Las sociedades están conformadas por múltiples personas con distintos roles: sin
embargo, algunos personajes resaltan en esa construcción social. Uno de ellos es el maestro; sujeto que impacta directamente en las personas con las que convive diariamente. Por ello puede contribuir a brindar estabilidad a la estructura social o cuestionar las ideologías para transformar las condiciones actuales.
Debido a la importancia de su participación en las relaciones sociales, su papel se ha abordado a través del tiempo en libros, poemas, series y películas, analizándolo desde diferentes perspectivas. En algunas ocasiones se le reconoce ese deseo de transformar la ideología latente para permitir que los estudiantes potencialicen sus capacidades y logren ver más allá de las normas establecidas, aunque eso conlleve problemas en el área administrativa de la institución, que no siempre está de acuerdo con las ideas que rompen con el esquema social.
En este tipo de narrativa se plasman también las satisfacciones personales que el maestro recibe, que no necesariamente tienen que ver con ingresos económicos, sino con saber que cambiaron la vida de sus estudiantes al permitirles apreciar el mundo de otra
manera. Pero también, convirtiéndose en un amigo fiel al cual los educandos pueden confiar sus miedos y deseos, sabiendo que recibirán una opinión sincera que los ayudará a disipar las dudas que pudieran presentárseles u orientarlos en la toma de sus decisiones.
En otras ocasiones se narra la historia desde la propia perspectiva del docente, quien se transforma a sí mismo cuando coloca al grupo de educandos a su cargo en el centro de sus intereses. En este tipo de representaciones existe un tema poco considerado socialmente: la vida personal y familiar del maestro, pues cuando se involucra demasiado en el desarrollo de sus estudiantes, puede descuidar su propia familia, descubrir que las personas más cercanas no comparten su misma ideología, o que éstas consideren de poca importancia su labor docente, ya que a menudo transcurre su existencia dentro del centro escolar, olvidando la vida personal o metas particulares que no siempre se relacionan con la docencia.
Al igual que en cualquier profesión, hay maestros con poca vocación o que se encuentran en la docencia por alguna razón lejana al deseo de compartir con sus estudiantes y ayudarlos en su formación integral. Ello ha provocado que esta actitud se plasme en películas mostrando maestros que pasan el tiempo escolar platicando con otros docentes o sentados en el escritorio sin involucrarse con los niños e incluso, convertirse en el centro de las bromas, crueles o inocentes, de los alumnos.
Hace algunos años en nuestro país se realizó un reportaje donde se abordaba la “ineptitud” del docente, culpándolo del estado del Sistema Educativo Nacional. En ese documento, además de omitir las normas administrativas a los que estamos sujetos, se caía en el estereotipo de que un profesor debe ser el conocimiento caminando, como si por serlo estuviera obligado a saber todo de todos los temas, comparándolo con una enciclopedia viviente en lugar de reconocerlo como una persona que diariamente se prepara para dar lo mejor de sí, compartiéndolo con sus estudiantes y ayudándolos a desarrollar todas sus capacidades.
Aunque el papel del maestro puede verse desde diversas perspectivas y de acuerdo con las propias experiencias de cada uno, algo que compartirán todas estas visiones es el impacto de su presencia a través del tiempo, porque no importa si fue un gran maestro o el peor del mundo, quienes hayan compartido tiempo con él reflejarán sus ideas, experiencias, así como formas de ser y de pensar.
El trabajo con los estudiantes va más allá de compartir un tiempo y espacio específico, ya que en cada clase se enlaza la cultura del lugar con las características personales de cada participante, logrando que al finalizar el ciclo, todos se hayan transformado de una u otra manera.