Para José Antonio Forzán Gómez, in memoria
Desde el inicio de la pandemia, por el lejano marzo 2020, el profesor Cesar Labastida Esqueda ha tenido algunos problemas de insomnio. Sabe que no es el único, pero eso no lo consuela. A veces, cansado de dar vueltas en la cama, enciende el televisor. Se ha encontrado dos propuestas de televisión abierta diametralmente opuestas pero que se relacionan con lo que su maestro de filosofía de la escuela preparatoria llamó pensamiento mágico: los infomerciales y un programa llamado México sagrado, en el canal del Congreso. Lo malo es que este último solo lo pasan algunas madrugadas y aquellos los reiteran impunemente todos los días de la semana.
El profesor Piña, en la prepa, señalaba categórico:
—El pensamiento mágico, acompaña a la humanidad desde sus inicios evolutivos. Es la respuesta ante sus temores, que no necesitaba de evidencias o pruebas empíricas, Se relaciona con la proximidad de dos hechos que se pueden asociar. Está presente en el egocentrismo infantil, la superstición y en algunos trastornos mentales que pueden ir de la neurosis a la psicosis.
César recuerda estas frases de su profesor mientras ve en la pantalla del televisor cómo un cantante famoso pero retirado, y su esposa, se deslizan en un dispositivo que parece un esquí; y la recámara se convierte en una montaña nevada mientras ellos van de un lado a otro con un aparato de realidad virtual sobre los ojos; o unos lentes multifocales que pueden tener todas las ópticas; o pueden estar en buena condición física si se aplican un masaje en la planta de los pies con el aparato que promocionan, al tiempo que se mantienen cómodamente sentados viendo Netflix. Otro infomercial presume cómo se pueden bajar hasta 30 kilos, en tres semanas, sin “rebote”, con unas cuantas gotas de vita balance.
El profe César no da crédito pero eso anuncios aparecen todas las malditas noches.
En el otro extremo, el programa de México Sagrado es una joya. Recupera lo mejor del esfuerzo de documentar a los grupos originarios del país como lo hizo por décadas el Instituto Nacional Indigenistas, con las primeras generaciones de egresados del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, pero actualiza este esfuerzo visitando diferentes partes de la República mexicana y profundizando en sus creencias, rituales, saberes y fe. Una fe que no se ha perdido y que visita cuevas, sube montañas, baila en fiestas, carga “niños Dios”, se disfraza el día del santo patrón, tiene esperanza en la lealtad de una virgen o de un volcán.
César, en medio de la ensoñación de la madrugada que distorsiona todas las percepciones, comienza a pensar en muchas cosas sobre el saber científico, la religión y el pensamiento mágico. Reflexiona, a pesar de la estridencia nocturna, en la educación y las respuestas no fundamentadas que están presentes en cualquier formación escolar. El maestro César vislumbra sus propias esperanzas y creencias, amalgamadas por su fe científica, su racionalidad católica y la alquimia de valores familiares que lo han conformado. Comienza a decolonizar su existencia y su oficio docente… El pensamiento mágico habita la noche del profesor Labastida, entre la vigilia y los sueños, que llegan poco antes de que suene el despertador y lo sorprenden todavía con el control del televisor en la mano.