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Jueves, Noviembre 21, 2024

En México hay unos 7 millones de personas que hablan alguna lengua indígena. Cuántas lenguas se hablan en el país es una pregunta difícil de responder para un lingüista, pero el gobierno mexicano considera, con base en el Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales, que son 68. 

Según el Inegi, la lengua con más hablantes es el náhuatl, que tiene un millón 651 mil 958, seguida del maya yucateco, que tiene 774 mil 755. Otras lenguas con cientos de miles de hablantes son el ch’ol, el tseltal y el tsotsil, hablados mayoritariamente en Chiapas; el mixteco, el zapoteco y el mazateco, lenguas habladas sobre todo en Oaxaca, y el otomí, hablado en varios estados del centro de México.  

Si vemos las cifras absolutas de hablantes, pareciera que estas lenguas tienen garantizada su permanencia en el mapa lingüístico mexicano por varios años. Otras, en cambio, estarían, bajo ese mismo criterio, en las puertas de la extinción: el ayapaneco, lengua hablada en Tabasco, tiene apenas 20 hablantes; el kiliwa, hablado en Baja California, 76, y el oluteco, de Veracruz, solo 77. 

Si bien un número tan bajo de hablantes como el que tienen estas tres lenguas es una sentencia de su pronta desaparición, lo cierto es que los números que en contraste parecieran poner al maya, al otomí o al náhuatl en mejores condiciones no traen buenos augurios y su ventaja comparativa es engañosa por dos razones. 

La primera es que eso que llamamos “náhuatl”, “zapoteco” u “otomí” no son lenguas homogéneas, sino racimos de decenas de variantes, muchas de las cuales difieren entre sí a tal grado que bien se pueden considerar lenguas distintas. Por ejemplo, el náhuatl tiene unas 30 variedades, algunas de ellas muy lejanas —geográfica y gramaticalmente— una de otra, y mientras que las habladas en Veracruz o Guerrero tienen un gran número de hablantes, las de Michoacán o Morelos están prácticamente extintas. Hablar de los números absolutos de “hablantes de náhuatl” oculta la pasmosa verdad de que este nombre cobija varias lenguas que tal vez no estén vivas en la próxima década. 

La segunda razón por la que apelar a los números absolutos de hablantes es engañoso es porque un número “alto” de hablantes no garantiza que la lengua se siga hablando en las siguientes generaciones. Una lengua con 100 mil hablantes adultos que no transmitieron la lengua a sus hijos está en mayor riesgo de desaparecer que una lengua con 10 mil hablantes que sigue siendo hablada en los hogares y adquirida por los niños. 

Patricio Solís e Iván Alcántara, investigadores de El Colegio de México, analizaron los datos del Censo Poblacional del Inegi desde esta perspectiva. La pregunta que hacen es: ¿cuántos niños y niñas de 10 a 14 años hablan la lengua indígena que actualmente hablan sus madres? Calculan, así, la tasa de pérdida intergeneracional, es decir, el porcentaje de niños que no hablan la lengua de sus madres, y buscan los factores socioeconómicos correlacionados con los mayores índices de pérdida. 

Los resultados, publicados en Otros Diálogos, son alarmantes. El maya yucateco, que por sus números absolutos de hablantes parecería estar “a salvo”, tiene una tasa de pérdida de 65.8 por ciento,es decir, por cada cinco niños hijos de madres hablantes de maya, tres ya no la hablan. La mitad de los hijos de hablantes de náhuatl (sin especificar variantes) no hablan la lengua de sus madres. Setenta y uno por ciento de los hijos de hablantes de otomí tampoco adquirieron la lengua de su madre. Con esas tasas de pérdida, la desaparición de estas lenguas, que están entre las 10 más habladas actualmente, es cosa de un par de generaciones. Para otras lenguas indígenas, en cambio, la tasa de pérdida es menos drástica: para el tseltal y el tsotsil, por ejemplo, es de alrededor de 12 por ciento. 

¿Por qué algunas lenguas indígenas se siguen transmitiendo a los hijos y otras no? Las respuestas que encuentran Solís y Alcántara son desconcertantes. Resulta que a mayor nivel socioeconómico y a mayor escolaridad de la madre, las probabilidades de que la lengua no se transmita a los hijos son mayores. Otro factor es la escolaridad de los niños: los que están en la escuela tienden más a no hablar la lengua de sus madres que los que no asisten. Estos sociólogos hablan con razón de una asociación perversa entre pobreza y supervivencia de la lengua. En pocas palabras, los hablantes de lenguas indígenas que consiguen mejores condiciones socioeconómicas —para lo cual una vía ineludible es la escuela— pagan por ellas el precio de abandonar su lengua. 

Una sociedad que castiga así a 6 por ciento de sus habitantes es, no cabe duda, una sociedad desigual y racista. El hecho de que la escolaridad sea un predictor de la pérdida intergeneracional de lenguas indígenas debería alertarnos: ¿qué estamos haciendo (o no haciendo) en las escuelas para que esto suceda? 

La escuela no es un repositorio aséptico de conocimientos. Las escuelas son también grandes reproductoras de ideologías. Una escuela que divide las maneras de hablar español en “correctas” e “incorrectas” es una escuela que legitima también la idea de que existen “lenguas desarrolladas” y “lenguas primitivas”. Las prácticas lingüísticas “buenas” son las que dicta el legitimador, las “malas” son siempre las del otro: las de los bilingües que tienen por materna una lengua indígena, las de las clases trabajadoras, las de los migrantes.  

Estas distinciones, basadas en juicios sociales (nunca lingüísticos), han contribuido al reemplazo de las lenguas indígenas por el español. Quizá eso explica que, a pesar de que este año se celebren 20 años de la promulgación de la Ley de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, no se ve que estos derechos se respeten y se ejerzan.

Si no reconocemos los prejuicios que asignan prestigio a unas prácticas lingüísticas y estigmatizan a otras, no cambiaremos la manera en que la sociedad percibe y juzga a los hablantes de distintas lenguas y distintas variedades de español. Acabar con la discriminación por la manera de hablar o por la lengua que se habla comienza por la escuela.

 

Milenio, 31 de marzo del 2023

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