A veces al hablar de los maestros, pensamos en los que están en un salón de clases frente a un grupo numeroso de niños sentados ante sus mesas; sin embargo, si conservamos sólo esta imagen, estaríamos dejando de lado a quienes laboran pese a todas las adversidades, a los que dilatan horas para llegar a su centro de trabajo o si tienen suerte, viven ahí mismo, entre cuatro improvisadas paredes. Esos maestros no saben lo que significa una organización establecida, comparten las funciones de director, maestro de varios grados, conserje y personal de apoyo, pero realizan su labor con una pasión infinita.
Porque si hay una profesión loable y digna de reconocimiento, es la del maestro rural. Esa persona que se prepara durante 4 años en la Normal y después se va a la sierra, al campo, a donde se le necesite, con tal de ayudar a la niñez mexicana más desfavorecida.
Ellos buscan sin cansancio mejores oportunidades para los pequeños del campo, deseosos de compartirles nuevos ideales con el firme propósito de que logren salir adelante. Los nombres de algunos de estos maestros han perdurado a través del tiempo, por las convicciones que tenían, los logros que alcanzaron o por la lucha constante que enfrentaron para vencer la desigualdad.
En esta ocasión recordamos al maestro José Guadalupe Rincón Andrade, cuyo trabajo perdurará en la memoria de todos quienes lo conocimos y disfrutamos de sus aportes.
Defensor de la educación, abogaba por el progreso de todos los niños, reconociendo la importancia del binomio maestro ─ familia. Además, contribuyó a la formación de docentes para germinar en muchos de los futuros profesores el amor por la enseñanza, ese trabajar desde el corazón, sabedor de que ser maestro es algo que se siente, no una obligación.
Gracias a su esfuerzo, se amplió la oferta de varias instituciones educativas, como las unidades de la Universidad Pedagógica Nacional en la Ciudad de México. También fue uno de los fundadores de la revista Caminos abiertos; publicación donde plasmó la forma en que trabajó, cuando fue director de la Unidad 095 Azcapotzalco con la Universidad Pedagógica itinerante, desplazándose a diversas zonas de la ciudad con el fin de incrementar la matrícula de estudiantes. Esto, porque muchos maestros que desean continuar su formación profesional no disponen de suficientes opciones o están obligados a cruzar toda la ciudad para lograrlo, lo que frena sus aspiraciones. Por esa razón, la idea de grupos externos consiguió atraer a muchos más docentes deseosos de continuar aprendiendo.
Otro de sus logros fue impulsar la maestría en Educación Ambiental, un tema que desde hace años va adquiriendo mayor importancia para nuestra sociedad. Brindar una opción distinta para continuar con la formación académica de los profesores, les permite no sólo ampliar sus conocimientos sino además reflexionar sobre este tema tan importante y controversial.
El maestro Rincón no era un docente por circunstancias, sino por vocación. La educación le apasionaba, lo que se notaba cada vez que compartía sus conocimientos con maestros, docentes en formación, estudiantes o niños... La sociedad en general se vio enriquecida con sus enseñanzas, las que perdurarán hasta la eternidad y como él mismo dijo: si ponemos atención cuando visitemos alguno de los planteles donde trabajó, podremos escuchar el gracias que nos dice desde su corazón.
Gracias a usted, Maestro José Guadalupe Rincón Andrade, por enseñarnos el verdadero significado de ser docentes.