A partir del día uno de octubre, Claudia Sheinbaum Pardo será Presidenta de México. Si bien se ha debatido sobre su modelo de gobierno, su proyecto social, económico, cultural y político, el propósito de estas líneas es revisar algunas opciones que tiene ante sí para ejercer su liderazgo como mandataria del país.
Hagamos una síntesis de las características de quien al ser líder tiene una visión y de quien, por el contrario, asume que su quehacer es el de alcanzar una misión.
Líderes visionarios(as) señalan un camino por andar, un horizonte deseado, una esperanza que enamora, son como prestidigitadores: logran aparecer ante nuestros ojos algo que es una ilusión, que nos parece totalmente real y por ello nos sorprende, nos entusiasma, nos hace desear ser parte de aquello que ha presentado a nuestra vista y que nunca vimos, ni creímos posible. Se trata de una persona que tiene la aptitud para inspirar a otras a actuar de manera consecuente para alcanzar el propósito que se ha señalado a partir de las circunstancias actuales. De alguna manera, indica modelos que parezcan deseables y alcanzables con el quehacer de los integrantes del equipo. Asimismo, con sus acciones, con su discurso, establece guías de comportamiento que son ejemplares y que establecen estándares (de eficiencia, de moralidad, de orientación al servicio) que serán respetados y cumplidos como norma de la comunidad. Al ser imposible dar instrucciones para atender todo tipo de situaciones presentes y futuras, su historia de vida se mitifica y, de ella, se desprenden anécdotas y parábolas que serán interpretadas por sus seguidores a fin de mantener con vida su actitud, liderazgo, visión y anhelo. Se especializan en generar armonía futura como una gran promesa, aun si es necesario soportar disputas en el presente.
Líderes misioneros(as) son pragmáticos y prácticos. Ante la realidad, no sueñan, se recogen las mangas largas y trabajan. Al liderar, suele sudar, poner el ejemplo y actuar: lo seguimos al imitarlo. No hacemos muchas preguntas, nos enseña la necesidad de actuar, de cambiar la realidad, de construir algo que dé sentido a nuestra vida y deseos. Como suele decirse, su lección es que después del trabajo, vendrá el éxito; que a la siembra le seguirá la cosecha. Podemos aspirar, palpar, el logro al observar los avances en la tarea. Su gran enseñanza es que no necesitamos esperar largamente lo que anhelamos: nos permite saber que podemos progresar en el camino y reconocer que nosotros mismos estamos en la condición de liderar nuestro quehacer y el de otros. Su gran aporte es lograr que se cristalice el trabajo necesario, a través de las personas que asumen la tarea. Su mérito es conseguir que las personas alcancen resultados que ellas mismas no sabían que estaban capacitadas para obtener. Su característica clave es centrarse en la misión y eso puede hacer que desatienda otros aspectos. Sin embargo, su esfuerzo por alcanzar el éxito suele dar grandes resultados. Una perogrullada: nada alimenta más el éxito, que el éxito. La suma de pequeños éxitos debería entregar grandes éxitos. Sus mayores virtudes son el compromiso, la cooperación, el sentido de urgencia; en suma, es un catalizador y suele ser incansable.
Claudia Sheinbaum Pardo verá optar por alguna de estas dos primeras opciones, no es común que ambas facetas coincidan en una sola persona y es menos frecuente aún, que, si están presentes, se pueda ser salir con éxito en ambas. Por otra parte, tendrá que inventarse un rol. No creo que asuma alguno de los más tradicionales o usuales:
El de “Madre de la nación” no parece corresponder con su perfil, esa idea de madre nutricia, cariñosa, afable y siempre abnegada para velar por el interés de los más vulnerables es lejana a su trayectoria política, creo que no se moldeará bajo la figura de Evita Perón.
El de Mujer Alfa, leona feroz y combativa que se convierte en la luchadora que ataca antes de permitir que alguien lastime a su grupo, tampoco se asemeja a su actuar previo, no veo que su camino esté tras la senda de la mítica reina Calafia (olvidemos el final de la historia, su derrota y su conversión).
Veo dos grandes roles que pueden serle modélicos: Juana de Arco con su carisma, fe y convicción que procuró la unidad de su pueblo ante un enemigo (en ese caso, extranjero); Isabel I de Inglaterra, es el segundo: prudente en el gasto, férreo control presupuestal, constante contacto con sus gobernados para ganar su cariño, especialista en contar con legendarios asesores (y después ignorar sus consejos), creadora de una era que aún conserva su nombre en la historia. Sin embargo, no cuenta con la profecía que anticipó la aparición de la Doncella de Orleans y tiene en su contra la sensación de que es el “heredera” de un legado, lo cual no ocurrió en la época isabelina.
Sin duda, hay otro camino y se trata de un ejemplo reciente: Angela Merkel, Canciller de Alemania (2005 a 2021). Como ella, Claudia Sheinbaum es tres veces una forastera (outsider): es una mujer de mando en un sistema machista y patriarcal; es investigadora científica en un mundo de pragmatismo, cinismo, oportunismo y acuerdos de conveniencia; y ha sido militante de oposición a los partidos que ejercieron el poder político y a poderes fácticos que han controlado el modelo económico imperante, durante muchos años. Se presentará en ese circo de tres pistas y las audiencias estarán pendientes de sus errores que serán atribuidos a esa triple marginación de ser “forastera”. A menos, que convierta esas etiquetas en algo valioso socioculturalmente en el ejercicio de su gobierno.
En ese sentido, hablamos de dos temas: Cuál será el estilo de liderazgo de Claudia Sheinbaum y, en segundo lugar, cuál será la historia con la cual nos contará ese estilo. Es decir, la narrativa, en términos sociales, que atenderemos en los tiempos por venir. Desde ahora podemos anticipar que deberá generar entusiasmo por el futuro y cumplir la misión de liderazgo que se atribuye bíblicamente a Moisés: alcanzar la tierra prometida… y solo dispone de seis años para ello. Simultáneamente, procurará mostrar la solidez de su proyecto y presentar evidencias de los avances, para cultivar un relato épico. Sin embargo, los riesgos son graves con esas formas de contar la historia. Suele suceder que las leyendas terminan por imponer servidumbre al relator y a sus públicos, ya que limita la capacidad de imaginar otras opciones. Sheinbaum debe recordar que la pertenencia puede ser una cárcel cultural: eso la haría presa de su propia historia y estaría obligada a actuar de manera absolutamente predecible, lo cual la dejaría sin cartas por jugar en el ejercicio de su liderazgo.
Falta poco para que sepamos lo que viene ¿Qué será?…¿Segundo piso? ¿Avenida? ¿Hiato musical? ¿Hueco? ¿Abismo? ¿Luz? ¿Casa real como Macbeth, o pie de casa real como Banquo?
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Docente de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán y del Colegio de Imagen Pública. Ha realizado intervenciones como consultor y brindado capacitación tanto en el sector privado como público y el tercer sector. Su trabajo profesional le ha llevado a recibir distinciones internacionales. Ha participado en doce libros especializados en español y uno en inglés. Lic. En Periodismo y Comunicación Colectiva, Maestría en Educación, estudios de Maestría en Comunicación Institucional, Especialista en Valores, estudios doctorales en Humanidades y estudios doctorales en Innovación y Responsabilidad Social.