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Domingo, Abril 28, 2024

Miguelero nacido en Chalam-K’o’k, cacique fuerte y cuerudo, vendedor de la mejor chicha entre las montañas de Cham bo’. Famoso personaje de leyendas y de tener pacto con los mejores brujos y curanderas de las quebradas rocas de Tenejapa. Propietario de trece mujeres en su casa, “Es el número de infiernos” reía a carcajadas mostrando sus grandes dientes de oro y su traje de ajualil con diseños de universo, dueño de las mejores tiendas del pueblito, del ganado y los más coloridos y galanes guajolotes.

 

Gran bebedor de aguardiente y mascador del poderoso piliko. Experto con el machete y largos palos de shaguastle para liquidar a un imprudente. Acompañado siempre de hombres dispuestos a  todo con tal de estar junto a su lado. Padre casi de medio pueblo.

Brilloso hombre como el ámbar negro, de camotes duros en los brazos y cuezudas piernas, manos de pinza, pies de jaguar, cuerpo de roble, cabeza de piedra, piel de cacao, voz de trueno y fuerza de relámpago.

 

Mayorista del refresco arrancador de los males, esa agua negra que en unos minuto  después de beberla desenterraba de lo  profundo del cuerpo, el perversamente mal de ojo echado por envidias de los brujos más eficaces. Mamtik era como le decían hasta los mestizos, el cacique de los rocosos cerros. 

 

Pero su nombre de linaje era Ik`bolom, jaguar de la noche, por sus poderes oscuros y aliado de Ik’ Alajaw el gran señor oscuro. Negro le decían los cashlanes del pueblo y era con él con quien hacían negocio. Experto hablador  del castia coleto, el Tseltal su lengua, chol, lacandón y la lengua del xulel ¡Bien vivo el indio¡

 

En esos tiempos, los ladinos se habían adueñado de las comunidades y vendían espejitos, peines, sal, azúcar y eran los únicos que podían vender las bebidas alcohólicas, pescado salado y camarón seco. Eran estas personas del pueblo grande que vivían ahí para acaparar las cosechas de frijol , maíz, cacahuate y mano de obra barata.

 

Pero era el negro él que no les tenía miedo y estaba asociado con estos. Era el negro que en contubernio negociaban la ley y la aplicaban a su modo. Juntos acomodaban la autoridad y estaban bajo su rienda. Eran la iglesia.

 

Un día llegó al paraje un hombre llamado Onofre, acompañado de seis bellas mujeres coletas que brillaban de tan mecas, de cachetes coloraditos y labios de moras. Llegó con sus hermanas y su madre que a pesar de sus años, con su  peineta imponía una gran altura y largo pelo ondulado. Las jóvenes vestidas de mañanitas y velos blancos, casi flotaban de tan bonitas.

 

El caxlán había llegado comisionado por las fincas cafetaleras del Tacaná para enganchar mano de obra, y fue con el negro que tuvo que negociar a los hombres. Fue también ahí donde el jaguar negro se embrujó de las fragancia de las coletas, de su piel suave y blanca como la leche, de sus ojos crespos  y castaños.

 

No paso mucho tiempo y un día el indio llegó acompañado de las autoridades tradiciones, los más viejos del pueblo. Con 15 rejas de refresco, un bidón con 20 litros de posh y  tres costales llenos de pan, tres vacas y seis carneros lanudos. De atuendo,  chuj negro y su sombrero lleno de coloridos listones colgando, calzón blanco de manta doble hasta las rodillas y caites hechos en Chamula.

 

_Onofre- Exclamó con su voz estruendosa- vengo a pedir la mano de tus hermanas, solo tres son las que quiero, la  Faustina, la Cristina y la Francisca.  Aquí lo traigo mis testigo, aquí lo traigo mi ración. En veinte días lo vengo por ellas- Mientras la comitiva, dejaba los recaudos en el patio de la casa. 

 

Onofre como piedra, inmutable, casi le estallaban los ojos. Su corazón lograba escucharse y le dolieron los dedos y los dientes de tanto resistirse a no lanzarse al cuello de ese indio. “Te voy a matar ” pensó para su coleto. 

 

Había crecido Onofre con un padre rico y alzado, de apellido Rodas, descendiente de los primeros colonizadores de las altas montañas, Españoles cruza con moros. A los indios los miraba allá muy debajo de su raza.

 

Mamtik se paró y su gran figura emulaba una Ceiba negra llena de colores. Un morral de cuero hecho en Hueyzacatlán por los talabarteros de la calle real. Un gran bastón con cacha de plata , en su cintura un cuchillo del tamaño de un machete y una gran cadena con  un manojo de llaves de todos los tamaños. Tañía en cada movimiento y sus pasos tronaban. Hasta los cochis dejaron de bramar y los chuchos buscaron un rincón.   

 

Se fue rodeado de su sarta de mayas vivos, se metieron entre el monte y como almas se perdieron entre la neblina. Ya fue después de un gran rato que la chuchada recuperó sus latidos y Onofre el aliento. No perdería el tiempo, se fue al cuarto donde guardaba su pistola y una daga con su hermosa funda árabe.

 

Para Onofre, el pueblito perdió su guapura, su mente se había quedado enredada en los dientes de acero de ese miguelero. No durmió vigilando, tramando y afilando su daga. Trazó el plan para liquidar al indio igualado. Lo tenia medido.

 

Los sábados era costumbre para los nativos beber trago hasta perder la cabeza, era día de mercado. Hombres, mujeres y niños se quedaban regados por los caminos engasados, locos de bolos, llenos de sangre y pegando de gritos llorando.

 

Encostrados de lodo, sangre seca y regurgitaciones. Botados en el suelo como trapos viejos, hablando con raros dioses que los escuchaban bajo la tierra. Balbuceando su gutural lengua entre rezos y cantos. Algunos como diablos sueltos y otros como seres de otro planeta.

 

Era el día perfecto para que Onofre ejecutará su plan. Mató dos pollos y los metió a su morral, enfundó su pistola y su puntiagudo puñal. Colintzin, su caballo esperaba nervioso ser ensillado, pero ese día no estaba en los planes,  Onofre tendría que ser muy silencioso.

 

La noche llegó rebotando entre los cerros y ligero los pollos y gallinas se fueron carrereando a su corral. La borregada ya soñaban y era la hora de apagar el fogón. Se despertaron los marticuiles y como brazas flotando parpadeaban entre las ramazón, mientras la oscuridad parecía rechinar entre el aleteo de los murciélagos.

 

“Onofre Rodas de la Tovilla” pensó para sus adentros, “llegó la hora” y se encaminó por la oscura vereda que pringaba de lucecitas. La luna ausente estaba a su favor. Los chuchos dormían cobijados por el frío. La casa de lodo del mamtik no estaba lejos, solo era la espesa negrura que lo hacía parecer distante. 

 

Llegó cuando la helada aplastaba hasta los bravos perros, que no hubo necesidad de sacar los pollos para distraerlos. Sigilosamente se deslizó por la choza, la puerta entreabierta. Sobre el piso, catorce bultos roncaban y despedían un fuerte olor a aguardiente. Uno por uno para no herrar, Onofre les ensartó el puñal en la cabeza. Ni un gemido, poco a poco el suelo se fue entretejiendo con hilos de sangre y la madrugada con agujas de hielo.

 

Al día siguiente mientras Onofre limpiaba sus botas, lentamente vio acercarse un grupo de hombres vestidos de mayores y señores de rojo. Cargaban pitos y tambores, jícaras y toles, tabaco y grandes palos de shahuasté.

 

Entre el tumulto ese, brilloso de tan negro, apareció mamtik como un tigre enorme de obsidiana y con su voz retumbante gruñó.

 

−Onofre, hermano, ya vine por mis mujeres.

 

Onofre como piedra, inmutable, casi le estallaban los ojos. 

Sacapuntas

Ivan Illich

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Mentes Peligrosas

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández
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“pálido.deluz”, año 10, número 126, "Número 126. Repensar la escuela: A un año de Pandemia por Covid19. A 50 años de "La sociedad desescolarizada" (Marzo 2021)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández,calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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