Elena Ferrante
Cuando empecé a leer la novela más reciente de Elena Ferrante lo hice con cierta reserva. Aún tenía en mente el amable recuerdo de su tetralogía que empieza con La amiga estupenda y temía desilusionarme Pero conforme me fui adentrando en la lectura del libro encontré a la escritora de siempre, la creadora de historias de amistad, sexo, amor y misterio. Giovanna, una joven empeñada en conocer a su tía Vittoria, ausente de todas las conversaciones y fotografías familiares, descubre una serie de mentiras y se convierte en testigo del derrumbe de su propia familia burguesa e intelectual.
Aprendió a mentir, sobre todo a sus padres. Al principio no eran auténticas, pero al recordar las palabras de su madre de que nunca hay que decir mentiras, éstas fueron subiendo de tono. Inmersa ya en un mundo de mentiras, la relación con sus amigas de siempre sufre una transformación. De ser una amistad sincera se convierte en un juego de simulaciones e incluso de traiciones. No obstante, Elena demuestra el triunfo de la amistad por sobre todas las cosas. Nos recuerda a los personajes Lila y Lenú de la citada tetralogía, las amigas que superaron situaciones angustiosas y degradantes.
Esta historia gira en torno de una misteriosa pulsera, que pasa de mano en mano, y cada vez que sucede provoca malos momentos a quien la posee.
Giovanna habla sin tapujos del sexo, de sus dudas frente a la religión: “Detestaba la idea de que en los cielos hubiese un padre y nosotros, los hijos, estuviésemos abajo, en el barro y la sangre. ¿Qué clase de padre era Dios? Detestaba a ese padre que había creado unos seres tan frágiles, expuestos sin cesar al dolor, fácilmente perecederos. Detestaba que se quedase ahí mirando cómo nosotros, marionetas, nos las arreglábamos con el hambre, la sed, las enfermedades, los terrores, la crueldad, la soberbia; detestaba incluso los buenos sentimientos que, a costa de mala fe, ocultaban la traición.
Puede decirse que cuando se es joven debe aprender a mentir para parecer adulto. A tal grado que se miente incluso a sí mismo. Y entonces la vida se convierte en una total y absoluta mentira. Lo cual no es raro porque cuando somos niños los adultos nos mienten. Primero que si no nos dormimos vendrá el coco. Más adelante nuestros padres nos mienten que llevan una vida de pareja formidable, cuando nos percatamos que no es cierto. Nos pasamos la vida de mentira en mentira.
En esta novela, como en las anteriores, la autora, a través de sus personajes expresa, de manera casi feroz, los sentimientos contradictorios que vinculan a padres e hijos. Inclusive a la manera de otras de sus novelas , La hija oscura, por ejemplo, termina con el lugar común de los padres abnegados, que dan todos por sus hijos, a costa de su propia insatisfacción. Por todo eso y más, La vida mentirosa de los adultos, es estupenda. En ella encontramos a la Elena Ferrante de siempre.