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Jueves, Noviembre 07, 2024


Para Amanda que, sin ser maestra,
nos está enseñando a vivir.

Docencia y cine.

Hablar del docente implica imbuirse en el horizonte insondable del proceso escolar, significa aventurarse en el camino siempre cambiante de la enseñanza y el aprendizaje.

El docente, y esto es indudable, ha jugado un papel muy importante en la educación formal a pesar de que algunas teorías recientes que se dicen pedagógicas, como la tecnología educativa, han pretendido cercarlo y disminuirlo.

Así, la concepción del docente ha sufrido muchas transformaciones en este siglo, junto con las propuestas pedagógicas que la cuadriculan en un esquema difícil de aceptar. Además, en este fin de milenio observamos que el rol del maestro en la sociedad se ha ido restringiendo, reduciendo su función a la de ser un simple aplicador de programas, evaluador de exámenes o en el mejor de los casos a un transmisor de conocimientos, olvidando la relación humana que tiene lugar en todo proceso educativo. Una de las características insustituibles del docente es precisamente, la facultad que posee, junto con los padres, de ayudar a la conformación del sujeto humano en la interacción cotidiana que se realiza en el aula.

De este modo, abordar la figura docente a partir del cine entraña una perspectiva interesante ya que, si bien es cierto que existen muchos análisis alrededor de las crisis educativas y escolares, poco se ha hablado de las crisis del maestro. Pero, ¿por qué a través de las películas?

El cine, como un medio privilegiado de comunicación de masas, sintetiza de forma extraordinaria infinidad de expectativas y modos sociales de comportamiento. Es el tamiz en el que quedan reflejadas costumbres, comportamientos, visiones del mundo y en el que se proyectan, en todos los sentidos, deseos y utopías. El séptimo arte nos permite así, descubrir modelos de conformación social que son típicos en una cultura y a su vez, propone modelos que son críticas y alternativas a la sociedad en la que se está viviendo.

Nuestro interés, por tanto, consiste en distinguir modelos de figuras docentes que han aparecido en el cine con el fin de abstraer las concepciones que, sobre el maestro, existen en el mundo occidental y obviamente en el siglo XX. Nuestra pretensión no es exhaustiva, no queremos revisar todas las cintas que aluden de alguna manera al maestro, pues sería una labor harto difícil y el tiempo no alcanzaría para ver toda la producción cinematográfica. En cambio, sí sugerimos algunas categorías de análisis, como hipótesis han surgido de nuestros trabajos y reflexiones sobre cine y educación.

Pensar al docente en el cine nos lleva a reconstruir infinidad de escenas: ¿quién no recuerda a Mr. Thackeray, el profesor de Al maestro con cariño, recibiendo un homenaje en la ceremonia de fin de cursos?, ¿Quién no se emociona con la última escena en la que Thackeray rompe expresivamente la notificación de un mejor trabajo? ; ¿alguien puede permanecer inerme ante la actitud de los alumnos de Sociedad de poetas muertos parados sobre las bancas frente al despedido profesor Keating?; ¿quién puede mantenerse insensible ante el discurso pocho y convincente del profesor Jaime Escalante de Con ganas de triunfar?; ¿quién se muestra apático en las escenas de la terrible desesperanza de la Dulce Emma?; ¿alguien puede quedarse tranquilo con los castigos aplicados por el profesor a los estudiantes de Los 400 golpes?

Podríamos continuar enunciando escenas emotivas de películas que aluden al maestro, pero en un esfuerzo de sistematización de la figura docente, trataremos de organizar y sugerir algunas categorías de análisis.

Proponemos cuatro categorías de la figura docente en el cine: dos que aparecen casi simultáneamente en la década de los treintas y cuarentas, y otras dos que arriban al escenario en los ochentas, también de manera simultánea.

El docente castrante y el docente apóstol.

Hemos denominado las primeras dos figuras docentes que vislumbramos en el cine como el docente castrante y el docente apóstol.

El docente castrante aparece en películas como Cero en conducta de Jean Vigo (Francia, 1933), Los 400 golpes de Truffaut (Francia, 1959),  y en cintas más recientes como Pink Floyd, the wall de Parker (G.B., 1982), Matilda de Danny De Vito (E.U., 1996) y Locuras de muchachos (Suecia, 1996).

La incomprensión, el abuso de autoridad, los castigos irracionales, la prohibición de la creatividad, la asunción rígida a las normas caracteriza al docente castrante. Parecería que esta figura se sustentara en la antigua frase de “la letra con sangre entra”.

En Los 400 golpes se exhibe una significativa figura del docente castrante. Antoine es un muchacho inquieto que indiferente a sus padres por el trabajo y otros intereses (un amorío en el caso de la madre y la afición a los automóviles por parte del padre) no encuentra la satisfacción de sus necesidades vitales. El profesor de la escuela, como los padres, desconoce las preocupaciones de Antoine y actúa de manera castrante: emplea los castigos como principal recurso educativo, para corregir lo que interpreta como faltas, convirtiendo a   la escuela en un espacio de represión y de control.

PinkFloyd, the wall fue una cinta que causó gran impacto cuando se exhibió y aunque el tema central no se refiere a la crítica escolar, hay una secuencia dedicada a ésta, en la cual aparece un docente castrante. En ella se presenta, caricaturizado, un profesor que, con gritos y reglazos, obliga a los alumnos a seguir la lección de memoria. Ridiculiza a Pinky, protagonista del filme,  cuando lo descubre escribiendo un poema y violentamente lo hace repetir la lección.

También es significativo en esta cinta uno de los temas musicales que ha trascendido como una afrenta a la escuela y a los maestros: nos referimos a “Another brick en the wall” en la que un fragmento de la canción dice: “No necesitamos educación/ Nada de control de la imaginación/ ni turbio sarcasmo en las aulas/ Maestro deja a tus alumnos en paz/ Maestro deja a tus alumnos pensar...”

En otra cinta, Matilda, el docente castrante aparece personificado por la directora Tronchatoro, mujer gorda, fea y de rigidez fascista que, con el mínimo pretexto, aplica castigos físicos y tortura psicológica a indefensos niños de una escuela primaria.

En contraposición a lo ya expuesto, arriba a la escena el docente apóstol, en filmes como Río Escondido del “indio” Fernández (México, 1947), Semilla de maldad de Brooks (E.U., 1955) y Simitrio de Gómez Muriel (México, 1960).

“Tocaba el caso a la maestra rural Rosaura Salazar, que aun enferma del corazón, acepta como un honor del presidente, la misión de trabajar en una comunidad apartada. El pueblo -el Río Escondido del título- se encuentra dominado por el cacique Regino Sandoval, que tiene sumidos en el terror y la pobreza a los habitantes del lugar. Junto con el sacerdote y un médico en servicio social, la maestra enfrentará a don Regino.”1 Así explica Rafael Tonatiuh Ramírez el argumento de la cinta mexicana en dónde la vocación apostólica de Rosaura Salazar se manifiesta. Ella es capaz de entregar su vida y comprometerse hasta el martirio por los habitantes del pueblo. La figura del docente apóstol se distingue porque a pesar de las enormes dificultades que enfrenta, el maestro acepta su condición y se entrega con “fe de carbonero” a la educación y a la enseñanza.

De Simitrio dice Efraín Huerta que “es una apología del maestro rural, el público se conmueve de verdad con una rica exposición de nobilísimos sentimientos”2, mientras que García Riera opina que “en realidad pocas cosas pueden concebirse más reaccionarias que la limosna espiritual otorgada, a guisa de compensación, al tradicionalmente explotado maestro de primaria.”3 Los dos comentarios anteriores, a pesar de sus diferencias de punto de vista, muestran cómo Don Cipriano, el maestro ciego, es un modelo característico del docente apóstol. Apasionado y orgulloso de su profesión, soporta las bromas de los alumnos sin enojarse, con una convicción que raya en el masoquismo.

Llama la atención que ambas cintas son mexicanas y que hacen referencia a un maestro rural. Sería interesante profundizar en estos aspectos como indicadores sobresalientes de la configuración del docente apóstol en nuestra cultura.

Un ejemplo que ilustra muy claramente la figura del docente apóstol aparece en Al maestro con cariño de Clavell (G.B., 1967). Mr. Thackeray es un ingeniero desempleado en Londres a quien contratan como profesor sustituto en la escuela de North Quay para atender a un grupo de estudiantes rechazados y problemáticos. El proceso que va viviendo Thackeray no es fácil, tiene que ganarse a los alumnos y convencerse a sí mismo de la importancia su labor en esas condiciones. Poco a poco alcanza esta meta, haciendo acopio de valor y creatividad. Finalmente descubre su vocación y decide dejar mejores oportunidades de desarrollo profesional, por la misión educativa.

Otros filmes más recientes que abordan la figura del docente apóstol son Apóyate en mí de Avildsen (E.U., 1989), Mentes peligrosas de Smith (E.U., 1995) y Matilda (E.U., 1996) (personificada en la maestra Miel).

Como podemos observar, las primeras figuras docentes en el cine develan dos posiciones extrapoladas: el docente castrante tiende a un comportamiento cercano al sadismo y el docente apóstol se apega a una personalidad próxima al masoquismo. Ciertamente, en la primera mitad del siglo los roles educativos eran más rígidos y estables. La credibilidad del profesor no se cuestionaba y la función social que desempeñaban iba acorde a los fines y demandas que el estado y la sociedad estipulaban. Sin embargo, con las grandes crisis sociales, políticas, económicas y culturales que se experimentan hacia la segunda mitad del siglo, el papel del docente se resignifica, junto con todos los cambios que va generando el cuestionamiento al proyecto de la modernidad.

Así, en el cine se presentan nuevos modelos de educadores hemos nombrado como docente crítico y docente desencantado.

El docente crítico y el docente desencantado

En la película Con ganas de triunfar de Menéndez (E.U., 1987) encontramos los primeros visos de la figura del docente crítico. Jaime Escalante es un profesor sudamericano radicado en los Angeles. Allí es habilitado como profesor de cálculo en el último grado del High School en una escuela de mayoría chicana. Escalante se fija como meta que sus alumnos aprueben el examen para ingresar a la universidad. A fin de lograrlo, utiliza los recursos que tiene al alcance para enfrentar los factores socioeconómicos y culturales que condicionan la participación y el aprovechamiento de los muchachos en la escuela. Con su lenguaje pocho, convence a sus estudiantes del potencial que poseen y los compromete en el aprendizaje. Sin embargo, un equipo evaluador desconfía de los resultados de estos jóvenes y pone en entredicho la labor del profesor.  Esto obliga al maestro Jaime Escalante a tomar conciencia de su real posición en el engranaje escolar y a cuestionar el sistema educativo norteamericano.

El docente crítico marca una diferencia con el docente apóstol, en la medida en que existe una conciencia que juzga el papel de los estudiantes, cuestiona los programas escolares,  reflexiona sobre  su propio quehacer como educador, y  llega, incluso a confrontar las autoridades institucionales.

En Sociedad de poetas muertos de Weir (E.U., 1989) se refleja con mucha fuerza la figura del docente crítico. La historia se desarrolla en una institución escolar de tradición y prestigio que educa con mucha rigidez y disciplina. A ella llega John Keating, exalumno y joven profesor de literatura, que cuestionará la forma tradicional de enseñar y mostrará a sus alumnos un camino más atractivo para el aprendizaje. El maestro Keating interroga a los estudiantes y los obliga a tomar conciencia de sí mismos revalorando sus procesos de aprendizaje y su sentido de la vida. Sin embargo, las estrategias de Keating son cuestionadas por las autoridades de la escuela y éste es despedido. El joven profesor asume incluso este desenlace.

El personaje de Keating resultó tan afortunado que Robin Williams ha tendido a repetirlo, con algunas diferencias, en otras películas como Mente indomable de Gus Van Sant (E.U., 1997) y Patch Adams de Tom Shadyac (E.U., 1998).

Otras cintas que hacen alusión al docente crítico son Sarafina, el sonido de la libertad de Darrel J. Roodt (Sudáfrica, 1992), que narra el compromiso social de la maestra Mary Mosombuka combatiendo contra el régimen del apartheid en una escuela secundaria para negros de Soweto y Triunfo a la vida de Herek (E.U., 1995) que presenta un profesor de música que va aceptando críticamente su condición de docente.

La última categoría del docente que descubrimos en el cine es la del docente desencantado. En ella se encuentra el maestro que después de vivir múltiples dificultades en su profesión, pierde la fe en la educación y la enseñanza.

En La historia oficial de Argentina y Luis Puenzo (Argentina, 1985) vislumbramos los primeros indicios del docente desencantado. Una profesora de historia va perdiendo la fe en la enseñanza de esa disciplina porque descubre que la “historia oficial” deforma los hechos pasados ocultando asesinatos y complicidades en el poder.

Dulce Emma de István Szabó (Hungría, 1992) es una cinta que muestra agriamente el desencanto en la docencia. Emma es una profesora de ruso en Budapest, vive con muchas carencias en una pensión de maestros con su amiga Bobe, y sufre los cambios generados por la caída del socialismo. Las dificultades que enfrenta son innumerables: cambios en los programas, indiferencia y apatía de los alumnos, abuso de autoridad, pobreza, falta de recursos, etc. “La maestra Emma -rubia, de mirada triste, sin maquillaje, con blusa, gran faldón y pelo recogido- no es el apóstol mártir y guía de la renovación. Es sólo una maestra en un ácido momento histórico. Profesionista provinciana en una gran ciudad húngara cuando todo parece desmoronarse.”4

La profesora Emma va desertando de la educación, mientras que  su amiga Bobe acaba prostituyéndose. La escena del sueño en el que la protagonista va cayendo por un risco, rodando desnuda y golpeándose sin control, es una terrible metáfora de su vida. “El vacío social hará de Emma un personaje carente de fe en algo, y terminará por no creer en su profesión, desesperada agredirá a sus alumnos, perderá el empleo y finalizará vendiendo periódicos en el Metro.”5

Otra película en la que encontramos un docente desencantado es La belleza de las cosas de Bo Widerberg (Suecia, 1995) en la que Viola, profesora de inglés en un pequeño poblado de Suecia, ha perdido la fe en la educación y utiliza su posición de autoridad para seducir a un alumno. La relación entre la maestra y el alumno se va complicando y Stig, el alumno seducido, irá comprendiendo que la enseñanza y el aprendizaje no se presentan en la escuela.

Síntesis

Las categorías expuestas hasta aquí son modelos ideales, por lo que no se encuentran reflejados de manera pura en ninguna película. Hemos querido describir las tendencias generales de representación de la figura docente en diversas cintas, aunque es posible que en la pantalla, como en la vida, el personaje del profesor presente rasgos híbridos de dos o más categorías; sin embargo, creemos que siempre es posible reconocer la dominancia de una de ellas en la práctica educativa concreta, ya sea en la ficción o en la realidad.

El docente castrante y el docente apóstol son dos caras de la misma moneda, pues ambos parten de la aceptación acrítica de la institución escolar y del encargo social que les es confiado. Pero mientras el primero centra su trabajo en salvaguardar el carácter autoritario de la escuela, manteniendo el control de la disciplina, el segundo enfoca su labor en la transmisión de los saberes marcados en los programas oficiales. Ambos, de alguna manera, limitan la creatividad de los estudiantes, obligándolos a someterse a reglas disciplinarias o a contenidos rígidamente establecidos.

El docente apóstol y el crítico se asemejan en el hecho de que ambos se comprometen con sus alumnos, les demuestran afecto e interés y buscan incrementar la motivación para el estudio. Ambos son altruistas, incluso a costa de su integridad física y emocional, pero enfocan la enseñanza de manera distinta. El docente apóstol suele ser tradicional, en cambio, el docente crítico procura trabajar de manera innovadora, con frecuencia desafía a las autoridades institucionales, cuestiona los programas educativos y los textos “autorizados”, porque intenta estimular en los alumnos un pensamiento flexible, una mente abierta y tolerante a distintos puntos de vista.  El docente apóstol persiste en su misión educativa, a pesar de que a veces deba trabajar en condiciones precarias, pero no se opone ideológicamente al proyecto educativo de la escuela; el docente crítico frecuentemente resulta subversivo y peligroso para la institución.

El docente desencantado, por su parte, deserta de la escuela, en forma real o simbólica, porque deja de creer en lo que hace. Cuando renuncia a la enseñanza lo hace con amargura, porque no tiene voluntad para seguir luchando.  Si continúa dando clases, se vuelve indiferente y frío con los alumnos, enseña con desgano, se expresa de manera despectiva acerca de los colegas y las autoridades escolares, pero  se somete a la inercia institucional.

Estas cuatro representaciones del docente en el cine son la expresión del imaginario social contemporáneo sobre el maestro, mas para comprenderlas, es conveniente analizar las concepciones y valores que históricamente han influido en la función de la escuela y  la profesionalización del educador.

Reflexión final

El proyecto de modernidad, que nace en el Renacimiento, se institucionaliza en la Ilustración y encarna en el entramado social hasta el siglo XX, fue constituyendo un tipo de sociedad que se caracteriza por el individualismo. Las instituciones sociales que se modelaron en este proceso fueron reforzando esta conformación del sujeto en el que los valores de la colectividad perdieron sentido en beneficio de los valores individuales: la familia, la escuela, la Iglesia, la industria, etc. se distinguieron, en la primera mitad del siglo, por ser instrumentos rígidos en la conformación del individualismo. En ese sentido, el papel designado al maestro implicaba un rol estable y prefigurado: de ahí que el docente castrante y el docente apóstol sean figuras congruentes con este momento histórico. Con el ingrediente del individualismo, el docente, en la primera mitad del siglo,  asumía en carne propia cualquiera de las demandas de la institución escolar. Así, podía vivirse como un representante indispensable de la escuela y accedía a modos de comportamiento caracterizados aquí como docente castrante o se vivía como un depositario de las contradicciones sociales y mostraba una actitud próxima al docente apóstol.

Sin embargo, con la gran crisis de la civilización moderna, fracturada inicialmente con la segunda guerra mundial, y con hechos como la guerra de Vietnam, los movimientos estudiantiles, el arribo de la contracultura, el deterioro ambiental, etc., la credibilidad en las instituciones se va perdiendo. Esto genera un cambio y una resignificación en la visión general del mundo. La concepción de docencia como un elemento más de esta transformación sufre también un cambio y una resignificación: observaremos entonces que en el cine de los ochentas emerge el docente crítico y el docente desencantado. No quiere decir que en ese preciso momento aparezca este tipo de docentes, más bien se logran sintetizar en el cine hasta esa década. Tampoco creemos que hayan desaparecido las dos primeras figuras docentes ya descritas (castrante y apóstol), al contrario, permanecen y se enriquecen (o se empobrecen, según el punto de vista) con las nuevas figuras. La pregunta importante para concluir sería: ¿hacia dónde se perfila la figura docente en el nuevo milenio?

Notas

  1. Rafael T. Ramírez, “Río Escondido o paisaje con maestra y cacique” en Cine y educación. La vida es mejor que la escuela. México, Taller Abierto, 1998. p. 59
  2. Emilio García Riera, Historia documental del cine mexicano. 7, México, Era, 1975. pp. 337 y 338
  3. , 338
  4. Rafael T. Ramírez, “Dulce Emma, o el magisterio en la era del vacío” en El Nacional. “La hoja del Maestro” (México, 28 de abril, 1998) p. 17
  5. , Ibid. p. 17

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