El muy sobrio doctor Francis toma un abrecartas y rompe los precintos del paquete que acaba de recibir. El doctor neoconservador de moda en el Estados Unidos de hace ya treinta años está emocionado con la llegada de las primeras copias impresas de su último libro, el desarrollo de un artículo unos diez años más viejo.

Quita el material aislante del paquete y saca una de esas ediciones estadounidenses tan bonitas, en buen papel, pasta dura, guardas satinadas, y lee en voz alta el título: The End of History and the Last Man (Fukuyama: 1992).[i] El doctor, asiduo colaborador de la RAND Corporation (el laboratorio de ideas supuestamente independiente, pero ligado económica e ideológicamente a las fuerzas armadas de Estados Unidos y poderes similares) está seguro de que tiene la explicación científica del triunfo de su grupo.

II

Con la cabeza llena de nubes puede afirmar que: “Si al final del siglo XX tiene sentido que hablemos de nuevo de una historia direccional, orientada y coherente, que posiblemente conducirá a la mayor parte de la humanidad hacia la democracia liberal” (Fukuyama: 1992)[ii].

Pero a la historia no le importa Fukuyama ni conservadores de su especie. Poco después de su libro que tuvo repercusión en las universidades de todo el mundo, al grado que un doctor que yo conocía daba sus clases de geopolítica con Francis en la mano derecha y Hosbawn en la izquierda (sabemos que la universidad a veces es el lugar para mezclas extrañas), el terrorismo islámico mostró que las ideologías seguían.

Sin embargo, hay que reconocerlo, el muy encorbatado doctor por Harvard y un montón de universidades del mundo que lo han nombrado honorariamente, se salió con la suya durante un momento oscuro en el que el mundo parecía sumido más y más en el neoliberalismo y sus prácticas inhumanas que convierten todo en mercancía.

Aunque muy trillada, la imagen de la noche cayendo en gran parte del planeta es precisa para países como México. A pesar de muchos peros, de guerras sucias, de autoritarismo, algunas victorias se habían conseguido, como la seguridad social y la instrucción pública. Llegaron De la Madrid, Salinas y Zedillo y, como lo expresó en grupo Kansas “todo se desmorona, aunque no lo aceptemos” (Kansas:1977)[iii]. La larga noche del neoliberalismo nos cubrió.

III

Hace 50 años, un austriaco mucho menos encorbatado y mucho más polifacético que Fukuyama, escribió un libro que hasta la fecha nos hace reflexionar: La sociedad desescolarizada (Ilich: 1971) en el que desarrolla una idea tal vez no nueva, pero sí inquietante y bien planteada: “La educación universal por medio de la escolarización no es factible” (Ilich: 1971)[iv].

Se hizo el silencio en los pizarrones de gis de todo el mundo de hace medio siglo. ¿Qué dice este?, preguntaron en incontables lenguas profesores y burócratas de todo el mundo. ¿Cómo que cada momento de la vida debe ser de aprendizaje? ¿Cómo que hay que respetar la autonomía personal? ¿Cómo que los profesores no deben estar para mandar y los alumnos para obedecer? (Ilich:1971)[v].

Ya en 1845, Karl Marx aseguró algo que hoy parece, o debiera parecer, evidente: “La manera como se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se presentan, la ciencia entera sobraría" (Marx: 2016)[vi]. Ivan Illich lo puso de manifiesto, precisamente, en lo referente a la escuela, y lo que nosotros creíamos que era educación, no lo era. Y peor aún, lo que los neoliberales creen que la escuela es una burla, una forma del Taller de Cositas o la cuasi mítica Universidad de la Hamburguesa.

Como pedagogo, las ideas contenidas en el libro de cinco décadas de Illich son profundamente revolucionarias porque implican el desarrollo del pensamiento crítico, del autoaprendizaje, la responsabilidad, la investigación y la adecuación a la realidad.

Estoy convencido de que urge una relectura crítica y profunda de Illich, misma que puede brindarnos muchas ideas y abrirnos muchas puertas a la manera del buen Aldous, el de The Doors of Perception, en el sentido de que hay que abrir esas puertas para dejar entrar el conocimiento (Huxley: 1954)[vii] para lo que no necesariamente se necesita mezcalina, sino el inmenso poder de las ideas las que, como dice el escritor José Agustín en un ensayo sobre literatura rusa y Anna Karenina cuyo título no recuerdo, son capaces de detener el universo y reconfigurarlo.

Porque no está de más recordar al buen Lev quien, en el quinto aniversario de la Universidad de Sverdlov dijo (y luego por qué no lo quería el padrecito Stalin) que: “En consecuencia, estamos lejos de la tarea de educación del armonioso ciudadano de la comuna, consistente en formarlo por medio de un cuidadoso trabajo de laboratorio en el curso de un estado transitorio de la sociedad muy poco armoniosa. Tal empresa sería una utopía de una lamentable puerilidad. Lo que queremos hacer son luchadores, revolucionarios, que heredarán y completarán nuestras tradiciones históricas que todavía no hemos llevado a término”. (Trotsky:1923)[viii].

[i] Fukuyama, Francis. The End of History and the Last Man, 1992

[ii] Ídem

[iii] Livgren, Kerry, Dust in the Wind, canción grupo Kansas en Point of Known Return, 1977.

[iv] Illich, Ivan, La sociedad desescolarizada, 1971

[v] Ídem

[vi] Marx, Karl, Tesis sobre Feuerbach, 2016.

[vii] Huxley, Aldous, The Doors of Perception, 1954

[viii] Trotsky, Lev, Las tareas de la educación comunista, 1923.