I
Hojeando uno de los cinco periódicos que todavía compra impresos, el profesor Labastida ve la lista de las Universidades ubicadas como las mejores del mundo en Shanghai Ranking 2022. Las copia en su libretita/agenda, con la mano izquierda y en letra script:
Universidad de Harvard
Universidad de Stanford
El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT)
Universidad de Cambridge
Universidad de Berkeley
Universidad Princeton
Universidad Oxford
Universidad de Columbia
Instituto Tecnológico de California
Universidad de Chicago…
Con el instinto indagador que caracteriza al profe, César Labastida Esqueda deja el periódico abierto sobre la mesa y va por su Tablet para poner en el buscador: “¿Por qué la Universidad de Harvard es diferente a una universidad mexicana?” Labastida cree que va a encontrar miles de competencias, conocimientos, métodos, habilidades y destrezas en los indicadores; sin embargo, sólo encuentra cuatro grandes diferencias:
- El ingreso. En la universidad norteamericana es muy difícil el proceso de selección como estudiante.
- Reclutamiento de profesores. También el proceso para ingresar como docente y/o investigador no es sencillo. Es un diferenciador que los que estén al frente de los grupos tengan una destacada trayectoria científica o profesional.
- El costo. El costo anual en Harvard es de entre 54,000 y 60,000 dólares para los estudiantes del programa de licenciatura.
- Por lo anterior, se cuenta con la mejor infraestructura para poder estudiar e impartir clase.
César Labastida está un poco decepcionado y piensa en el viejo dicho que repetía su padre, entre descriptivo y doloroso: “con agua, pasto y dinero, cualquier güey es ganadero".
II
Sobre todo en el mes de agosto, César Labastida vive una encrucijada educativa que no sabe resolver, porque en determinados momentos las instituciones educativas les recetan un nuevo programa, contenidos o métodos para que los profesores los implementen en el salón de clases. Sin ir más lejos, hace un año (en el 2021) les dieron indicaciones para adaptarse al método hibrido-tecnológico y presencial de enseñanza, del que ahora nadie se quiere acordar.
Y ahora en la nueva propuesta curricular oficial, las palabras importantes parecen ser: comunidad, comunalidad, diálogo de saberes, autonomía, pensamiento crítico, inclusión, papel fundamental de padres y maestros, entre otros nuevos terminajos. De esos conceptos, César está de acuerdo con la mayoría, pero lo que lo pone muy nervioso es tratar de entender cómo los van a implementar en las escuelas.
Y una duda que atormenta al profesor Labastida es que el mercado laboral reclama otras habilidades, más allá del nuevo currículum y que están centradas en un desarrollo individualista del ser humano. Por ejemplo: flexibilidad, habilidades comunicativas, creatividad, dedicación, confianza, manejo de programas de computación o liderazgo, todas competencias dirigidas a conformar un individuo en solitario.
César Labastida se pone más nervioso porque sabe que las horas en el salón de clase siempre son limitadas y al final, tanto la demanda de conocimientos sociales, laborales e institucionales recaerá sobre los profesores, que deberán tomar decisiones más allá de las consignas ideológicas, económicas, programáticas o demagógicas. Y se pregunta a sí mismo, con inquietud: “¿Estaremos los docentes preparados para desarrollar y transmitir estas habilidades cambiantes y ambiguas del siglo XXI?”