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Jueves, Noviembre 21, 2024

La escritura tiene miles de años, si bien con el advenimiento de la imprenta, ya con alfabetos modernos, se empezó a posibilitar la comunicación humana hasta llegar a fronteras insospechadas, más allá de la expresión oral. Cierto, los libros, originalmente, estaban escritos por aquellos privilegiados por su estirpe y cultura, en términos generales. Claro, se pensará, que un requisito sine qua non debiera ser una amplia cultura, y hay parte de razón en ello. Pero, gradualmente, el horizonte se expandió a otros mortales que, sin ser parte de la élite cultural, podían comunicar sentimientos, imaginación, análisis, cultura: novelas, cuentos, ensayos, filosofía, historia y toda una gama de disciplinas y posibilidades, empezaron a llegar a miles de lectores.

Seguido les digo a mis estudiantes que no se precisa ser Vargas Llosa, Neruda, Rulfo, Murakami, Kundera, Fuentes o Cortázar para escribir: no todo el que escribe tiene esos vastos recursos lingüísticos, esa prosa, cultura, contextos, genialidad; esa habilidad para cautivar a miles de lectores, en diferentes idiomas, una vez que su fama, los ha proyectado para ser traducidos a distintas lenguas. Pero sí, todos, potencialmente, podemos atrevernos a ingresar en el mágico mundo de la palabra escrita, y crear reportes, ensayos, cuentos, novelas y aun poesía. La exigencia fundamental es comunicar con claridad aquello que se escribe: Si se logra ir más allá y el artículo o ensayo son publicados en revistas indexadas o científicas; si el cuento atrapa; si la novela abre el pensamiento a la imaginación; si la poesía toca y conmueve las fibras más sensibles, así sea a un grupo reducido de lectores, serán buenas señales y habrá motivos suficientes para estar satisfecho con lo creado.

Escribir bien, por otra parte, debe ser uno de los requisitos mínimos de todo profesional: médico, ingeniero, abogado y, con mayor razón del maestro. Más aun, si el nivel básico cumpliera, realmente, con sus propósitos, un estudiante que termine ese ciclo debiera poseer el dominio de su lengua materna, tanto de manera oral como escrita. No es así, por desgracia, en la mayoría de sus egresados.   

Escribir, es una habilidad que debe desarrollarse; va de la mano con la lectura: si se lee, se fortalece el pensamiento, se aprende a argumentar, a comprender diversos textos, de distinta índole. La imaginación que se desarrolla con la lectura de cuentos, novelas o poesías es directamente proporcional al desarrollo del pensamiento. Mientras más se lea, mayor y mejor será el horizonte para desplegar las habilidades necesarias para escribir.

La lectura de textos propios de las ciencias sociales ubica al lector en la importancia de los contextos, los grupos sociales, su desarrollo histórico, el desarrollo de la civilización, sus aberraciones, las guerras, las conquistas, sus instituciones, las leyes, el poder, la política y un largo etcétera. Asimismo, adentrarse a los textos filosóficos promueve el pensamiento lógico, el aprecio por las diferentes ideas, la tolerancia ante los pensamientos diferentes. Propicia el pensamiento lógico y coadyuva a la conformación de códigos éticos, imprescindibles para la generación de seres morales.

Y lo mismo ocurre, con el conocimiento de las ciencias naturales, para el aprecio a las distintas formas de vida, al respeto cuidado y valoración del medio ambiente, a la interacción humana, desde la perspectiva biológica, por decirlo de una sencilla manera, que, por supuesto involucra una visión interdisciplinaria, entre otras cosas.

Así, pues, la lectura debe ser el puente comunicador para el advenimiento de una buena escritura. Pensamos mejor, conocemos más, liego entonces debiéramos escribir mejor: claro, para comunicar y darnos a entender. Así de sencillo.

Nuestras universidades y escuelas Normales (no sólo pueden), deben fomentar la lectura y exigir que los ensayos, reportes e investigaciones cumplan con la premisa de estar bien escritos: a veces lo que se dice es totalmente pertinente, pero vacío, con errores de sintaxis, sin respetar la concordancia o los tiempos verbales, por decir lo mínimo.

Leer, leer, leer. Escribir, escribir, escribir. No hay más recetas. Si en nuestras escuelas, de todos los niveles se potenciaran y desarrollaran esas cualidades milenarias de nuestra especie, hasta el habla, que es lo más natural en este contexto, se enriquecería: las formas de comunicación actuales tienden a cambiar: eso, en sí mismo puede significar tanto un deterioro, si nos atenemos a los formalismos y convenciones aceptadas, como una posibilidad, si vemos en ello la posibilidad para analizar el porqué de su irrupción, su rápido acomodo en el tablero de los significados, su creciente aceptación entre los jóvenes, así como el choque que suele darse con las generaciones adultas o con quienes tenemos la obligación y la tarea de enseñar a hablar bien y, también a escribir bien,

No se trata de satanizar a las nuevas formas del lenguaje: se trata de entender qué es lo que ocurre; ya, eventualmente, algunas de esas formas habrán de adoptarse, transformarse o desaparecer: eso es inevitable en el curso de las ideas, de la cultura, de la historia. La comunicación de hoy, a través de las redes propicia la transmisión y recreación de significados de formas muy económicas, fáciles. Muchos prefieren la rápida comunicación en detrimento de la traducción y mayor ejercicio intelectual que demanda un texto académico o de recreación literaria.

Los tiempos, la competitividad, las distancias, la saturación de tareas engorrosas y sin sentido, la flojera,; el desencanto que emana de saber que no por poseer más grados académicos se ha de ganar más; los medios de comunicación, la falta de ésta en las familias, la pobreza cultural de los contextos o de quienes nos encargamos de la tarea de enseñar a leer y a escribir, en cualquier nivel educativo, tal vez sean,  algunas de las causas por las que no leemos y, mucho menos escribimos, más allá de la entrega de tareas.  

El caso es que tenemos un déficit lector y una magra producción de textos, lo que nos coloca en desventaja en las relaciones de interdependencia cultural, social política y económica ante las naciones poderosas en estos tiempos de globalización. Se apostó, sin visión prospectiva ni estratégica al uso de los medios digitales en la educación, y los cambios no se han visto. Además, son pocas las instituciones educativas que cuentan con los insumos y las redes, lo que se traduce en inequidad, de entrada, y en diferencias sustantivas en sus aprendizajes. Eso, se dice con todo el cuidado posible: soy de los que creen en la necesidad de adoptar los nuevos insumos tecnológicos para mejorar la educación, pero nunca serán la panacea si antes no se resuelven problemas de cobertura, justicia social, salarios, programas sensatos y pertinentes que consideren las distintas realidades y contextos socioculturales y económicos en nuestro país.

Una primera premisa, por elemental y anacrónica que parezca, es convertir nuestras escuelas en espacios en los que el pensamiento, la recreación de significados, la cultura democrática, la tolerancia, el pensamiento lógico y la conformación del pensamiento, sean principios y ejercicios cotidianos.

La imaginación y la comunicación serán más efectivas y constantes a través de la lectura y la escritura, todo el tiempo. Ganar lectores y producir escritores, así sea a nivel escolar, por lo pronto, gradualmente, favorecerá la comunicación y desarrollará la inteligencia de nuestros estudiantes, cuestión que es vital y lo ha sido siempre.  Ya después, por ahí se asomarán algunos de los nuevos y grandes escritores. Con los demás, no se habrá perdido el tiempo: aprenderán mejor, se comunicarán con claridad y, seguro, hasta sus derechos defenderán con argumentos solventes.

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Jesús Reyes Heroles
William Arthur Wild

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

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Patxi Andión
Madre Teresa de Calcuta
Armando Meixueiro Hernández y Gloria B. De la Garza Solís
Julio Ramón Ribeyro
Compilado Pálido punto de luz
Alfredo Gabriel Páramo
Compilado Pálido punto de luz

Mentes Peligrosas

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Mirador del Norte

Maestros en la Historia

“pálido.deluz”, año 10, número 152, "Número 152. Los maestros en las Artes. (Mayo, 2023)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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