Existen muchas fotografías donde Diego Armando Maradona aparece con un reloj en su muñeca izquierda y otro en la derecha, en uno tenía la hora local de Argentina y, en el otro, la del lugar en el cual se encontraba. Un hombre con su país en el alma. Esta podría ser una de las explicaciones más plausibles a las manifestaciones multitudinarias en reacción a su deceso.
El gobierno argentino ha decretado tres días de luto nacional, sus restos serán velados en la casa rosada, sede del gobierno y no en un estadio, como podría haberse considerado el destino más ideal para una figura deportiva de sus dimensiones.
Diego Armando Maradona no tan sólo fue único en su vida, coincidentemente su deceso ocurre, con cuatro años de diferencia, con el de Fidel Castro Ruz, presidente de Cuba y amigo personal de él, un miércoles, 25 de noviembre, el “comandante”, pasa a mejor vida, ahora, en un viernes, el famoso 10, finalmente sucumbe ante los contrastes y excesos de su vida personal.
Fidel y Diego se conocieron en diciembre de 1994 cuando el futbolista acude a la reconocida medicina cubana y sus tratamientos para recuperarse de temas de salud y adicción, Maradona, apasionado al extremo como siempre, le muestra su admiración al mostrarle un tatuaje con la imagen del “comandante” en su pierna izquierda.
El desafío al imperialismo como una marca clara y personal define con mayor profundidad la personalidad de un hombre comprometido con la clase de la cual él emergió: los pobres y desvalidos a quienes consideraba abusados por el sistema capitalista; esta amistad se prolongaría más allá de la recuperación del llamado “Pelusa”, apodo originado en su infancia por su abundante cabellera cuando transitaba por los llanos en sus inicios como futbolista.
Con su muerte, con la partida del hombre, inicia la leyenda de la figura y, al igual que muchos escritores, músicos, pintores y escultores, ahora Maradona, con su deceso, eleva sus hazañas en el fútbol al nivel del arte, gracias a sus habilidades técnicas, tácticas, y actitud dentro del terreno de juego.
En la antigüedad los guerreros salían a combatir contra otras tribus, regresaban con un botín, lesiones fruto del combate y el reconocimiento de toda su comunidad, ahora, este papel, lo desempeñan los deportistas, en particular los futbolistas, este deporte gracias a su difusión y penetración en la sociedad a nivel mundial, tiene incluso un lenguaje similar al utilizado en la guerra, escuchamos a los comentaristas decir: “se replegaron”, “están asediados”, “el equipo se encuentra la defensiva”, “la multitud ruge ante la agresión”, entre otras; actualmente un partido de fútbol en un campeonato mundial representa, exactamente el mismo símil, ahora en su retorno traen trofeos, medallas y lesiones fruto del combate en el terreno del juego, la misma sensación de dominio y victoria instalada en nuestros genes prehistóricos, como una marca de fuego con el potencial de impulsarnos a compararnos y buscar ser mejores en relación a otros grupos sociales.
En el campeonato mundial de fútbol de México de 1986, fuimos testigos de cómo opera este mecanismo de manera profunda en el sentir completo de una sociedad, después de la guerra de las malvinas de 1982 en la cual Inglaterra recupera el dominio de las Islas, causando un gran agravio y muerte de muchos jóvenes argentinos, la respuesta se encontró en el terreno de juego, Maradona con su picardía e ingenio logró eludir a todos los jugadores ingleses para hacer uno de los considerados mejores goles en la historia de este evento.
No sólo eso, también convirtió la anotación conocida como “la mano de dios”, donde hizo el dribling al árbitro, al portero, a los jugadores, a los espectadores televisivos y asistentes al estadio. Un gol ilegal validado por el mundo entero como un tributo al ingenio de un jugador con la chispa para hacer lo impensable sin ninguna consecuencia, con la burla evidente hacia Inglaterra y, de pasada, al imperialismo en su totalidad.
Es necesario comprender al fútbol profesional actual como un espectáculo, con actores y roles perfectamente definidos, el portero juega a ser héroe o villano, según su actuación, el árbitro como el juez, justo y odiado al mismo tiempo por sus decisiones, el delantero ocupado en hacer vibrar a la tribuna con su accionar y los espectadores dueños del espacio en el cual se encuentran, disfrutando de su participación, con el sentimiento de ser actores y no sólo voyeristas presentes en un combate.
Maradona tenía la capacidad de romper por completo lo esperado y salirse del guión para, simplemente por el gusto de estar haciendo aquello por lo cual se definía su vida, hacer explotar de euforia a una nación y al mundo, maravillados por su talento y genialidad como futbolista.
Cuando se mencionan sus problemas personales y complicaciones para manejarse adecuadamente fuera de la cancha, como un tema para considerarlo mala influencia,debe reconocerse a su favor: nunca intentó manifestar querer ser ejemplo para nadie, de hecho cuando se refería a él mismo en tercera persona podemos tan sólo imaginar el gran peso que era para Diego, cargar a Maradona en sus hombros.
Aquel pequeño nacido en Lanús y crecido en Villa Fiorito, parece haber nacido con un balón bajo el brazo, en lo personal no puedo imaginar a Maradona a esa edad practicando el fútbol y pensando en llegar a ser un profesional reconocido, estoy seguro, lo hacía por gusto, placer, juego, y alegría; gracias a lograr conservar eso durante su carrera profesional, logró trascender más allá de lo que Eduardo Galeano menciona como un problema para los jugadores profesionales, a quienes considera que en su profesión pasan del placer del hogar y la familia al deber de jugar, no importando nada más, para Maradona el placer estaba en el terreno de juego y esa fue su gran carga cuando ya no pudo hacerlo.
Los estadios dialogan con su pasado, en Argentina, España e Italia seguramente hay una plática intensa, pero en particular en el privilegiado Estadio Azteca de la ciudad de México, cada que un aficionado ingrese a él y se siente a mirar nuevamente un encuentro de fútbol, seguramente escuchará el estruendoso, pero callado murmullo, del testigo de una de las mayores hazañas en el mundo deportivo.
Se separan dos personalidades, descanse en paz Diego el hombre, Maradona, el futbolista, el día de hoy ha iniciado su ruta hacia la permanencia eterna, en ese imaginario colectivo concebido por Edgar Morin.