El tiempo es uno de los elementos que más incertidumbre causa en la realidad docente, constantemente centramos nuestra atención en él, porque influye directamente en múltiples aspectos de nuestra vida diaria.
La primera vez que lo consideramos es cuando reflexionamos acerca de la duración de la jornada laboral, ¿serán cuatro horas?, ¿seis?; además, en el caso de secundaria, nivel medio superior y superior, la incertidumbre ronda sobre la cantidad de horas laborables en una institución, ya que en ocasiones este hecho supondrá que el maestro deba desplazarse a varios planteles para cubrir las horas asignadas. Respecto a la educación preescolar y primaria, esta inquietud se centra en el tipo de escuela, porque existen las de jornada regular, donde incluso puede haber dos turnos (matutino y vespertino), las de tiempo completo, cuya duración es más amplia porque contempla un horario para brindar comida a los niños, así como actividades diversificadas y finalmente, las de jornada ampliada, las cuales surgieron apenas hace algunos años, ante la insistencia de los padres de familia por mantener a sus hijos más tiempo en las instituciones educativas, aunque, a diferencia de las anteriores, no tiene un momento específico para proporcionar la ingesta de alimentos y su duración la coloca en el punto intermedio entre los dos tipos de escuelas antes mencionadas.
Después de esta primera inquietud, surge la duda sobre la organización de las actividades durante las clases, debido a que se requiere de una verdadera planificación para lograr que todos los propósitos logren cumplirse en el tiempo establecido. Este es uno de los principales retos de la labor docente, porque en ocasiones perdemos la noción del tiempo y cuando nos damos cuenta, la clase ha llegado a su fin sin haber realizado todo lo que habíamos previsto. Esto puede suceder por varios motivos: una gestión deficiente del tiempo efectivo de clase; un tema más complejo de lo que habíamos pensado, ya que los estudiantes tienen poca información sobre el tema o han construido concepciones erróneas que son difíciles de modificar; imprevistos típicos de la realidad docente tales como ceremonias especiales, simulacros, reuniones de emergencia, entre un sinfín de situaciones características de la vida de un maestro; en ocasiones también hay temas que resultan realmente interesantes para los estudiantes, por lo que participan activamente, compartiendo sus ideas o planteando múltiples dudas, ocasionando que el desarrollo de las actividades se dé de forma diferente a lo planeado inicialmente. Dependiendo del origen de los motivos para el desarrollo de la clase, el maestro adapta el trabajo a la realidad que viva en ese instante, buscando siempre el beneficio de sus estudiantes.
Finalmente, otra de las problemáticas que surgen en la vida del docente es la organización de su tiempo fuera de la escuela, donde cada uno intenta hacer malabares con las horas disponibles para poder dedicarlas a sí mismo, su familia, sus pasatiempos, sus necesidades, su formación continua, así como a la planificación de sus actividades y elaboración o búsqueda de recursos didácticos indispensables para el desarrollo de sus clases. Muchas veces, el tiempo que se dedica fuera del plantel, no es visto como una carga, ya que esa planificación resulta agradable, pero también puede ser un gran peso cuando se combina con momentos difíciles en la vida personal de cada maestro, por lo que se trata de reducir a lo mínimo indispensable.
Al final, el tiempo no es el problema, sino lograr la organización eficiente del mismo, lo cual implica desarrollar habilidades fundamentales para su aprovechamiento, de manera que aprendamos a clasificar los diferentes componentes de nuestra vida diaria para priorizar aquellos que nos parezcan indispensables, logrando así sensaciones de satisfacción y alegría en lugar de episodios de frustración o cansancio extremo.