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Viernes, Mayo 10, 2024

Hermana

Estoy comiendo en el restaurante cercano, estoy con el café en la mano derecha y me encuentro triste, muy triste; la mañana es grisácea  y me encuentro cerca de los juegos de los niños que da a la calle; por supuesto una barda de metal protege a las criaturas, que se han despojado de sus chamarra y suéteres, y  se encuentran seguras tras las rejas; los niños, pese al frio están felices compartiendo sus juegos; así es la vida la alegría por un lado y la tristeza por otro; de pronto un pajarito se acerca volando al restaurante, no sé cómo o por donde entró, revolotea un poco por el lugar y finalmente se acerca a mi mesa;  con precaución; para que no se espante, coloco unas migajas de pan en la mesa; prevenido, empieza a comerlas con presteza y rapidez, volteando de manera constante su cabeza con sus ojos vigilantes; se acerca para que le dé más alimento y le acerco otras “moronitas” de pan; el animalito, algo extraño sucede, por un momento se queda casi inmóvil, deja de mover la cabeza inquieta observándome fijamente con sus pequeños ojos redondos; da unos pequeños brincos y se acerca más a mi persona, no tiene miedo y me picotea la mano aun con alimento; me observa una vez más con denuedo y finalmente sale volando; los niños dejaron de jugar y de gritar en ese momento observando con atención el episodio cercano; varios adultos guardaron prudente silencio; una mujer de edad, quien tiene en sus manos un rosario, me observa con detenimiento; sonríe ampliamente y me dice en voz baja -quien quiera de su familia que haya fallecido recientemente se comunicó con usted; no se preocupe por ella o por él, ahora está bien al igual que usted-; y continuó rezando en silencio; la mesera se acercó con una servilleta extra a la mesa que ocupaba y me la ofreció con esmero y se retiró solícita; me dejó a solas con mis pensamientos; mi hermana  había muerto hacía tres días.

Gracias por el mensaje; ya no sufre, está bien, estoy bien.

 

El matrimonio

Estamos a media comida tres compañeros de trabajo comentando los pormenores y por mayores de la semana de trabajo escolar; los tres somos maestros de tres diferentes materias: biología, matemáticas y física y química; trabajamos en la misma escuela secundaria y estamos a finales del año escolar; la entrega de evaluaciones conlleva comentarios acerca de los alumnos que pueden reprobar la materia anual (actualmente es un delito reprobar a un alumno; los “apretados infiernos” y las demandas aparecen en el lugar más esperado; si un alumno no aprende, el maestro es el problema, nunca el inocente educando) y la evaluación de cantidades inmensas de exámenes, prácticas de laboratorio, reportes etc.; estamos exhaustos y con ganas de terminar todo el ajetreo anual; en un momento dado, los tres vemos llegar en medio de la plática, a una pareja de jóvenes, cargando a un  sonriente bebé; nos extraña que no lleven la consabida carriola o pañalera con todos los enseres necesarios para atender al menor; en cambio de manera constante se prodigan amor; se nota a leguas que tienen poco tiempo de casados y comparten los cuidados del infante; al pedir los alimentos se reparten los cuidados del niño para alimentarlo y al mismo tiempo alimentarse; llevan un biberón vacío de leche por lo tanto le dan de comer de lo pedido a la mesera; por supuesto el pequeño no queda satisfecho con el alimento para adultos y amenaza con empezar a llorar de hambre, los pucheros y los enérgicos movimientos lo delatan. Ambos padres se empiezan a desesperar y voltean de manera alternativa; no llevan cobija alguna, hace el calor suficiente para prescindir de ella así que el muchacho se quita la chamarra vaquera que lleva puesta y con ella le hace “casita” a su esposa y permite que compartan momentos de intimidad maternal; el niño se encuentra ocupado alimentándose; nosotros y los otros asistentes  con nuestros platos respectivos, no observamos de manera prudente al lugar de los hechos; tradiciones ancestrales unen a los padres con sus hijos en general y con las madres en particular.

Terminamos casi al mismo tiempo, nuestros alimentos; ahora el  bebé recién alimentado, voltea amistosa su cara a su alrededor, sonríe a todos los presentes con esa sonrisa despreocupada que solo los bebes nos pueden ofrecer. Hemos sido testigos de algo mágico que sucede pocas veces en público y al dejar el lugar y retornar a nuestras ocupaciones cotidianas, lo hacemos con sonrisas visibles; el bebe nos dio una lección:- sonreirás a propios y extraños en todo momento -.

 

El chaleco

Por increíble que parezca, allá junto a los grandes ventanales esta una viejecita adorable, de las que aparecen en las portadas de las revistas del 10 de mayo; está tejiendo un chaleco o un suéter con esmero, está sola apurando con las manos rápidos unos ganchos gigantescos, la “bola” de estambre gira sin parar a las órdenes de la tejedora; los colores son rojo, amarillo y azul brillantes. Esta encismada con su mundo de hilos  de colores; ve el reloj, pide la cuenta, guarda sus enseres; apura los restos de café, aparta el plato de su desayuno terminado; se marcha presurosa a pagar la cuenta. Vuelvo al restaurante un mes y medio después, mi sueldo no alcanza para más; mis hijos y mi esposa (perdón por el posesivo) voltean y dirigen su atención al fondo del lugar, están cantando las mañanitas a un hombre corpulento; una mujer de edad avanzada, al terminar el canto, se levanta, lo abraza y le da su obsequio, un chaleco gigantesco de colores brillantes(rojo, amarillo y azul); se lo pone con orgullo el festejado, y tras un sonoro: -Gracias mamá- se da vuelta con la gracia de un elefante, para que todos los presentes lo admiremos; la mayoría, aplaudimos al festejado; inclina su torso en agradecimiento y le pide a la autora de sus días lo acompañe en un pequeño recorrido por el restaurante; más aplausos a la pareja multicolor; ambos están orgullosos. Momentos de intimidad compartida.

 

El chubasco

Estoy aquí en el restaurantera escribiendo lo anterior tomando un rico cafecito, a resguardo de la tormenta vespertina que azota la calle; la mayoría de los transeúntes se refugia cerca de las paredes con techo saliente esperando pase la lluvia o a su transporte que los llevará a su destino; junto a la caseta de cobro,  pasan corriendo varias personas encogiendo los hombros para no mojarse, aunque el agua chorrea por sus cuerpos; allá caminan con paso militar varios granaderos, aun cuando van francos tapándose con sus escudos la cabeza para no mojarse pese a que el agua literalmente los está bañando de cuerpo entero; dos enamorados no corren, en cambio están tomados de las manos y caminan lentamente por las calles, la fuerza de la lluvia por momentos los obliga a detenerse pero continúan caminando con la fuerza de su amor. Varios observadores envidiamos esos momentos de interacción humana. Ahora pasa una pareja de ancianos cobijados por un gran paraguas, charlan animosos y tomados de las manos, muy juntos, se dirigen lentamente a su destino, varios observamos este ritual; hemos sido espectadores de cómo inicia un amor y cómo puede  seguir funcionando cuando dos personas se aferran en hacerlo.

Sacapuntas

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
Eduardo Rabasa
Joel Ortega Juárez

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Usos múltiples

Gabriel Humberto García Ayala

Mentes Peligrosas

Gloria De la Garza Solis

Orientación educativa

Rosa Carolina González de la Torre

Mirador del Norte

Tarea

Manuel María Flores
Gabriel Humberto García Ayala
“pálido.deluz”, año 10, número 157, "Número 157. Educación y fanatismos: ¿Dogmatizar la educación? ¿Educar en fanatismos? (Octubre, 2023)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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