Una vez más, aurora, me saludas
con esa indiferencia que los años
nos envolvieron de ilusiones mudas
como dos íntimos —ya ves— y extraños.
Nos debemos las páginas, los sueños,
los últimos silencios, la fragancia
de los que existen ávidos, sin dueños,
en la intrínseca fe de la distancia.
Si amanecemos juntos, celebremos
que el mar aún ordena travesías,
que las velas aguantan, que los remos
no conocen traición ni cobardías.
Una vez más, por eso del futuro,
seamos luz, azote de lo oscuro.