Fue bajo tu cielo,
en tu niebla,
tu pueblo, tu selva.
Tú y yo en un triángulo amoroso.
Ahí, donde el tiempo transcurre
en una calma que te marca
y las horas son tonos y temperaturas
con viento, nubes y sol.
En pleno mitote,
bailamos como niños, nopiltzin,
hicimos música y fuimos son.
¿Recuerdas?
Toda la noche,
en medio de un círculo de fuego
vi tu grácil cuerpo adolescente
acariciar tu suelo con dedos de los pies.
Entre la negrura,
insectos sinfónicos
y el cantar de las ranas,
fuimos a tu casa.
Habías dispuesto para mí,
la cama más perfumada.
Saliste al amanecer a
extraerle los sabores a la tierra.
Abrieron mis ojos, tu ternura,
el aroma del fogón
y el café hirviendo sobre el tlecuile.
Una mesa de colores
me regresó la energía.
Embebimos néctar de flores
cual colibrí.
Encantados, dentro de una poesía,
a mitad del desayuno
tu voz era semilla y era raíz.
Caminatas de un verde infinito
están cinceladas como oración
en los olanes de mi falda.
Un andar sobre zona sagrada,
palabras nahuas, latidos de tambor.
Fue …