En medio de advertencias de que el colapso climático ya comenzó y que los últimos tres meses han sido los más calurosos registrados en el planeta (https://tinyurl.com/37cbafhf), las empresas y países que son los principales causantes de la crisis, preparan nuevos negocios para aprovecharla, como lo han hecho con la crisis alimentaria y otras.
Dos vías para ello son los nuevos mercados de carbono (que incluye el asalto a los sistemas costeros y marinos con la llamada “economía azul”) y las tecnologías para supuestamente manejar los síntomas del cambio climático, como la geoingeniería. No cambia las causas del cambio climático, las empresas pueden seguir con sus negocios contaminantes y crear nuevos mercados cautivos.
En las próximas semanas y frente a la apertura de la Asamblea General de la ONU veremos una explosión de propaganda de estas riesgosas propuestas, intentado que se aprueben en la ONU marcos que las favorezcan.
Por ejemplo, el 14 de septiembre anunciará sus recomendaciones un singular grupo de expolíticos y otros personajes, que se hace llamar Climate Overshoot Commission (Comisión sobre riesgos climáticos por rebasamiento). La preside Pascal Lamy, ex director de la Organización Mundial de Comercio. Entre sus miembros está Agnes Kalibata, directora de AGRA, mascarón de proa de las trasnacionales de agronegocios en África para promover la agricultura industrial, tóxica y transgénica. Hasta hace poco integró esa comisión el ex presidente de México Felipe Calderón (https://tinyurl.com/3pb4fppp).
Dicha comisión fue seleccionada por algunos de los más conocidos promotores de la geoingeniería, como David Keith, creador del proyecto de geoingeniería solar SCoPEx, financiado por Bill Gates y otros millonarios y rechazado por los pueblos indígenas donde intentaron hacer sus experimentos de geoingeniería solar. En el trabajo de Keith se basó la empresa estadunidense Make Sunsets para hacer experimentos ilegales en México, lo cual motivó la prohibición de experimentos de geoingeniería solar en el país (https://tinyurl.com/2pc4zccb).
También participó en la convocatoria Janos Pasztor, director de C2G, una ONG que se presenta como “imparcial” frente a la geoingeniería, pero desde la que se da voz principalmente a sus promotores.
El discurso que presenta la Climate Overshoot Commission es un espejo del que promueven los geoingenieros. Primero hablan del colapso climático y su gravedad. Luego nombran la necesidad de reducir emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y de adaptación, pero dejan claro que estas medidas “que son las únicas reales y las más importantes”, no alcanzan. Ahí empieza la promoción directa de la geoingeniería, como si no hubiera más remedio que aceptarla, porque sería “lo único” que queda.
Promueven tanto geoingeniería de remoción de carbono de la atmósfera –como captura y almacenamiento de carbono, captura directa de aire o cambiar artificialmente la química de los mares– como geoingeniería solar para reflejar parte de los rayos solares al espacio, por ejemplo inyectando sulfuros en la estratósfera o blanqueando nubes.
Son tecnologías muy riesgosas ambiental y socialmente (Ver https://es.geoengineeringmonitor.org/). Además, más de 90 por ciento de las propuestas son meramente hipotéticas y no existen pruebas –ni se pueden hacer– de que a gran escala funcionarían para el cambio climático.
La geoingeniería solar, si se desplegara a gran escala, tendría impactos muy desiguales en el mundo. Quizá podría bajar algo la temperatura en el norte del globo, pero a costa de aumentar las sequías e inundaciones en zonas de Asia, África y América Latina. Una vez comenzada habría que continuarla por décadas o siglos, porque su interrupción abrupta provoca un “ shock de terminación”, en el cual la temperatura aumenta rápidamente con efectos devastadores sobre la biodiversidad, los ecosistemas y las comunidades. Por sus riesgos, el Convenio de Diversidad Biológica (CBD) decidió por consenso establecer una moratoria contra el despliegue de la geoingeniería desde 2010.
Son tan graves los riesgos que hasta sus propios promotores –como la Comisión antes mencionadaß– deben nombrarlos. Por eso los reconocen y limitan sus propuestas. Lo que quieren lograr es que la Asamblea u otros organismos de la ONU respalden que hay que promover y subsidiar la investigación y los experimentos de campo. Dicen querer “diálogos internacionales” para discutir la gobernanza de la geoingeniería, mientras de hecho avanzan en la puesta en práctica con investigación y experimentos, que es lo único que en realidad pueden hacer por ahora. Esto legitimaría el camino a proyectos como el de David Keith –o los de empresas como Make Sunsets en México–, que se necesitan para avanzar hacia la instrumentación de la geoingeniería solar a gran escala.
Para detener la proliferación de estas peligrosas propuestas, es necesario fortalecer la moratoria en el CBD e ir hacia un acuerdo internacional de no uso de la geoingeniería solar, tal como llaman en una carta abierta más de 400 científicos en una amplia colaboración internacional (https://tinyurl.com/38am5wt2).
*Investigadora del Grupo ETC
Periódico La Jornada
sábado 09 de septiembre de 2023 , p. 15