Sobrevivir y burlar la muerte con educación.
Aprendizajes del Profe Labastida en Pandemia y Pospandemia.
Coedición de La Zonámbula, Pálido Punto de Luz
y Universidad Pedagógica Nacional.
México, 2023.
“Y dirás frente al mar: ¿Cómo he podido
anegado sin brújula y perdido
llegar a puerto con las velas rotas?
Y una voz te dirá: ¿Que no lo sabes?
El mismo viento que rompió tus naves
es el que hace volar a las gaviotas.”
“El doliente”. Óscar Hahn
Queridos académicos, profesores y lectores;
alumnos todos de la vida:
Se me ha encomendado la honrosa misión de hablar de un libro, pero como dijo Ernesto Sábato, un libro es un hombre, el hombre que lo escribió. En este caso son dos entrañables amigos: Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, a quienes tengo el gusto de conocer desde la década pasada y de quienes podría referir sus reconocidas virtudes en el ámbito de la enseñanza y la difusión cultural, y quizás algunos chismes más a tono con los ambientes cantineros.
Quisiera decirles que su libro, es un volumen que contiene un prolegómeno y 31 relatos breves o tal vez una novela ligera, de 140 páginas que dan cuenta de las impresiones, angustias elucubraciones y reflexiones del simpático profesor César Labastida Esquer. Un texto que desde la ficción va tejiendo un tapiz en donde se recrean 400 días de la pandemia del Covid, en el quehacer de un profesor universitario. Me gustaría decir que tiene un tono humorístico y una acusada ironía acerca de los métodos pedagógicos y recursos de la tecnología, de los cuales echaron mano los docentes para enfrentar el confinamiento e implementar las clases a distancia, y mantener viva la llama de la educación en todo el territorio nacional.
Quisiera terminar felicitando a los autores y a la editorial por publicar este libro que hoy nos convoca y que, sin duda, es un ejemplo de ingenio y un motivo de reflexión para quienes se desenvuelven en el ámbito de la docencia. Quisiera recomendarlo también para aquellos vouyeristas que gusten de asomarse a los entresijos de la educación en México.
Desgraciadamente también soy profesor y también sobreviví al Covid después de gambetear a la muerte durante tres semanas de octubre de 2020 en el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre. Regresé marcado para retomar mis actividades docentes, en marzo de 2021, en la Preparatoria “Salvador Allende”, del IEMS, en la Colonia Nueva Atzacoalco.
Quiero decirles en cambio, que hay libros que detonan emociones encontradas. Esto fue lo que me produjo la lectura de Sobrevivir y burlar la muerte con educación. Por una parte me recordó el desasosiego y la incertidumbre de los profesores que nos fuimos al confinamiento con la esperanza de que, como había ocurrido con la epidemia de influenza A (H1N1), en abril de 2009, regresáramos a laborar en dos o tres semanas máximo y que esta situación se nos volviera nada más una anécdota guardada en el cajón de los olvidos. Sin embargo, el aumento de los contagios nos orilló a dar por perdidas las esperanzas de retomar la vida normal.
Las exigencias de las autoridades escolares y nuestra vocación magisterial nos impulsaron a convertirnos en internautas “expertos” en las clases a distancia. De esos primeros días y de los ulteriores, recuerdo entre sonrisas las dificultades para la conexión y los problemas para atender grupos por zoom. Hasta las asesorías se volvieron un intercambio de confidencias. Los profesores devenimos en sicólogos improvisados. Cómo olvidar, por ejemplo, aquel tutorado que se desconectó entre gritos diciéndome que lo disculpara, pero “su papá había llegado tomado y traía un machete”.
Me conmueve también el recuerdo de los compañeros que se fueron. En mi escuela perdimos tres profesores: dos de Física y uno de Filosofía; el encargado de mantenimiento que era todo sonrisas y el policía de la entrada, a quienes los alumnos llamaban cariñosamente “El Jefe Gorgory”, quienes nos dejaron la marca de un tiempo de desgracia. De estas pérdidas tan irreparables, no nos quedó más que aprender, tal como dice Margarite Yourcenar ("Sources II"):
"Lo mejor para las turbulencias del espíritu, es aprender. Es lo único que jamás se malogra. Puedes envejecer y temblar, anatómicamente hablando; puedes velar en las noches escuchando el desorden de tus venas, puede que te falte tu único amor y puedes perder tu dinero por causa de un monstruo; puedes ver el mundo que te rodea, devastado por locos peligrosos, o saber que tu honor es pisoteado en las cloacas de los espíritus más viles. Sólo se puede hacer una cosa en tales condiciones: aprender".
Y en estas turbulencias de la enseñanza, solamente tuvimos la opción de volvernos nuevamente alumnos de la maestra vida y reflexionar acerca de nuestra realidad educativa. La pandemia nos obligó a emplearnos a fondo en el uso de tecnologías que antes nos parecían como un accesorio deslumbrante pero innecesario y que en ese momento, con distinta fortuna, nos ayudaron a conectarnos con nuestros alumnos. Se supone que ese ensayo en realidad era un adelanto del rumbo que la educación iba a tomar en el futuro.
Para diciembre de 2021, como Coordinador Editorial del programa Jóvenes en TV, de la Dirección General de Televisión Educativa, participé con directores, guionistas y productores expertos en educación a distancia, varios egresados de universidades extranjeras, en el diseño de los programas que sustituyeron las clases presenciales. Unos meses después, en el comienzo del semestre presencial, pude pilotear con mis grupos de preparatoria la serie correspondiente a Lengua y Literatura del telebachillerato. A pesar de los contenidos innovadores y los recursos de imagen, me di cuenta que no provocaron el menor interés y tampoco fueron claramente comprendidos por los muchachos; así pude constatar, como afirma César Labastida, que la presencia de los profesores en el aula es insustituible.
Quiero decir, por último, que la lectura de Sobrevivir y burlar la muerte con educación, además de evocarnos esta reciente catástrofe y llamarnos a la reflexión sobre nuestro quehacer docente, nos enseña que la mejor manera de postergar la cita que tenemos con la parca, es viviendo intensamente y aprendiendo a volar sobre este viento de infortunios que nos ha de llevar muy lejos de lo que fuimos, pero cada vez más cerca de lo que queremos ser.