Hace unos 18 años, el ahora doctor Rafael Tonatiuh Ramírez tuvo una de sus ocurrencias geniales: “vamos a escribir una novela colectiva, la primera, utilizando el correo electrónico” y lo propuso a varios de sus amigos y colegas de esa época. El proyecto fue tomando forma, se determinó la manera de trabajo y el orden en que iríamos participando, así como un mínimo de condiciones como “se va a tratar de una novela realista sobre la vida de los profesores en el México actual”.
Así, Nancy Benítez, Carmina Capistrán, Armando Meixueiro, Gabriel Páramo (o sea, yo), Luciano Segurajáuregui y Alfredo Villegas, además del propio instigador, acudimos al llamado de dar vida a un maestro que, como se definió desde el principio de la obra, sería Benjamín Rojas, “mexicano posmoderno, o sea, jodido y regañado”, eterno insatisfecho ante el destino que lo obliga a “dar clases”, por encima de “ser profesor”; siempre iconoclasta, y que siguiendo las palabras de Zitarrosa, sabe que “el tiempo no es la historia, ni la vida es pensamiento”, y que se tiene que actuar en el aquí y ahora en el que estamos.
El maestro equivocado, nombre que tomó la obra, es una novela que se adelantó a su tiempo, no porque la escribiéramos nosotros, sino porque tomó las palabras de profesores ninguneados por el sistema, muchos de ellos tránsfugas de la academia y peregrinos de universidades para obtener lo indispensable para irla pasando. Además, se trata de un libro sincero, en el que los participantes no se pusieron de acuerdo y constantemente pelearon porque lo que uno u otro escribía no iba en la línea de lo propio. Benjamín Rojas, profesor por antonomasia, quedó plasmado como muchos de la vida real, un poco esquizofrénico, un mucho dividido entre la inseguridad y la certeza.
Ahora, dieciocho años más viejo, que no necesariamente más sabio, veo que si algo le sobró a Benjamín Rojas fue un poco de malicia, de crítica hacia ciertos sectores de la Academia plagados de autoglorificados investigadores que ostentan sus grados como blasones, no como el esfuerzo social que les permitió conseguirlos, que olvidan –o tal vez ni siquiera se preocuparon nunca en reflexionarlo—lo dicho por Zitarrosa (sí, lo cito de nuevo): “Es riesgo del que realiza su vida en un escenario/ sentir que es extraordinario el horizonte que divisa/ pero aquel que catequiza apoyado en las bordonas/ si cantando no razona como cualquier proletario/ deja de ser necesario cuando el pueblo lo abandona”.
Porque, como sigue diciendo Benjamín Rojas, que aún logra colar alguna de sus historias por aquí y allá, no todo el problema se debía, como aparentemente pensaba hace 18 años, a los males estructurales de la organización educativa y la administración de las universidades, sino también al egoísmo, la falta de solidaridad y la estulticia de muchos profesores, de la escuela pública y privada, que odian dar clases y, lo que es peor, odian aprender. Profesores que no tienen vergüenza en humillar alumnas y alumnos, en hacer de la discriminación una forma de vida, o en asegurar que ellos (el alumnado) debe sufrir más que ellos mismos para obtener sus grados.
Así y todo, El maestro equivocado se ha presentado en innumerables escuelas y foros, de tal forma que tres lustros después, la obra no solo es vigente, sino que está viva. Hace pocos años, “antes de la pandemia”, el maestro Daniel Lara, amigo extraordinario y gran profesor, me invitó a dar una plática a sus alumnos de investigación en la FES Acatlán, de la UNAM. Allí me encontré con la absoluta sorpresa de estudiantes jovencísimos, eran convencidos y fervientes devotos de la iglesia de Benjamín Rojas y su profeta, el mismísimo Daniel Lara.
En su momento, la presentación de la novela colectiva en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García la hizo el periodista, poeta y psicoterapeuta Miguel Ángel Quemain, mientras que el prólogo correspondió al siempre recordado José Antonio Forzán Gómez, quien expresó: “Benjamín Rojas no es una totalidad, es una fragmentación a muchas voces”. En resumen, El maestro equivocado, novela coral, colectiva e hipermoderna, a la manera de Lipovetsky, independientemente de quienes hayamos participado en ella, aguanta aún una o más lecturas críticas.
PD Las citas de Alfredo Zitarrosa, el genial cantor y poeta uruguayo, corresponden a “Diez décimas de autocrítica”.
El maestro equivocado fue publicado por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán en 2005. Su ISBN:978970C8580, bajo el sello editorial de Grupo Empresarial JARO y Karacteres Comunicación.