En estos tiempos feroces hay poco para celebrar. Mientras la oscuridad del sistema se convierte en rutina, cuando los de arriba nos despojan con muerte y violencia, las luces de abajo brillan con todo su resplandor, rasgando la noche, iluminando las trochas y las pendientes. El 37 aniversario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional es, con seguridad, la luz más potente en el firmamento latinoamericano.
El EZLN celebra su 37 aniversario afrontando una de las mayores ofensivas militares en mucho tiempo, alentada por el gobierno progresista de Andrés Manuel López Obrador, por los gobiernos de Chiapas y de varios municipios del estado, que lanzaron una guerra de desgaste contra los territorios autónomos, para despojar y destruir al EZLN y a las bases de apoyo.
Pero, ¿qué celebramos en concreto? La continuidad y la perseverancia de un movimiento revolucionario distinto a todo lo anterior, algo que debemos valorar en toda su trascendencia. No sólo no claudicaron, no se vendieron y no traicionaron, sino que no repitieron el esquema vanguardista, que reproduce la cultura dominante al convertir a sus dirigentes en nuevas elites.
Celebramos la coherencia, pero también lo mucho que nos enseñaron en estas casi cuatro décadas. Para no hablar en general, quiero referirme a lo que he aprendido, ya sea en la escuelita zapatista o en diversos encuentros e intercambios en los que pude participar.
El núcleo del zapatismo es la autonomía. No teórica ni declarativa, sino práctica viva de los pueblos, en todos y cada uno de los momentos y espacios en los que hacen sus vidas, desde los ejidos y las comunidades, hasta los municipios y las juntas de buen gobierno. La autonomía es una forma de vida, es la dignidad de los pueblos; autonomía colectiva, no individual como nos trasmitió cierto pensamiento eurocéntrico.
Necesitamos la autonomía para continuar siendo pueblos y sectores sociales que practicamos otros modos que los de arriba. La autonomía puede ser practicada en todos los espacios, en los barrios de las ciudades, entre campesinos, pueblos originarios y negros, en los más diversos colectivos y comunidades.
La autonomía es ese inmenso paraguas de dignidad que sostenemos entre todos y todas. No es una institución, son relaciones humanas vivas, tejidas con la dignidad que nos permite hermanarnos.
Las bases de apoyo y el EZLN nos enseñaron, también, que la autonomía debe ser completa, integral, o por lo menos tender hacia ello, abarcando todos los aspectos de la vida de los pueblos. Por eso construyen escuelas, clínicas, hospitales, cooperativas y todo ese rico entramado de producción de vida y de cuidado de la vida.
Autonomía se conjuga con autogobierno y con justicia autónoma; el motor de la autonomía son los trabajos colectivos.
La defensa de los territorios y la comunidades es otra de la enseñanzas del EZLN. Pero aquí aparece otro rasgo de la autonomía, inédito en el campo de la revolución: la defensa de nuestros espacios no puede ser mera reacción a lo que nos hacen los de arriba. Elegir cómo, cuándo y de qué manera actuamos es también un rasgo de autonomía, para no caer en provocaciones, porque ellos quieren la guerra, porque la guerra beneficia al capital.
En este punto, el EZLN nos ha enseñado a no responder agresión con agresión, muerte con muerte, guerra con guerra, porque ahí dejamos de ser autónomos, o sea dejamos de ser diferentes. Y esto no tiene nada que ver con el pacifismo.
Aprendimos que no hay un modo único de autonomía, válido para todos los pueblos en todo tiempo. Nos han enseñado que cada quién camina a su modo y según sus tiempos, y eso es lo que están haciendo los pueblos en América Latina.
Puedo dar testimonio del modo como las autonomías se expanden por nuestro continente. Decenas de comunidades mapuche en el sur de Chile y Argentina, se están reconstruyendo de forma autónoma, enfrentando la política de los estados que los presentan como terroristas.
El Consejo Regional Indígena del Cauca, en el sur de Colombia, es una expresión notable de construcción de autonomías. La guardia indígena se expande hacia los pueblos negros y campesinos, que han protagonizado la reciente Minga Indígena, Negra y Campesina que culminó en Bogotá luego de caminar 500 kilómetros (https://bit.ly/2IMRFQk).
En Perú se ha formado el Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis, proceso que están siguiendo otros tres pueblos amazónicos del norte. En la Amazonia brasileña 14 pueblos están transitando hacia la autonomía para defenderse de la minería y el agronegocio, como ha mostrado el geógrafo militante Fábio Alkmin en una investigación en curso.
Sería abusivo dar la impresión que todas las autonomías siguen los caminos que está transitando el EZLN. Pero quiero enfatizar que la existencia del EZLN es un impulso, un referente, una luz que nos dice que es posible resistir al capital y al capitalismo, que es posible construir mundos otros, resistiendo y viviendo con dignidad.