Ciudad de México. La presencia de la mujer desde las primeras etapas del normalismo rural ha sido fundamental. En 1922, cuando nació oficialmente la primera Escuela Normal Rural (ENR) en Tacámbaro, Michoacán, “era inconcebible una familia sin una madre y las primeras ENR fueron pensadas por la Secretaría de Educación Pública (SEP) para operar como una familia”, afirman los investigadores y expertos en el estudio del normalismo rural Hallier Arnulfo Morales Dueñas y José Manuel Martínez Escobedo.
Se trató, explican, de un proyecto educativo en el que no sólo se contaba con instalaciones educativas, sino con un internado que brindaba casa y cobijo, alimentos y trabajo colectivo para el sustento de toda la comunidad, por lo que los alumnos serían como los hijos, el director, como un padre al cuidado de los estudiantes, y la ecónoma, una madre. Hoy es un sistema que atiende a poco más de 7 mil estudiantes en 16 casas de estudio con internado.
Pero las mujeres no sólo fueron “madres” de las primeras instituciones formadoras de maestros rurales, como alumnas y maestras tuvieron una presencia central. Las primeras ENR nacen no sólo con internados, sino como instituciones educativas mixtas (hasta 1943, cuando se dividen por sexo), lo que abrió la oportunidad a cientos de muchachas para abandonar las labores del campo e iniciar su formación docente.
Importancia del internado
Martínez Escobedo, profesor de educación primaria y egresado de la Escuela Normal Rural General Matías Ramos Santos, de San Marcos, Zacatecas, destaca que tras investigar y visitar 65 comunidades en todo el país donde se instalaron las primeras escuelas centrales agrícolas y regionales campesinas “que buscaron convertirse en ENR, podemos constatar que ahí donde llega la educación, se transforma la comunidad, y eso ocurre hoy, al igual que hace cien años”.
Sin embargo, a un siglo del surgimiento de las ENR, se multiplican sus desafíos. “Si no se retoma el internado como un elemento central de la formación del maestro rural, seguiremos perdiendo la oportunidad de formar educadores de excelencia, porque son los únicos que pueden dedicarse a su formación 24 horas, siete días de la semana.
“Tienen las condiciones físicas y materiales, pero no el acompañamiento presupuestal, de personal ni de proyecto educativo para hacerlo”, asegura el profesor-investigador Morales Dueñas.
También recordó que desde 1942 perdieron el plan de estudios diseñado con el fin de atender sus necesidades específicas y se integraron a la comunidad de normales públicas, que actualmente agrupa a 263 casas de estudio, de la cuales sólo 15 son escuelas normales rurales que cuentan con internado.
“El debilitamiento de las normales rurales surgió por la desatención de su internado y de este abandono del proyecto de formar maestros para llegar a las comunidades menos favorecidas”, indica.
Ahora estamos ante la inminente aprobación de un nuevo plan de estudios para las instituciones formadoras de maestros en México, que “nuevamente deja fuera las necesidades específicas de las ENR y de sus internados”, advierte el experto.