No era la costumbre del profesor César Labastida ni le agradaba hacerlo, pero la necesidad y la ignorancia tecnológica lo obligaron a aceptar la videollamada en el messenger de Facebook.

—Hola César, ¿cómo te va? ¿Cuánto tiempo sin vernos?

—Pablito, qué tal, pues aquí sufriendo con las clases y los cursos a distancia.  “¡Ya no quiero queso…”

—Jajaja… sí, ¿verdad? Lo que quieres es salir de la ratonera… Yo también, pero esta ratonera digital es muy canija.

—Pues sí, Pablito, esta pandemia está del carajo. Y ahora en la universidad quieren que hagamos los exámenes en esta nueva plataforma. ¿Quesque estamos obligados a tomar otro curso en línea? ¡No manches! Un pinche taller para elaborar exámenes en brichestaun o no sé qué madre…

—Es en Brightspace, César. Y yo tampoco quería tomarlo, pero no nos queda de otra…

La videollamada se consumió entre quejas y dificultades, a casi un año del confinamiento; además de las imprecisas explicaciones que el profesor Pablo intentó hacerle a su colega sobre la elaboración de exámenes en la nueva plataforma de la universidad.

Al concluir la llamada, César Labastida reflejaba en el monitor de la computadora un rostro desconcertado. El maestro Pablo no le había resuelto ninguna de sus dudas y había ampliado la ansiedad al recordarle que seguirían trabajando en la modalidad a distancia.

Debido a la situación, es que el profesor Labastida pensaba que la escuela y la educación se estaban transformando vertiginosamente con esta pandemia. Y recordó, entonces, el intercambio de correos electrónicos que había realizado unas semanas antes con uno de sus amigos, docente en la Universidad Pedagógica y que había conocido en la Preparatoria La Salle, donde la evidente religiosidad latinoamericana le había ganado el mote del “Cristero”. Así le decían aquellos compañeros que convivieron como maestros en el primer lustro de los noventa del siglo pasado.

El “Cristero”, a diferencia de la mayoría de los maestros y amigos con los que César intercambiaba correspondencia electrónica, no se quejaba de las circunstancias de la pandemia. En cambio, hacia una crítica implacable al modelo capitalista y a la cultura moderna occidental. Luego de aclarar que esto no era una simple crisis sanitaria, embestía con sólidos argumentos en contra de la Modernidad, refiriendo a intelectuales preponderantemente latinoamericanos. Y enfatizaba, particularmente, en un pensador europeo que en la década de los sesenta y setenta había vivido en Cuernavaca, enjuiciando ferozmente a las instituciones modernas.

En un correo del 21 de febrero del 2021, el profesor cristero, explicaba: “…Por eso te digo, estimado César, que es necesario recuperar las críticas y propuestas que hizo Iván Illich en ‘La sociedad desescolarizada’; allí está el germen de propuestas liberadoras. ¡Imagínate que, en 1971, Illich discutía con Freire, Méndez Arceo, Holt, Fromm y otros, las consecuencias adversas de la escolarización y el mercantilismo en la sociedad moderna!”

El profesor César Labastida sigue pasmado frente al monitor de la computadora. Siente que laboralmente se le fue llenando la maleta y que ya no puede con la carga. Aún tiene que hacer esfuerzos por aprender y capacitarse en las habilidades tecnológicas que la universidad le está conminando. Aún tiene que conectarse al nuevo curso de Brightspace y aprobarlo. Aún tiene que impartir un montón de clases a distancia. Aún tiene una carga administrativa que rebasa toda lógica. Aún tiene que esperar los resultados de su evaluación docente que no se dejó de aplicar en la pandemia. Aún tiene que juntar evidencias y rúbricas de las cuáles ignora el destino. Aún tiene que ir a decenas de juntas de zoom o meet, que le siguen llenando la maleta en forma inmisericorde.

Piensa en su amigo El Cristero y dice frente a la computadora, señalándola como si fuera la culpable.

−Por supuesto que Illich nos previno y tenía razón: esta no es la desescolarización; esta es la saturación de la escuela por otros medios, los tecnológicos. ¡Pinche pandemia! ¡Puto curso Brichestaun! ¡Pinche Bill Gates! ¡Maldito virus!– grita en solitario el profesor Labastida.

Y golpeando las teclas de su laptop, como en un acto de venganza, escribe en el espacio de búsqueda en google:

“La sociedad desescolarizada pdf”