El cordón umbilical que sirve de elemento conductor de esta obra está impregnado del más puro cognitivismo científico. En esta obra Jackson hace un análisis complejo de todo lo que ocurre en la praxis educativa, destacando más los aspectos cualitativos que los cuantitativos.
Para ello sale del laboratorio y toma contacto directo con multitud de docentes y discentes, para analizar el grado de satisfacción o de insatisfacción con que se desarrolla el trabajo en los centros escolares.
Se da cuenta de que el producto final de la enseñanza —el aprendizaje— no admite parangón con los productos de tipo industrial, de ahí su férrea crítica a todo enfoque tecnológico de la enseñanza en su último capítulo del libro. En suma, diremos que es una obra de gran interés para todo profesional de la docencia que esté preocupado por problemas relacionados con la didáctica práctica.
A través de la obra de Philip W. Jackson se observa que el autor es lo que podíamos llamar un investigador nato o al menos un hombre con mucha inquietud por todo lo que acontece dentro de las aulas. No le llenan los métodos de la Psicología Educativa basados fundamentalmente en los tests, con los cuales él y su colega .1W. Getzels realizaron amplias investigaciones en la Universidad de Chicago, sobre personalidad, actitudes, valores, etc. hacia la escuela.
Y, aunque nos dice que este trabajo ha sido un éxito. su inquietud por ver lo que ocurría en los recintos escolares, no le dejó parar hasta realizar un auténtico trabajo reflexivo dentro de las aulas. Jackson, en un primer momento de su investigación, parte de una especie de conductismo, como era la aplicación de tests, para abandonar este camino y bajar a la arena, al ruedo, al campo de los hechos.
Es decir, ya no va a ser el laboratorio el lugar cómodo donde va a traducir e interpretar sus trabajos de investigación, sino que visitará una y mil escuelas, multitud de centros educativos, para tomar cientos y miles de notas de lo que allí acontecía. Sedará cuenta de la extorsión que sufre el niño cuando abandona el hogar por primera vez para introducirse en el terreno escolar: que unas veces lo hará con lloro y lágrimas y otras, con tremendo alborozo y júbilo, circunstancias estas que por nimias parecen escaparse no sólo a los investigadores, sino también a profesores y padres.
Analizará todos los pormenores: empujones, pellizcos, enfados, agresiones, reacciones ante los exámenes, la forma de levantar la mano para llamar la atención, como afilan los lápices, cómo guardan fila, amigos. enemigos. bostezos..., todo lo que forma el condimento de la vida escolar.
A todo esto, le dará cuerpo de trabajo científico, viendo y analizando la frecuencia y aparición de estos hechos triviales dentro de las aulas. Observara que el niño tiene que permanecer en las aulas, le guste o no, y que allí estará dúrenle más de siete mil horas (referido a EE.UU.). lo que viene a constituir una décima parte de su vida. Asimismo, se fijará en que en las escuelas existe una intimidad entre los alumnos que no tiene parangón en ningún contexto de la sociedad. Nos dice el autor: «Sólo en las escuelas pasan varias horas, treinta o más personas, literalmente como con codo» (p. 48).
Prosiguiendo en este camino de investigación dentro de los recintos escolares, destaca que las aulas son lugares activos donde el profesor tiene muchas interacciones. Así, señala que, en un estudio sobre las aulas de primaria, hemos descubierto que el profesor llega a tener hasta mil interacciones personales diarias» (p. SI, Jackson; «Comunicación profesor- alumno en la Escuela Elemental: un estudio observacional» —ponencia— Chicago, 1965).
No deja de destacar que la paciencia es una virtud que debe adornar a los profesores y, a su vez, ésta debe transmitirse a los alumnos para que puedan enfrentarse a las diversas situaciones de un modo equilibrado. Hace un extenso análisis de la dinámica de evaluación y de sus fuentes. Resalta la figura del profesor como principal fuente de evaluación en el aula, porque continuamente debe formular juicios sobre el trabajo y la conducta de los alumnos. Otra fuente de evaluación la constituyen los compañeros de los alumnos, interviniendo toda la clase en la evaluación del trabajo de un estudiante. Una tercera fuente la constituye la autoevaluación. es decir, cuando el alumno estima él mismo su propio fracaso.
Destaca la importancia de la evaluación para el logro de los objetivos educativos por parte del alumno, la adaptación de los estudiantes y las cualidades personales (su capacidad intelectual, nivel de motivación...). Es decir, que el profesor hará una evaluación basada en los logros académicos, adaptación a las distintas situaciones y a las cualidades personales de los alumnos.
Así, subraya la importancia de los elogios, felicitaciones y también la asignación de premios y castigos. Los premios y castigos suelen estar ligados al éxito y relacionados muy estrechamente con lo que él denomina currículo oculto, es decir, esa combinación de fuerza del elogio y el poder para formar un modo específico en la vida colectiva del aula que cada alumno debe dominar y desenvolverse de manera satisfactoria en la escuela, en contraposición al currículo oficial que carga su acento en las demandas académicas.
Hasta aquí hemos destacado aspectos rutinarios, repetitivos y obligatorios en la escuela que tienen un tinte un tanto pesimista al concebir la escuela como un lugar que puede llegar a ser desagradable, pero esto solamente es cierto para alguno de los alumnos. Para saber cómo viven los niños su propia experiencia escolar, señala una serie de estudios llevados a cabo por varios autores, los cuales realizan una serie de cuestionarios sobre actitudes del niño hacia la escuela, de sus profesores y compañeros. Subraya el autor que no se puede confiar demasiado en datos cuando no se pueden ver todos los matices por la dicotomía de las actitudes que obligan a los alumnos a pronunciarse «por» o «en contra de» una actitud determinada hcia la escuela. (por ejemplo: me gusta/no me gusta>.
Para que tengan más credibilidad estos estudios de investigación, es necesario que los cuestionarios tengan suficientes items, para que los porcentajes de los alumnos a los que les gusta o no la escuela, tengan ese grado de fiabilidad que ayuda a toda investigación bien hecha. Observa que las reacciones hacia la vida escolar son muy variadas; lo que les agrada a unos, desagrada a otros, es decir, hay una combinación de sentimientos que generan ambivalencias entre deseos individuales y objetivos institucionales.
Aunque se detecta una cierta tendencia a señalar que es «la institución escolar, más que las personas específicas que alberga, la que ocasiona la mayor parte del descontento». (p. 87). En esta exposición de razones sobre tipos de sentimientos, añade otros como asistir a clase en los niveles de Primaria —que es obligatorio—, es decir, que están fuera de los niveles de voluntad del alumno. Sostiene también que el centro educativo se convierte en algo familiar para la mayoría de los alumnos y que normalmente siguen este esquema de interacción social a través de los cursos.
La mayoría de los profesores son conscientes de que existen grandes diferencias en las reacciones de sus alumnos a los repetidos acontecimientos de la clase. Así, por ejemplo, señalan que los alumnos más brillantes aparecen como más satisfechos con la escuela y, a la inversa, los menos brillantes, como más insatisfechos, para decir que el éxito escolar y las actitudes positivas hacia la escuela van a la par, y que los premios tienden a suscitar sentimientos positivos y los castigos negativos. El profesor no es simplemente un animador interesado en mantener absortos a los alumnos, sino que ...el objetivo más importante es mejorar el bienestar de los alumnos que se le han confiado» (pág. 139).
Jackson cita estrategias para mantener a los alumnos absortos en sus tareas. Entre ellas destaca:
- a) El mantenimiento de las condiciones apropiadas de trabajo y la eliminación de las perturbaciones extrínsecas.
- b) La adecuación del contenido del curso para que haya engranaje entre los alumnos y el material que se está estudiando.
Analiza la importancia que tiene la modificación del currículo para enlazar los intereses y necesidades naturales de los alumnos como pieza clave de una educación progresista.
El objetivo principal de las estrategias que hemos descrito, no sólo es promover la atención del alumno, sino el de promover un estado más permanente de participación en las tareas educativas y de mantener un orden en la clase donde los alumnos se muestren atentos. William Heard Kilpatrick situó el objetivo de la participación entusiasta de los alumnos, destacando que «cada uno de los alumnos aprenderá en el grado en que él mismo acepte la actividad, el empeño o la experiencia cometidos... A través del proceso de debate en grupo y de las opciones, el profesor actuará hasta conseguir que los estudiantes aisladamente y en conjunto se comprometan del modo más entusiasta posible». (p. 146).
En los últimos capítulos, nos habla de la importancia de los profesores expertos y, como ya señaló Dewey, debieran aprender de ellos los profesores noveles. Jackson hace un examen de los criterios de algunos directores para identificar a profesores destacados por sus méritos en la docencia.
Esto lo logran a través de una serie de entrevistas los distintos investigadores, aunque no siempre les fue fácil, ya que los profesores normalmente prestan reticencias a ser observados directamente en las aulas. Con estas entrevistas se pretendía averiguar cuándo los profesores están realizando una buena tarea y las satisfacciones que tienen dentro del aula. Para abreviar la complejidad señalan cuatro aspectos, como son: inmediatez de los acontecimientos en el aula, naturalidad en la relación con los alumnos, autonomía en la actuación docente e individualidad en el trabajo del profesor para lograr el bienestar de los discentes.
En este análisis de lo que sucede dentro de las aulas, llegamos al capítulo quinto y último del libro, donde Jackson hace un análisis de las nuevas perspectivas, es decir, que alguna de las fuentes que tradicionalmente sirvieron a los profesores para su orientación y consejo, hoy no tienen el valor y el avance que de ellas se esperaba.
Analiza el nexo entre enseñanza y aprendizaje y dice que están íntimamente relacionados, pero que no le basta al profesor con conocer las teorías del aprendizaje, sino que el profesor debe dar respuesta a las distintas situaciones según las circunstancias lo exijan.
Destaca también que el producto de los profesores no se puede asímílar a la ingeniería industrial que tratan de hacer maquinarias y ver su funcionamiento. Así nos dice que «la tarea de enseñar supone mucho más que definir objetivos del currículo y desplazarse rápidamente hacia ellos»
Cada profesor tiene a su cargo 25 o 30 alumnos de capacidades y procedentes diferentes, con más de mil horas al año y su responsabilidad se extiende sobre cuatro o cinco áreas del currículum. El profesor no sólo está preocupado dentro del aula, sino que su preocupación trasciende fuera de la misma y no puede prever con certeza lo que sucederá en la ingeniería del proceso educativo, esto es, el producto que va a obtener.
Si hay algún libro que identifique con gran exactitud y certeza la complejidad y variedad de las relaciones que se dan en el aula escolar, es éste.
El libro de Jackson nos recuerda que la interacción alumno-profesor, verdadero centro de la dinámica educativa, hay que enmarcaría en un ámbito mucho más amplio que debe abarcar a los padres, la comunidad y las instituciones administrativas docentes. El hecho educativo engloba complejas relaciones en las cuales intervienen los factores anteriormente mencionados.
Hay que resaltar el acierto del autor al señalar que el rol del profesor no acaba cuando finalizan las clases en la escuela, y que su empeño debe ser el buscar la participación voluntaria de los alumnos en el quehacer escolar y social. Hacemos nuestro que el objetivo fundamental de la enseñanza estriba en adiestrar al alumno para que con el tiempo sea capaz de interesarse por cualquier estudio.
Como docentes, lo que deseamos es observar que los alumnos estén contentos y además, por supuesto, que progresen en su tarea educativa. A veces, ocurre que cuando se presenta el llamado fracaso escolar de los alumnos, no logramos conocer las verdaderas causas para que se dé este
problema. Realmente, y como el autor identifica y señala, hay un «curriculum oculto», representado en premios y castigos, o la variedad de sentimientos que confluyen en el aula, que llevan al alumno al éxito o al fracaso. Es cierto que el éxito escolar y las actitudes positivas hacia la escuela van a la par. y estamos con el autor en que los premios suscitan sentimientos positivos y los castigos. negativos.
Como profesores, y con respecto a nuestros alumnos, nos enfrentamos a una dinámica que no se agota en la simple instrucción y transmisión de conocimientos sin más. Si queremos el éxito de nuestros alumnos, no debemos buscar solamente el resultado académico de carácter cuantitativo, sino que también, y sobre todo, debemos acercarlos y motivarlos a que sus actitudes sean lo más positivas posibles a la realidad que nos rodea. y en ella el maestro es protagonista de excepción. 1-lagámonos acreedores de este protagonismo compartido con todos los agentes y factores relacionados con el hecho educativo en su más amplia dimensión.
Jackson, Philip W. (1992). La vida en las aulas, Madrid: Morata (2.a ed.)