Mario Benedetti, el uruguayo que entre sus mayores logros está haber introducido a millones de jóvenes de los años 70, 80 y 90 a la literatura y, también, a la militancia política y al amor a Latinoamérica, tiene entre sus obras Primavera con una esquina rota (1982), novela que reúne las voces de varios coprotagonistas de un drama humano de exilio, cárcel, amor y desamor que ha sido tan común en los países de nuestro continente.
De estos personajes-voces destaca, para los fines de esta edición de Pálido punto de luz, la de don Rafael, un profesor universitario que vive y trabaja en un país que no es el suyo, víctima de la represión política producto del golpe de estado uruguayo. Es el padre de Santiago, preso político; suegro de la esposa también refugiada del hijo; abuelo de la pequeña hija de ambos. También, como profesor, es la voz reflexiva de la historia, a quien los alumnos, la pareja, la nuera y todos cuestionan y él más que responder, los hace pensar, reflexionar.
Rafael se erige como “la voz de la razón”, aunque él mismo sepa que no tiene ni por asomo todas las respuestas, y ni siquiera es capaz de imaginarse la mayoría de las preguntas. A pesar de su edad, el profesor sigue siendo como un niño asombrado que ve la vida y aunque no alcanza a comprenderla, le maravilla y le invita a cuestionarla.
El retrato que hace Benedetti de este profesor emplea pocas frases, pocas palabras; se centra tanto en el monólogo como en el diálogo del personaje con los probables lectores de la obra, pero uno termina convencido de que está hablando con un maestro de cualquier universidad, digamos, con un Benjamín Rojas más.
Llama la atención como Rafael piensa que va de derrota en derrota, pero tanto su formación docente como la política lo llevan a no rendirse, a seguir aprendiendo, y a que cuando enseña no lo hace como una imposición, sino como un acuerdo. Tampoco está seguro de quién es en realidad, como cuando menciona de sí mismo:
“Pero también cabe la posibilidad de que el verdadero Rafael Aguirre sea este, el insoportable, el pesado, el retórico, y que en cambio el otro Rafael Aguirre, el que disfruta haciendo juegos de palabras y se burla un poco de los demás y bastante de sí mismo, sea en realidad una máscara del otro”.
PD: La referencia a Benjamín Rojas se desprende, por supuesto, de la novela colectiva El maestro equivocado, de la que también se habla en esta edición.