“La aparición del deporte es otra cuestión,
también cultural, pero ligada a la cultura del ocio”
Manuel Vázquez Montalbán, 1972.
El día de hoy intenté realizar el trámite de mi credencial para obtener beneficios por ya pertenecer al selecto grupo de quiénes somos considerados como parte de la tercera edad, tengo 62 años, y en el lenguaje coloquial utilizado por mis amigos, ya estoy en el sexto piso.
Mientras conducía de regreso a casa, después de no lograr concretar mi intención, recordé una frase del escritor, y comentarista deportivo estadounidense, Howard Cosell: “el deporte es el departamento de juguetes de la vida humana”, como me sucede en muchas ocasiones, mi imaginación empezó a funcionar de inmediato sin mi permiso, ¿y si en realidad nuestra vida fuera habitar una especie de edificio imaginario?, en ese caso en la planta baja estarían nuestros primeros años de vida y la familia, tal vez por ahí del tercer o cuarto piso, la secundaria, los primeros amigos entrañables y así sucesivamente. Entonces, no pude estar más de acuerdo con esa idea, el deporte y el juego, como un piso transversal, desde la planta baja hasta el último al cual tienes la fortuna de llegar. Un área de esparcimiento, donde podemos acudir no importando la edad, condición social o económica.
Por supuesto quienes hemos tenido la necesidad de subir por las escaleras, con esfuerzo y cansancio, vemos sin entender, la existencia de algunos pocos quienes pueden utilizar el elevador para otros pisos transversales, como el de los viajes, los lujos, la riqueza y el poder.
Tomo prestadas las palabras del libro “Jugar con el corazón”, del entrenador catalán de handball, Xesco Espar: ¿Cómo se desafía al destino cuando los demás parten con ventaja? ¿Cómo se puede hacer saltar por los aires el límite superior de nuestro máximo rendimiento?¿Cómo encarar la vida cuando la excelencia no es suficiente?, la respuesta la encuentra en el corazón, no en la razón, sólo el espíritu y el deseo profundo nos puede mover detrás de nuestros sueños más imposibles y derrotar las pesadillas recurrentes, y eso, se encuentra, particularmente desarrollado en el deporte.
La utilización del deporte en la educación, al menos como lo hacemos en nuestros tiempos, se encuentra ligada a dos grandes hechos, uno del siglo XIX y otro de principios del XX.
El primero, obra del pedagogo inglés, Thomas Arnold, al introducir los juegos deportivos en los colegios ingleses.
El segundo, la consolidación de los Juegos Olímpicos al transitar al deporte en su concepción actual, de las aristocracias, a las grandes masas sociales, dándoles espacio para participar, como actores o espectadores de un fenómeno convertido en lo más significativo de la civilización en los albores del siglo XXI.
Cómo le sucedió a Cristóbal Colón cuando descubrió América, tal vez el profesor Arnold no tuvo idea de los alcances a futuro de su acción. Hijo de un aduanero, nace en 1795 y recibe su educación en Winchester y Oxford, al más puro estilo de las elites.
En 1827 es invitado como profesor de la denominada “Rugby School”. Fue un hombre con profundas ideas humanistas. Recomendó una gran reforma social y manifestaba enorme simpatía por los pobres, publicó diversos libros y murió en 1842. Entendió el papel de la práctica deportiva en la escuela, por eso la introdujo formalmente y, al parecer, para siempre.
Los campos de juego se convirtieron en medio educativo.
La segunda condición, ligada al barón Pierre de Coubertain, tiene elementos de oportunidad histórica detrás de su peso actual. El espíritu de competencia siempre ha estado presente en el hombre por eso la actividad física orientada a “ganarle” a otros nos ha acompañado, mucho antes de nacer el concepto moderno de deporte.
Por ejemplo, los griegos tenían cuatro grandes festividades deportivas: los juegos ístmicos en Corinto; los juegos nemeos de la ciudad de Nemea; los juegos píticos, en la montaña sagrada de Delfos; y los juegos Olímpicos en la región de Élida, en Olimpia.
Los persas tenían antiguos juegos de polo, la tauromaquia, arraigada en la cultura ibérica después de pasar por Creta; los tibetanos sus competencias hípicas; los japoneses la lucha cuerpo a cuerpo (sumo) y su primitivo jiujitsu; las culturas mesoamericanas con sus increíbles y variados juegos de pelota.
Muchas de estas expresiones fueron de carácter religioso, mágico o ritual. Son una particularidad muy singular y un rasgo muy propio de nuestra especie. Muchos deportes reflejan necesidades primitivas: el tiro con arco y el lanzamiento de jabalina, la caza como forma de vida, por ejemplo.
Es hasta fines del siglo XIX, que en las universidades inglesas, ante la presencia de tiempo de ocio, se dan cuenta que para competir con otras regiones necesitaban uniformar el equipamiento y la conformación de grupos. Así nace el asociacionismo y de ahí las federaciones deportivas.
Porterías, vallas, cronómetros y demás, son validados para su uso en el deporte en las escuelas superiores y, a inicios de siglo, vemos nacer algunos de los deportes más populares en la actualidad.
Del béisbol hay noticias de su práctica desde 1839 en Nueva York; el Básquetbol se inventa en 1891 en la YMCA de Massachusetts, pocos años después aparece el Voleibol y entre 1860 y 1870 se desarrolla el fútbol americano, su primer reglamento se hace en la Universidad de Princeton en 1867.
En esta explosión deportiva la idea de rescatar los juegos olímpicos, presentada en un congreso internacional de amateurismo en 1894, encontró un eco que aún en estos años sigue resonando con consecuencias serias para la sociedad y las escuelas.
El concepto moderno de deporte, nacido en Inglaterra, alcanza su mayor apología con el barón Pierre de Coubertin. Su introducción en la escuela refleja un mimetismo con el de los adultos, hace un esfuerzo por asemejarse al de élite, adorado por las masas a través de los medios.
José Maria Cagigal, intelectual catalán de la educación física y el deporte, lo definió magistralmente: deporte acción, practicado por muchos y visto por pocos; y el deporte espectáculo, ejecutado por solo algunos actores principales y presenciado por las grandes multitudes.
El deporte espectáculo se ha impuesto. Se fomentan mayormente aquellos con el potencial de atraer un gran número de asistentes y no los que podrían necesitar practicantes en beneficio de una mayor población. En este espacio, ganar lo es todo, Ayrton Senna el mítico piloto brasileño de fórmula uno, dijo en alguna ocasión: “El segundo es el primer perdedor”, suena bien, pero no encaja en el papel liberador del deporte como instrumento educativo.
El ejemplo de los profesionales no siempre es el mejor y los padres de familia en el momento de presionar a los profesores y entrenadores a ganar a costa de todo, deben reflexionar con mayor cuidado, sobre el efecto a largo plazo del deporte mal utilizado como medio para educar.
Si entendemos de dónde surge y la profundidad de sus raíces es más fácil darnos cuenta del punto esencial, no se trata de educar para el deporte, sino a través del deporte, rescatar lo que tiene de bueno para fortalecer diferentes estratos de la personalidad, tales como la voluntad o el deseo de lucha.
De ayudar en la formación de un hombre superior, de eso exactamente, trata la educación física y el deporte en su sentido educativo.
*Doctor en Administración Pública por la Universidad Anáhuac y presidente de la Federación Nacional de Ajedrez de México (FENAMAC).