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Jueves, Noviembre 21, 2024

Por Meg Bernhard

 

London Review of Books

 

Traducción Gabriel Humberto García Ayala

 

Me enteré de los sembradores de nubes en Red Rock Canyon por el esposo de una amiga. Era finales de otoño en Beatty, Nevada, una ciudad azotada por el viento, a dos horas al norte de Las Vegas, y acabábamos de regresar de una caminata en el Valle de la Muerte. ¿Has oído hablar de estas personas que intentan fabricar nubes en Red Rock?, me preguntó. Estaba escéptica y ligeramente horrorizada. Su intención, dijo, era jugar con la naturaleza para aliviar la severa sequía del área.

El programa "Haz que llueva" fue lanzado por un grupo sin fines de lucro llamado Save Red Rock, formado en 2001 para proteger el cañón de la explotación de sus recursos naturales. En realidad, no están tratando de fabricar nubes; más bien, con científicos del Instituto de Investigación del Desierto en Las Vegas, están introduciendo polvo formador de hielo en las nubes existentes para fomentar o aumentar la precipitación. La siembra de nubes suena caprichosa, pero habla de la desesperación de vivir en el suroeste de Estados Unidos, que ha sufrido una megasequía implacable desde el año 2000.

El río Colorado, que abastece de agua a millones de personas en siete estados americanos, las tierras de más de veinte comunidades indígenas y gran parte del noroeste de México, está en crisis. Su reservorio más grande, el lago Mead, contiene menos de un tercio de su capacidad y puede estar acercándose a la "piscina muerta", el nivel en el que el agua ya no puede fluir río abajo desde la presa Hoover. El lago se ha convertido en un símbolo apocalíptico de la crisis: restos humanos han aparecido a medida que el agua retrocede, y un línea tenue muestra el bajo nivel del agua, y una roca más pálida que solía estar sumergida es visible desde lejos.

Cuatrocientos ochenta y tres kilómetros al noreste, el Gran Lago Salado de Utah ha perdido el 73 por ciento de su agua desde 1850. El trabajo escultórico Spiral Jetty (1970) de Robert Smithson, un rollo de 500 metros de basalto negro construido en lo que alguna vez fue el lecho del lago, solía estar completamente sumergido. Hoy es completamente visible y es poco probable que el agua vuelva a llegar al embarcadero. El suelo en todo el suroeste se ha secado, lo que ha provocado tormentas de polvo cada vez más frecuentes y severas. La creosota, una de las plantas más resistentes a la sequía de América del Norte, se está muriendo en el Valle de la Muerte.

Grupos indígenas, como los paiute del sur y los mojave, han vivido en el árido suroeste durante miles de años, pero fue la creación del lago Mead en la década de 1930 lo que hizo posible el desarrollo masivo y el asentamiento.

Nací en una región del sur de California, que depende del río Colorado, cinco años antes de que comenzara la megasequía. Sé cerrar el grifo entre plato y plato y darme duchas que duren cinco minutos o menos. Al crecer, hablábamos de "ir a la nieve" cuando queríamos visitar las montañas; la nieve rara vez llegaba a nosotros, en la parte baja del valle de Temecula, y después de un tiempo tampoco estaba garantizada en las montañas.

La lluvia fue un evento especial. Corríamos afuera durante los aguaceros y, a veces, jugábamos al escondite bajo las copas de los robles de nuestros vecinos. Después de la lluvia, las ranas cantaban y las colinas marrones cubiertas de matorrales estallaban en verde y naranja, y florecían amapolas. Caminando por la calle debía tener cuidado de no pisar la concha de un caracol. Eran delicias raras. Más común era el calor denso que se elevaba desde el asfalto en los días de verano, el olor del humo de los incendios forestales que soplaba con los vientos de Santa Ana.

En Las Vegas, donde me mudé a principios de 2022, el calor y la sequía son más extremos de lo que experimenté mientras crecía. Mis labios siempre están agrietados, mi cabello está siempre estático y en el invierno mis manos se agrietan y sangran. La temperatura media en agosto supera los 40°C. Una vez caminé durante veinte minutos por una calle muy transitada en el calor y tuve que acostarme por el resto del día. Durante las tormentas de polvo, el cielo se oscurece hasta adquirir un color amarillo ictérico y la suciedad suelta se cuela a través de las grietas debajo de las ventanas y las puertas. La humedad en el verano cae por debajo del 20 por ciento, lo suficientemente seca como para causar dolor de garganta.

En junio de 2021, el estado de Nevada aprobó una ley que prohíbe el "césped ornamental" en la ciudad de Las Vegas, la primera legislación de este tipo en los Estados Unidos. El verano pasado, los funcionarios del condado prohibieron las piscinas de más de sesenta metros cuadrados en propiedades residenciales. El sur de Nevada obtiene el 90 por ciento de su agua del lago Mead y estas nuevas leyes son un reconocimiento de que nuestros niveles actuales de consumo no pueden continuar. Con el césped y la vegetación no autóctonos que crecen en las subdivisiones más ricas de la ciudad y en la franja de Las Vegas, nos estamos engañando a nosotros mismos hasta el olvido. Olvidamos que vivimos en el desierto más seco de Estados Unidos.

Según la nueva ley, el "césped ornamental" se excluye de franjas fuera de los edificios de oficinas y en los camellones de las carreteras, pero en los jardines en residencias unifamiliares sí puede sembrarse. Hay uno frente a la casa que estoy alquilando con dos amigos. Sin embargo, la ciudad ha impuesto restricciones de riego, que se castigan con fuertes multas. Durante el invierno, se nos permite regar solo un día a la semana, y durante el verano, solo entre las 7 p.m. y 11 a.m. Los rociadores están prohibidos los domingos durante todo el año. Apagué nuestros rociadores automáticos después de que llovió a mediados de octubre y nunca los volví a encender. El césped se puso amarillo y marrón.

El Monitor de Sequía de Estados Unidos publica un mapa codificado por colores todos los jueves: el naranja claro representa "sequía moderada", el anaranjado es "grave" y el rojo brillante es "extremo". El marrón para la "sequía excepcional", ha desaparecido de los mapas de California y Nevada tras las fuertes lluvias invernales. Pero este volumen de lluvia no es necesariamente bienvenido. La sequía prolongada hace que sea más difícil para el suelo absorber agua y, en cambio, el agua se desliza de la superficie del suelo. En enero, gran parte de California fue golpeada por varias tormentas terribles que provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra, matando al menos a veinte personas. Los titulares de los periódicos preguntaron si las lluvias bíblicas podrían aliviar la sequía a largo plazo, pero la ciencia es clara: ni siquiera los ríos en el cielo son suficientes.

El verano pasado fue la temporada de monzones más húmeda de Nevada en una década. Conducía por la autopista una tarde de julio, la primera de las noches del monzón, cuando se abrió el cielo. Diez minutos después, el camino debajo de un paso subterráneo se había convertido en un estanque, dejando varado a un conductor en su automóvil y dejándonos al resto dando vuelta en U ilegales. El viaje a casa fue arriesgado; en cada semáforo aparecía un nuevo río, pero me deslicé sin hidroplanear. Solo más tarde recordé la guía del Servicio Meteorológico Nacional sobre inundaciones repentinas: 'Date la vuelta, no te ahogues'. Desde el patio trasero, durante horas, observé relámpagos que partían el cielo, el viento azotaba los cables telefónicos y el agua golpeaba el suelo seco y duro. Y aún así, no es suficiente.

Con todo, las lluvias de este invierno han sido más ligeras y más rápidas, pero más frecuentes que en la memoria reciente. Una tormenta esta semana volvió el cielo lechoso con polvo y nubes de nieve, y las autoridades del sur de California emitieron una rara advertencia de ventisca en las montañas. El agua en el desierto siempre es notable, así que unos días después de una tormenta en enero, un amigo y yo fuimos a caminar por un cañón cuyo río había reaparecido después de un período de sequía. El agua clara fluía debajo del roble y un manzano, y trepamos por las rocas para evitar mojarnos demasiado los pies. En la pared trasera del cañón, una cascada brotaba sobre una roca gris resbaladiza. Estaba húmedo, sombreado y fresco, y durante unas horas pensé principalmente en agua, poco en sequía. Más tarde leí que Save Red Rock había pasado la noche de la tormenta sembrando nubes.

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Juan Gabriel Vázquez

El timbre de las 8

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Educación Ambiental

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Laura Gabriela Rodriguez Andalon

Mentes Peligrosas

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Mirador del Norte

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Sala de maestros

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“pálido.deluz”, año 10, número 154, "Número 154. Ecos del VIII Coloquio Nacional de Estudiantes y Egresados de Programas Académicos de Educación Ambiental. (Julio, 2023)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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