Now she is flying
More terrible tan she ever was, red
Scar in the sky, red comet
Over the engine that killed her-
The mausoleum, the wax house.
SP
Siempre me ha asombrado la conducta de los escritores que han terminado con su vida por propia mano como Cesare Pavese, Yukio Mishima, Ernest Hemingway, Yasunari Kawata, Virginia Woolf, o Sylvia Plath, entre otros grandes creadores. A propósito de esta última escritora, cuando leí algunos de sus poemas me gustaron tanto que investigué sobre su breve existencia. De tal manera que cuando leí su novela La campana de cristal, no sabía si estaba leyendo una vez más sus datos biográficos. Lo cierto es que es una de las novelas más autobiográficas que he leído.
Después de su suicidio, a los 30 años, ha crecido su reputación y es adorada por lectores apasionados y nuevo lectores la han adoptado. Se han publicado sus cartas en grandes ediciones. Un primer volumen que cubre los años de 1940 a 1956, incluye 880 cartas, caracterizadas por ser detalladas, vívidas, variadas, imaginativas, divertidas e informativas.
En este contexto recién se publicó el libro multi premiado y finalista para obtener el Premio Pulitzer Red Comet, the short life and blazing art of Sylvia Plath, de Heather Clark.
Sylvia fue una poeta precoz. Le publicaron su primer poema cuando tenía ocho años. Fue una estudiante muy brillante. Ganó muchos concursos de poesía en los ámbitos académico y de las revistas femeninas. En su adolescencia, deseosa por obtener conocimientos leía hasta 24 libros al mes, y todavía se daba tiempo para andar en bicicleta con sus amigas y tomar lecciones de pintura y de piano. Como se ve, fue un de las mujeres más educadas de su generación, una súper estrella académica y perenne ganadora de premios. Inclusive después de su primer intento de suicidio y de pasar varios meses en un hospital para tratar enfermedades mentales se graduó del Smith College summa cum laude. Obtuvo una beca Fullbrigth para estudiar en Cambridge, donde se graduó con honores, además de sufrir el machismo que imperaba en esa institución.
Durante su adolescencia muy pocos amigos sabían de su lucha contra la depresión. Pero cuando la atacó una crisis severa, no vio salida e intentó suicidarse. En 1953, un episodio depresivo lo llevó a una sesión fallida de terapia de electroshocks en un famoso manicomio estadounidense.
Ella desconfiaba de la psiquiatría, particularmente de los psiquiatras masculinos. Trató de entender su propia depresión intelectualmente, a través del trabajo de Fiódor Dostoyevski, Sigmund Freud, Carl Jung, Virginia Woolf, Thomas Mann, y Erich Fromm, entre otros.
En los ámbitos social y político siempre se manifestó en contra de la publicidad excesiva, el chauvinismo, la xenofobia, el consumismo, la hipocresía y el machismo. En 1953 le afectó mucho la electrocución de los Rosenberg, que para Plath simbolizó como víctimas de la represión y la homofobia. Inclusive escribió un poema, en una época peligrosa en la que imperaba la cacería de brujas impuesta por McCarthy:
Todos sabemos que fuimos creados iguales:
Todos concebidos en el vientre de la sangre caliente
de la turbina del siglo XX;
Todos nacimos de la misma hoja
de los sellos postales morados de a tres centavos;
Todos arrojados como billetes de un dólar de un verde brillante
De la misma prensa gubernamental;
Todos bautizados con el Canal Número Cinco
En el nombre de Bendix, de Buick y del Promedio de Bateo.
La mayor parte de su vida estuvo asediada por problemas económicos. En un principio, para superar esa condición trabajó como niñera y mesera para pagar su colegiatura en el Smith College, más adelante esperaba vender algunos de sus poemas en revistas femeninas como Mademoiselle para tener dinero.
En la poesía de Plath influyeron Yeats, HD Lawrence y Joyce, cuya obra Los muertos la impresionó, ya que ella había regresado de entre los fallecidos después de un primer intento de suicidio. Todo lo escribía poéticamente, inclusive en sus días más negros, más depresivos. Un aborto le inspiró “Parliament Hill”. Es “una elegía por el bebé perdido. Es un poema tierno, valiente y bellamente escrito. En los sesenta el aborto era un tema tabú; inclusive la palabra embarazo parecía poco delicada, a tal grado que se prohibió su uso en la televisión, sobre todo en programas como ‘Yo quiero a Lucy’”, analiza Clark. Esto demostró que Sylvia escribió en un terreno nunca antes pisado, dando voz a una experiencia compartida por millones de mujeres.
En 1957 Sylvia Plath contrajo matrimonio con el también poeta Ted Hughes. Con todo y que ella quería alcanzar fama como escritora, fue Ted quien se convirtió en uno de los más afamados poetas de su generación. Ella le ayudó a pasar en limpio sus poemas, a mecanografiarlos y a darlos a conocer entre los medios literarios.
La biógrafa señala, en otro de los capítulos del libro, que cuando vivía entre Devon y Londres, en 1962, Plath escribió la mayoría de los poemas que la hicieron famosa. Por ejemplo “Daddy”, que se ha “convertido en uno de los poemas más notorios del siglo XX, en ocasiones maldecido por críticos literarios como Harold Bloom, Irving Howe e incluso por Seamus Heany. Un afamado crítico se dio cuenta, demasiado tarde, que no fue Hughes, sino Plath, cuyo trabajo está mejor articulado, quien le dio el sentido y el sonido a la nueva poesía.
Aunque es una biografía muy detallada, algunos capítulos caen en el morbo, como cuando habla de las múltiples parejas de Sylvia hasta su matrimonio con Hughes; o la serie de habladurías surgidas a raíz de que el poeta la dejó por Assia Wevill, quien años después se suicidó con la hija de ambos, que tenía cuatro años. Los capítulos más interesantes se refieren al análisis de sus principales poemas y la influencia que tuvieron en su formación diversos escritores y poetas. Con todo, es un libro apasionante, un volumen de más de 900 páginas, además de las notas sobre las fuentes y las notas de pie de página.
En octubre de 1963, Robert Lowell escribió a Elizabeth Bishop –que para entonces eran los poetas más influyentes de Estados Unidos- acerca de la fuerza poética de Sylvia Plath:
¿Has leído los poemas póstumos de Sylvia Plath? Un grupo fantástico e impresionante ha salido en el último (número de la revista) Encounter. Probablemente conoces la historia de su suicidio. Los poemas tratan de eso. Me parecen tan buenos como (los de ) Emily Dickinson en su momento. Por supuesto que son tan extremos como uno puede soportar, pero lo que sea que destruyó su vida de alguna manera le dio una ventaja, libertad e incluso control a su poesía. Hay mucho surrealismo que alivia el calor de la memoria directa, me conmueve, y estoy bastante seguro de que toca tu tranquilidad y tu humor. Sin duda, es mucho mejor que Sexton o Seidel, y casi hace que uno sienta, en una primera lectura, que todos los demás poemas no tratan sobre nada.