La presencia de los migrantes y de los refugiados, como en general de las personas vulnerables, representa hoy en día una invitación a  recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad, que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodidades.

                                                                Papa Francisco  ( 2019)

La Organización de Naciones Unidas ( ONU) estableció en el año 2000, el día 18 de diciembre, como la fecha para conmemorar al migrante. Desde ese día, este año, se publicaron datos en la prensa de circulación nacional que darían para una interesante e ingrata numeralia, por ejemplo :

• En los últimos 15 años, Norteamérica se ha convertido en la región de mayor emigración en el mundo, pasando de 7 a quince millones en ese mismo periodo. ( La Jornada 18 de diciembre, 2021, p. 2)
• El 70% de los migrantes usa polleros y/o organizaciones criminales para su traslado (La Jornada, 18 de diciembre, 2021, p. 2).
• El costo promedio de cruce es de 5, 400 dólares (La Jornada 18 de diciembre, 2021, p. 1), llegando a ser, en algunos casos, hasta de 500 000 pesos  ( La Prensa, 20 de diciembre del 2021, p.3).
• En México: “ Las remesas- dinero que envían los migrantes a sus países de origen- son la principal entrada de divisas del país. De acuerdo con datos oficiales concluyeron los primeros 10 meses del año muy por encima de rubros claves como el turismo, la venta de petrolíferos, las exportaciones agroalimentarias y la inversión extranjera directa (IED). Además, casi han triplicado el monto al que asciende la salida de capitales foráneos en lo que va del año” ( La Jornada, 21 de diciembre del 2021,p.19)

El fenómeno de una humanidad que vuelve a ser nómada, ante la mirada poco atenta de los demás, todavía sedentarios, no es exclusivo de nuestra región, por ejemplo, el Portal de Datos de la Inmigración Europea, asegura:

           El número de refugiados a nivel mundial está incrementando. La mayor   parte de refugiados buscan albergue en países vecinos. Desde el 2015,    Europa ha tenido que tratar con el incremento de los números de solicitantes de asilo, bajo la así llamada ‘’Crisis de refugiados e        inmigrantes’’. 2.4 millones de refugiados y personas en       situaciones   similares a las de un refugiado y 860 mil aplicantes de asilo (casos             pendientes) fueron alojados por los Estados Miembros de UE-27 al final de             año     2018.
             (https://www.migrationdataportal.org/es/regional-data-overview/europe

El fenómeno migratorio está asociado principalmente a factores como la pobreza, la violencia, el deterioro ambiental y/o efectos del cambio climático, la falta de oportunidades y desarrollo económico de los países o situaciones adversas sociales o políticas y al colonialismo. Para la mayoría no es una alternativa, es la última opción, después de haberlo intentado todo en los países de origen.

El cine, arte siempre atento a documentar los fenómenos de trascendencia social, tiene une una larga relación con la migración, teniendo, tal vez, como una pieza inicial el cortometraje El inmigrante ( Chaplin, Ch. EUA, 2017) en que se retrata , en tono de comedia, la larga y penosa travesía en barco que, tenían que vivir los migrantes europeos a principios del siglo XX en busca del sueño americano. El filme da cuenta de una galería de situaciones y personajes marginales que se bambolean sobre cubierta al ritmo de las olas y las penurias.

Más de un siglo después, la cinta Bajo las estrellas de París ( Drexel C. Francia, 2020) vuelve la mirada sobre dos personajes pobres, marginales y uno de ellos migrante. Junto al río Sena, en París, en donde se encuentran los entretelones de la ciudad luz, bajo las escalinatas pegadas al cuerpo de agua. Los migrantes y los sintecho sobreviven al hambre y al frío, en refugios temporales, debajo de puentes, y casa de campaña, no siempre en forma amigable o próxima.

Una mujer madura ( la actriz Catherine Frot) tiene su habitación en un anexo a una estación del subterráneo. Se alimenta de la beneficencia pública, vive sola, escucha los que queda de sonidos de la naturaleza, silbándole a los pájaros, husmea entre los botes de basura y deambula por la ciudad sin mayor esperanza que regresar a dormir más o menos abrigada. Solo tiene una relación lejana con el guardia quién le permite dormir en ese anexo. Un día llega al refugio el pequeño Suli migrante de de no más siete años ( Mahamadou Yaffa) que no habla francés y parece no tener padres o familia que cuiden de él. La mujer lo rechaza y solo, en principio, lo deja pasar una noche en su hogar. Estableciendo la condición de distancia: tu allá, yo allá.

La soledad, precariedad y la condición de estar al límite posibilitará que entre ambos surja una relación de afecto. Este vínculo no es común dado que la vida del pobre local y el migrante son dos subculturales totalmente distintas preocupadas por la sobrevivencia. Crecer y habitar una ciudad como París desde la infancia hasta una decadencia personal es totalmente distinto a llegar desde un país lejano y tratar de adaptarse. La mujer logra saber gracias a una porta gafete de Suli, dos cosas: tiene una madre en condición de migrante y los dos han sido deportado a Austria; eso será el hilo conductor de la trama.

La película no es dramática, trágica o sórdida; tampoco cae en una narrativa superficial, festiva o emotiva. Da cuenta de la lamentable situación de pobreza en el primer mundo y de gente que al llegar de afuera no encuentra el paraíso que esperaba, pero si un humanismo elemental e indispensable desde la solidaridad horizontal, ante una sociedad global ciega y desatenta.