La educación es cosa de risa. Definitivamente, en el malo, pero sobre todo en el buen sentido. Si creemos que el sentido del humor es “la capacidad de percibir, disfrutar y expresar lo cómico en diversas situaciones”, y lo entendemos que es la facultad que nos permite reconocer el lado divertido, pero sobre todo, absurdo de la vida, y se manifiesta en la capacidad de reírse de uno mismo, de las circunstancias o de las situaciones cotidianas, entendemos el valor de la risa, que la aburrida Encyclopedia Britannica entiende como "una expresión del rostro, que consiste en la contracción de los músculos de la cara, especialmente alrededor de los ojos y la boca, generalmente acompañada por sonidos vocales peculiares, como respuesta a un estímulo placentero o humorístico”.

II

Porque reírnos de cómo, por qué y a quién se educa, es una necesidad fundamental de la sociedad, como bien lo entiende el muy británico Tom Sharpe en la serie sobre el maestro Wilt (empezando, precisamente, con la novela Wilt (Sharpe, 1976)), que narra las peripecias de Henry Wilt, un profesor frustrado de la muy clasista preparatoria técnica de los barrios obreros londinenses, que enfrenta una serie de desventuras, provenientes principalmente de un desastroso y anquilosado sistema educativo. Las novelas de la serie, comenzando por la mencionada Wilt, son Las tribulaciones de Wilt (1979), ¡Ánimo, Wilt! (1984), Wilt no se aclara (2004) y La herencia de Wilt (2009) y representan una sátira sobre la vida académica, los sistemas educativos y las relaciones humanas.

Lo sabemos, muchas veces, la autocrítica, esa “capacidad de evaluar y reflexionar sobre uno mismo de manera objetiva, reconociendo los propios errores, debilidades y áreas de mejora. Es un proceso de autorreflexión que implica analizar las propias acciones, decisiones y pensamientos de forma constructiva” se consigue por medio del humor, como lo mostramos en la querida e infravalorada novela colectiva El maestro equivocado (Ramírez Beltrán y otros, 2005) en la que hace 20 años también mostramos, con una muy buena dosis de humor y autocrítica, los problemas de un sistema educativo que se ha ido alejando de los valores humanos y adoptado los del mercado, pese a la tibia respuesta de la 4T.

III

Como lo entiende bien Benjamín Rojas, el profesor “jodido y regañado” de El maestro equivocado, es necesario aclarar que la risa y la autocrítica no tienen que ver con la burla y la denigración, como muchos medios de comunicación de masas, empezando por la televisión, han realizado durante décadas de los profesores, quienes han pasado de ser mártires, a convertirse en bufones incompetentes, tipo Profesor Jirafales, Señorita Canuta y otras aberraciones que surgen de la mente de libretistas pagados para golpear, para castigar un gremio.

Porque en la mente de muchos mexicanos, y en gran medida a causa de esos medios, creen que los profesores son, somos, una especie de vividores que cobramos mucho y trabajamos muy poco, que tenemos vacaciones interminables y nunca damos clases. Y esto no tiene que ver con la risa, sino con el odio y la necesidad de establecer en la mente de los mexicanos la idea de una educación que prepara para trabajos y no que enseña a pensar.