Marcada por el ritual de la Pascua Judía que rememora la liberación del pueblo judío del cautiverio al que fueron sometidos por los egipcios, en el pasado remoto y acompasada en la llamada modernidad si se puede establecer como tal, al acuerdo establecido en el Concilio de Nicea, en el año 325 para el mundo católico y la tradición jadeo cristiana, que es cuando se decidió que el Domingo de Pascua sería el siguiente a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera nos encontramos año con año con una fecha que varía en el calendario, pero se mantiene firme en el universo, La Semana Santa.
Hoy no semejare a político alguno can Barrabas ni con Judas, papeles que a mucho bien les va dejare de lado actores secundarios de cualquier signo o color, centrare la atención en El Niño de Belén, en el Joven Galileo que fue carpintero, en el Maestro de Maestros que enseñaba con Parábolas y hablaré aquí solo de su sacrificio y expiación, con no poca devoción.
Para quienes en estos días deseemos darnos tiempo de reflexionar sobre su sacrificio expiatorio que oscila de la Crucifixión a la Resurrección, es que comparte esta colaboración.
Recurro a uno de mis sonetos preferidos que a la letra expresa;
“No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévanme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.”
Así pensando en su valor de entregar su vida en la Cruz un viernes de Calvario, por la causa de buscar dar vida de los demás por la vía de la expiación, para darles lo que se estima la vida eterna, venciendo después de 3 días de estar su cuerpo en la tumba según la tradición Judío Cristiana pasada la muerte física y retomando su cuerpo el domingo siguiente para mostrar el camino de la Resurrección, que es el que da esperanza de una vida más allá de esta para quienes en el creemos.