A propósito de los recientes juegos olímpicos París 2024, recordé la lectura de un libro titulado La soledad del corredor de fondo, de Allan Sillitoe.
Pero antes, para quienes no sepan, es preciso aclarar que un corredor de fondo, o de larga distancia, es aquel deportista que compite en carreras que van de los 3,000 m al maraton, que consiste en correr poco más 42 kilómetros.
Pero antes de continuar hablando del libro de Sillitoe, deseo confirmar la aseveración de que un libro te lleva a otro. En efecto, supe de este escritor cuando leí la biografía de la poeta estadounidense Sylvia Plath, Cometa rojo, de Heather Clark.
Resulta que el entonces marido de Plath, Ted Hughes, el famoso poeta británico, le presentó a la pareja conformada por la poeta estadounidense Ruth Fainlight y su esposo, el escritor Alan Silitoe. A partir de entonces ambas mujeres se volvieron muy amigas, a tal grado que los dos matrimonios en varias ocasiones pasaron sus vacaciones en Mallorca.
De regreso al libro, el relato que da título al libro (que Tony Richardson llevó a la pantalla en 1982, con Tom Courtenay en el papel principal) trata de Colin Smith, un joven de la clase obrera que vive en un barrio de Nottingham con su madre viuda, el amante de esta y sus tres hermanos pequeños. Es un raterillo, que después del atraco a una panadería, es detenido y llevado a un reformatorio. En esa prisión se aficiona a correr y, gracias a sus cualidades como atleta, obtiene unos privilegios concedidos por el mimísimo director de la prisión, privilegios con los que no está de acuerdo. Hasta que finalmente tendrá que elegir entre el éxito como héroe deportivo y la soledad del corredor de fondo.
En una de sus reflexiones Smith afirma que “la cuestión de correr largas distancias es lo mejor, porque me hace pensar tan bien, que aprendo cosas, aún mejor que cuando estoy solo en cama”. Después agrega: “Es bueno ser un corredor de fondo, solo, apartado del mundo sin un alma que te ponga de mal humor o te diga qué hacer… A veces pienso que nunca he sido tan libre como en ese par de horas en las que troto por las veredas en medio de bosques frondosos”.
Este volumen reúne una cruda colección de relatos centrados en el sombrío aislamiento de la clase obrera, en los pequeños delitos que cometen para salir adelante y en el resentimiento que domina a los habitantes de las ciudades industriales, una realidad que Georges Orwell describió atinadamente en su libro El camino a Wigan Pier.