Resulta interesante cómo a través del tiempo se ha relacionado a la educación ambiental con la prohibición. Al principio, nadie se preocupaba por el ambiente, poco interesaba la vida de los demás seres vivos, considerando al ser humano como la única especie importante, cuyas necesidades debían ser saciadas rápidamente, pensando siempre en simplificarle la vida.
Sin embargo, al paso de los años y ver las consecuencias del abuso desmedido de la naturaleza, se empezó a hacer notoria la necesidad de un cambio, el cual no siempre se centró en la concientización del uso de los recursos naturales y el cuidado del planeta, en algunos casos se fue reduciendo a una lista de prohibiciones que cada vez se hace más extensa.
Aunque el plástico y la infinidad de productos desechables que se hacen con él tuvo su auge décadas atrás, ahora es común leer en los supermercados y cualquier otro tipo de establecimiento que están prohibidas las bolsas de plástico para contener nuestras compras, por lo que es necesario cargar siempre con bolsas de tela o algún otro material "ecológico" y reutilizable. Pero las prohibiciones del plástico no se quedan sólo ahí, también implica no poder usar popotes al tomar una bebida ni usar vasos, cubiertos o platos de este mismo material, ya que su uso está acabando con el planeta.
El plástico encabeza la lista de los NO DEBEMOS, donde también aparece el no tirar la basura en el suelo, no emplear el automóvil, no usar jabones que tarden cientos de años en degradarse, no mezclar los desechos en un mismo contenedor y así podríamos seguir con una infinidad de prohibiciones.
El problema de esta lista no es su existencia, sino que al engrosarla se van diluyendo las razones para crearla, muchos niños comienzan a memorizarla como si se tratara de un mantra, sin tomar conciencia de lo que significa y las consecuencias de seguirla o no.
El cuidado del ambiente es mucho más amplio que ese listado, implica reconocer la existencia de otros seres vivos en el planeta, cuyas necesidades para sobrevivir también son importantes, por lo que nos corresponde valorarlos y aprender a coexistir en armonía con ellos.
Esto no implica que debamos ignorar nuestras necesidades, sino aprender a priorizarlas y concientizarnos sobre el uso que hacemos de los recursos naturales. Es un hecho que necesitamos extraer cosas de la naturaleza para nuestra vida diaria, sin embargo, el problema es el abuso que hemos realizado, esta idea de que necesitamos poseer más de lo que consumimos o que una sola persona debe acumular cierto recurso para después vendérselo a los demás, lo cual no lo hace mala persona, sino un genio, aunque eso conlleve a la extinción de especies, incluyendo la humana.
La educación ambiental permite ser consciente de nuestras decisiones, aprendiendo a utilizar nuestro entorno para vivir armónicamente en él, sin destruirlo.