias, abrir perspectivas, abrir ojos, cerebros, sensibilidades, de compartir, de entregarse…”. A través de nuestro ejemplo, con incluso pequeños cambios en los hábitos de consumo y asumir nuestra responsabilidad individual, en vez de delegar las soluciones a otras instancias, también estamos educando. Éstas son las constantes entre los que compartimos la pasión por ser educadores ambientales y es así como nos convertimos en oasis ante el desierto distópico educativo.
Referencias
Arias Ortega, Miguel Ángel (2011) “Educación Ambiental y Sociedad Civil en México: hacia una ciudadanía ambiental” Editorial académica española, Alemania.
Leff, Enrique (1986) Ecología y capital, hacia una perspectiva ambiental del desarrollo. UNAM. México.
Morín, Edgar (1997) “La necesidad de un pensamiento complejo”, en Moena, S. (1997) Pensamiento complejo en torno a Edgar Morín, América latina y los procesos educativos. Santa fe de Bogotá, Magisterio.
Ramírez, Tonatiuh (2012) en Arias Ortega y Camacho Castro (Coordinadores) “Educación y formación ambiental: algunos escenarios en la educación superior”, Primera edición, coedición UAEM, Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología, Instituto de Investigación y Defensa del Ambiente, México.
Sauvé, Lucie. (1999), “La educación ambiental entre la modernidad y la postmodernidad: en busca de un marco de referencia educativo integrador”; en Tópicos en Educación Ambiental No.2 pp. 7-26. En la web: www.anea.org.mx