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Miércoles, Mayo 08, 2024

Es el pulmón verde y la selva tropical más importante del planeta. Fundamental para regular su clima. Ocupa casi 60 por ciento de la extensión de Brasil. Sin embargo, es donde se registra una mayor destrucción. Según datos oficiales, en los primeros seis meses de este año perdió casi 4 mil kilómetros cuadrados de vegetación, 10.6 por ciento más que en el mismo periodo del 2021. Es una devastación creciente desde que hace cuatro años llegó al poder el ultraderechista Jair Bolsonaro. Y es la mayor pérdida registrada por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE, por sus siglas en portugués), que comenzó hace siete años a recopilar datos por medio de satélite.

De acuerdo con el INPE, cada minuto la Amazonia brasileña pierde el equivalente a dos canchas de futbol. En junio de este año quedaron sin vegetación nativa mil 120 kilómetros cuadrados. Una de las causas: los incendios (los peores desde 2010) debido a la sequía, a la que se agrega la deforestación que perpetran los intereses ligados a la minería, las actividades agropecuarias y madereras, por ejemplo. Y también los incendios provocados intencionalmente para abrir nuevas áreas de explotación económica.

En todo lo que sucede salta el papel negativo de Bolsonaro. Las críticas hacia él no se limitan a Brasil, sino que ocupan también la atención internacional. Y es que las políticas medioambientales del mandatario han sido desastrozas. Según él, proteger la Amazonia así como otras medidas que buscan lograr al máximo un uso racional los recursos naturales, son un obstáculo para el desarrollo económico. Y aunque aprobó un andamiaje legal para proteger la Amazonia, redujo notablemente los apoyos financieros para los programas para protegerla y y vigilarla. Y algo muy grave: su gobierno es decididamente partidario de que las tierras indígenas, históricamente protegidas, se puedan dedicar a las actividades extractivistas mineras y agrícolas. El fruto es muy claro: el despojo del patrimonio de las comunidades originarias y el asesinato de los líderes que se oponen a ese cambio.

A todo lo anterior se agregan las fallas en el andamiaje administrativo relacionado con los temas ambientales: la dependencia responsable de tan importante asunto no ejerció el año pasado más de la mitad del presupuesto que le asignaron para sus tareas, en especial lo que se relaciona con la vigilancia de las áreas naturales. No debe extrañar entonces que todas las estimaciones de los expertos y los organismos internacionales concuerden en que este año la deforestación sobrepasará 10 mil kilómetros cuadrados.

Cuidar la Amazonia en Brasil es un asunto de seguridad mundial por los efectos negativos que conlleva destruir selvas y bosques. También adquiere mayor importancia ahora que en dicho país el actual mandatario busca relegirse. Los grupos ecologistas son partidarios de su oponente, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que ganó en la primera vuelta de la contienda aunque por un margen menor del pronosticado. Y hay motivos para ese apoyo: durante su gobierno (2003-10) hubo un notable descenso de la deforestación de la Amazonia. Igual ocurrió durante el mandato de su sucesora, Dilma Rousseff, a quien el Senado destituyó en un proceso más político que legal.

El próximo 30 de octubre los brasileños deberán elegir a su próximo mandatario. Al sumarse a su candidatura quienes ocuparon el tercero y cuarto lugar en la primera votación, sería de esperar que Lula da Silva obtenga el triunfo. Pero no hay que olvidar cómo el aparato mediático del país, las fuerzas militares y los grupos evangélicos tienen un alto poder de convocatoria.

La Amazonia también es parte de Venezuela, Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, Guyana y Surinam. En todos ellos la devastación es igualmente preocupante. Sumemos el hecho de que los menos consultados por los gobiernos para la toma de decisiones sobre ese inmenso territorio son los pueblos originarios. Precisamente los guardianes de la biodiversidad que distingue al pulmón verde; los que han sabido manejarla con sabiduría y que poseen culturas milenarias. Bien vale la pena resumir el lunes próximo los problemas más graves que los asedian desde hace mucho tiempo.

 

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