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Jueves, Noviembre 21, 2024

La extensa influencia del crimen organizado, alimentado por el
narcotráfico, sobre el entorno económico y sociopolítico de la  
región ha llevado a que varias manifestaciones de violencia     
criminal sean comunes en América Latina y el Caribe (ALC),    
incluyendo la trata de personas, la explotación ilícita de          
recursos naturales, las amenazas a ecosistemas de gran valor 
ecológico, los desplazamientos forzados, la gobernanza          
criminal, los robos, las agresiones físicas, las extorsiones y los 
secuestros.                                                                        

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ( 2021)

Para evitar el lugar común que impide pensar, es indispensable volver una y otra vez a plantearse cuáles son los componentes de la crisis ambiental y/o de civilización que afectan al ambiente global en su conjunto y cuáles se han ido incorporando en las últimas décadas.

Para tal procedimiento es necesario, primero que nada, reconocer que estamos ante un fenómeno complejo, multideterminado y de distintas variables involucradas actuando unas sobre otras; por lo tanto, es importante atender tanto a las partes constitutivas como a las tensas relaciones entre las partes.

Si aceptáramos que uno de estos elementos es el estilo de desarrollo, será menester analizar sus elementos, componentes y articulaciones tanto como sea posible: producción, consumo, distribución, disposición final, posibilidades de reúso, trabajo, capital, dinámicas internas, formas de equidad, inclusión, justicia social, formas de articulación con el poder, etc.

 De igual forma es fundamental pasar por la lupa social otros elementos históricos y actuales como:  la sobrexplotación de fuerzas humanas y de recursos naturales; el viejo y moderno extractivismo; la migración y sus causas; la rentabilidad del armamento y la guerra; la carencia generalizada de un educación que considere profunda y realmente un futuro mejor para la humanidad y la naturaleza; la implementación de políticas planetarias operativas para reducir el efecto del cambio climático y la extinción de la vida en el planeta; la pobreza y el hambre, etc.

Esta lista de adversidades lejos de disminuir, en últimas fechas, se ha incrementado. Por ejemplo, con el planteamiento y puesta en marcha de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible ( Organización de Naciones Unidas, 2015) uno supondría que la sostenibilidad la iríamos generando poco a poco y de manera gradual pero incontenible y entre todos. Lo que realmente pasa es que el discurso transversal de la sustentabilidad cruza livianamente por políticas públicas, prácticas empresariales y presencia en medios y redes socio digítales, sin jamás arraigarse demasiado a una idea transformadora.

Para que no siga pasando eso, resulta indispensable en esta lista de componentes de la crisis civilizatoria, incluir los efectos devastadores provocados en distintos planos, por los grupos delincuenciales de todo tipo, que a veces, parecen actuar aislados y auto legitimando sus violentas prácticas y otras ocasiones – lamentablemente la mayoría de las veces- con el indudable visto bueno e implicación de diferentes niveles de gobierno- desde locales hasta agencias internacionales- lo que los ha  convertido en actores protagónicos en el juego y reparto del mundo contemporáneo.

Particularmente las asociaciones y grupos delincuenciales ligadas al narcotráfico han hecho sentir su presencia en extensos territorios de la vida pública mundial y los medios de comunicación no han podido sino referir o retomar sus letales efectos sobre la humanidad. Recordamos el inicio del libro Cero, Cero, Cero (Saviano, R, 2015), en el que la cocaína parece haberse metido en todas partes del engranaje aún en los más mínimos intersticios de la sociedad actual sin respeto de credo, posición social, sexos, nación u oficio. Y también es importante mencionar la investigación periodística del grupo Dromómanos en el libro Narco América (2015), donde tres periodistas documentan el impacto del narcotráfico en el recorrido de diversos países en el continente Americano.  

En este contexto, es indispensable reconocer que más allá del Covid-19 hay otras plagas y pandemias que afectan a la humanidad en su conjunto. Las drogas son un ejemplo innegable y relevante de otra crisis sin resolver.

Sólo para citar otro caso −entre los muchos que se podría referir en los últimos 50 años− en los Estados Unidos de Norteamérica están atravesando una epidemia de sobredosis de narcóticos, que los está haciendo replantear su Estrategia Antidrogas a escala federal, en este 2022:

                    objetivo de superar la “epidemia de opiaceos”, por la que se han                               registrado 105 mil 752 muertes –66 por ciento de éstas por opiaceos                sintéticos incluyendo fentanilo– en los recientes 12 meses, un nivel sin             precedente, y de 1999 a la fecha las sobredosis han causado el                       fallecimiento de casi un millón de estadunidenses. (Brooks, 2022)

Noticias dramáticas como la anterior, programas de radio y televisión, marchas a favor de la legalización de alguna droga, incontables series que magnifican o describen sus crímenes y por supuesto la dependencia y muerte que provoca la droga son algunos de los elementos de la tensión de este ingrediente del caos de la civilización moderna.

En la producción de series y películas a nivel planetario, se ha vuelto una cascada interminable sobre el tema. La presencia de la droga es constante. La representación del narcotráfico va de la normalización a la amenaza real, con grandes matices de grises.

Distingamos algunos ejemplos:

Narcos (Padilha, J, et. al. Estados Unidos, 2015-2018), trayecto del narcotráfico contado en cuatro largas temporadas que va de Colombia a México, documentando la evolución de personajes y grupos. A veces en forma explícita y otras sugerida, en esta serie vemos la relación de estos grupos desde su génesis hasta volverse corporativo, que a veces se asocian con grupos poderosos y en particular con reconocidos políticos.   

En Dopesick (Strong, D. EUA, 2021) da cuenta de cómo una farmacéutica norteamericana, por el afán de rentabilidad y ganancia, desarrolla y promueve el uso de un medicamento altamente adictivo elaborado con opio, el OxyContin. La ficción-basada en hechos reales- cuenta el inicio en una comunidad,  de la epidemia del millón de muertos norteamericanos antes referida y como de esa adicción no es fácil escapar.

En Euforia (Levinson, S. Estados Unidos, 2019-2022) se sigue a un grupo de desenfadados adolescentes, viviendo al extremo sus vidas. Sin límites sociales, educativos o familiares, tratan de tener una existencia evadida permanentemente de pesada e insoportable realidad, en la que los adultos no son un referente positivo. El uso de las armas, la sexualidad explicita, la violencia y el consumo de las distintas drogas son tan permanentes como la desintegración de las familias, la crisis de futuro o la falta de claridad sobre los propios sentimientos y emociones.

Estos tres ejemplos recientes de series, muestran que la civilización necesita una nueva normalidad verde, que no vino al final de la pandemia 2020-2022.

Algunas cintas recientes que también muestran el impacto del narcotráfico y el crimen organizado en México y que recomendamos, son: Narco cultura (Schwarz, S. México, 2013, Tierra de cárteles (Heinemann, M. EEUU, 2015), La libertad del diablo (González, E. México, 2017), Sin señas particulares (Valadez, F. México/España, 2020) Noche de fuego (Huezo, T. México/Alemania/Brasil/Argentina, 2021).

 

 

Referencias

Brooks, D. (2022). EU presenta nueva estrategia antidroga; prevé más colaboración con México. México.  La Jornada, 22 de abril, pág.23

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ( 2021). Informe Regional de Desarrollo Humano 2021. Atrapados: alta desigualdad y bajo crecimiento en américa latina y el caribe. Nueva York, Estados Unidos, pág. 225

Saviano, R ( 2015). Cero, Cero, Cero. España. Anagrama. 300 pp.

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