Diario de invierno
Paul Auster
Siempre he tenido predilección por leer las autobiografías de escritores y filósofos. Me parecen que son el complemento de sus trabajos literarios. De tal manera que cuando me enteré de que Paul Auster publicó sus memorias en un libro titulado Winter Journal me apresuré a leerlo.
El 3 de enero de 2011, exactamente un mes antes de su cumpleaños número 64, el autor de la Trilogía de Nueva York se sentó y escribió el primer párrafo de sus memorias. Es un poco ortodoxo y bello examen de su vida, visto a través de su cuerpo. Nos conduce desde su niñez hasta el borde de la vejez al convocar un universo de sensaciones físicas, de placeres y dolores, moviéndose del despertar del deseo sexual como adolescente a los lazos cada vez más profundos del amor conyugal, de las meditaciones sobre comer y dormir al “escandaloso y celebratorio momento de claridad” en 1978 que lo puso en un nuevo rumbo como escritor.
El primer párrafo nos señala lo que muchos pensamos, pero no sabemos expresar: “Piensas que nunca te sucederá, que eso no puede pasarte, que eres la única persona en el mundo a quien ninguna de esas cosas pasa, y entonces, una a una, todas ellas empezarán a sucederte, en la misma forma en que le pasan a todo el mundo”.
En las diversas autobiografías que he leído, hay momentos en que surge la identificación con situaciones que, aunque no exactamente, uno ha vivido. Es el caso del momento en que describe lo que es el beisbol para él, así como para muchos fanáticos de este deporte. Así que transcribo ese sentimiento que se despierta en quien alguna vez ha jugado beisbol:
“Más sutilmente, más bellamente, más gratificante a la larga, había una habilidad en constante evolución para jugar béisbol, el menos violento de los deportes, y la pasión que desarrollaste a partir de los seis o siete años. Atrapar y lanzar, apresar los rodados en tu guante, aprender dónde posicionarte en cada momento durante un juego, dependiendo de cuántos outs hay, de cuántos corredores hay en las bases, y saber por adelantado qué debes hacer cuando la pelota golpeada vaya en tu dirección: lanzarla a home, a la segunda base, tratar de hacer un doble play, o alguna otra jugada, porque tú juegas la posición de parador en corto, o short stop, correr hacia el jardín izquierdo, después de un hit sencillo y luego girar para hacer que el tiro de relevo llegue al lugar correcto en el campo. Nunca un momento aburrido, a pesar de lo que los críticos del juego deben pensar: siempre atento, en un estado de anticipación constante, tu mente agitada con las diversas posibilidades, y luego la repentina explosión, la pelota acelerando hacia ti y la urgente necesidad de saber lo que debe hacerse, los reflejos rápidos necesarios para realizar tu trabajo y la exquisita sensación de recoger una pelota a ras de tierra, a tu izquierda o tu derecha y hacer un lanzamiento fuerte y preciso a la primera base. Pero no hay placer más grande que golpear la pelota, acomodarte en la caja de bateo, observar los movimientos del pítcher antes de que lance la pelota, y golpearla limpiamente, sentir la pelota haciendo contacto con la parte más gruesa del bat, el sonido del golpe que resuena en tus oídos mientras la ves volando profundamente hacia alguno de los jardines, no, no hay sentimiento parecido, nada más cerca de la exaltación a partir de ese momento, y debido a que te vuelves cada vez mejor a medida que pasa el tiempo. Hubo muchos de esos momentos, y viviste para ellos de esta manera y nada más, envuelto totalmente en este juego de niños sin sentido, pero ese fue el ápice de la felicidad para ti en ese entonces, lo mejor que tu cuerpo pudo hacer”.
El beisbol como estratagema para sobrevivir, para enfrentar y resolver los problemas que se presentan en la vida cotidiana. Para saber, en determinado momento, en que parte de la vida te colocas.