Soy aguinaldo: quemo tus manos
y me dilapidas.
Soy un beso entregado,
mientras abres los ojos y me olvidas
Soy el tiempo en tu vida
cuando te sabes eterna.
Soy una abandonada avenida
con tu luz mortecina.
Soy canario en tu jardín
Cuando persigues un halcón.
Soy el recuerdo de una noche
Y tú despiertas al amanecer.
Soy pastel rebanado
Y tú buscas una bebida amarga.
Soy el tiempo recobrado
y tu memoria me abandona.
Soy brazalete en tu cuerpo
cuando te desnudas por nadar.
Soy espacio húmedo
y tú, desierto sofocante.
Soy rumor en tu mejilla
y tú, sordina de saxofón.
Soy bala de nieve invencible
y tú fogata nocturna interna.
Soy delincuente que te asalta
y tú vidrio roto por años.
Soy una rabieta infantil
vencida por tu alma calata,
por un caos celeste,
por una palabra sutil.
Soy amor de repuesto
Y tú maga que rompe encantamientos.
Eres un amor improbable
Y yo matemático perenne.
Soy roca de musgo, hundida,
Y tú viento que rueda toda piedra
En fin, que somos cuento inverosímil
El cual cada noche cristaliza
Y cada alba se redime.
Somos una historia sin registro
Y nos creen leyenda épica
Mientras realizamos un experimento sin control,
otros piensan que somos un invento de ficción
somos prueba intangible
de lo improbable e increíble
No hay noches solitarias,
después de ti.
Se agotaron las horas de amargura,
Se descompuso el reloj presuroso
y roto, ha quedado, el llavero de recuerdos oxidados,
Se esfumaron los olores de fogatas dolidas
Se desvanecieron las imágenes en mi cartera postal
Envejecieron los temores del desamor
Se agrietaron los cimientos de la tristeza recurrente
Las métricas se volvieron elásticas,
Tu piel, el órgano más fino
Rasgaste mi mente como cuerdas de guitarra
Suturas mi piel como morral aventurero,
Mientras Satán me envidia,
Tú escapas de mi monasterio
El universo se recreó:
Después de ti.
Algo mágico debe existir en ese espacio innombrable.
Conjuro difícil de aprehender por los sentidos,
pero sencillo de comprender por los sentimientos.
Un compañero de viaje murmura en el oído,
las cosas desconocidas, sin promesas, de ese lugar
que adivinas con absoluta certeza de cruzar.
Imaginación que se prende con porfía
en la esquina de una hoja de papel quemado
y encierra una noticia, un poema, un ensayo
que se borra en una vieja fotografía
¿Todo me estaba predestinado antes de que naciera?
Ningún adivinador conocerá jamás
las respuestas de la imaginación más débil, más vulnerable,
cuyo poder se esconde en los pliegues
de una sábana, de una arruga en la cara,
de la más tibia caricia de dos pieles
que se encuentran, clandestinas.
Retos de la imaginación
que vencen los vetos a la imaginación
que podan los setos de la imaginación.
Retos que, compartidos, se convierten en ritos, se ven rotos, se transforman en rutas.
Retos en los que volteas a ver al compañero de tu travesía
para admirar sus protocolos,
llorar sus rupturas, trazar sus caminos,
enlodar sus botas al caminar:
Retos de la imaginación que se condensan
en el momento en que tienes la tentación
de limpiar el sudor de la frente de una mujer, de un hombre
a quien velas y quieres
para descubrir lo heroico al negarte
y cambiar tu gesto por un abrazo instantáneo, fugaz, genuino,
un abrazo por el cual darías la vida.
Te ofrezco una segunda lágrima que acompaña las tuyas.
No soy un consejero que ya superó todo.
Soy un tercer náufrago que desea subir al mismo pedazo de madera al que te aferras, con un recuerdo.
Soy una cuarta cuerda que no deja de sonar al ver a la quinta cuerda rota
No me quedaré callado y acompañándote, no diré palabras sabias.
Me quejaré junto contigo, me entristeceré como tú, seis veces buscaré tu mirada.
Nos hace falta mucho más.
Busquemos unos árboles viejos y pongamos algunas hojas de otoño en el pasto,
una banca blanca y oxidada por allá,
una vereda polvosa porque los pasos de otros han secado el pasto,
pongamos una tarde de cielo aborregado con un sol necio que se quiere asomar
entre nubes grises, bajas, cargadas de lluvia.
Deja que la pesadumbre se vaya colgando de ti mientras caminamos
y que se gaste al detenerse en tus piernas.
Deja que se vaya desgajando sola:
deja que el pasto se coma nuestras sombras y tu pesar.
Piensa que si te escucho te estoy pensando.
Piensa que, si te pienso, te estoy escribiendo
y que cuando terminemos esta caminata
te entregaré otro mensaje, casi una carta.
Pongamos en el jardín una fuente artificial que no funciona,
pongamos también un charco grande donde caminamos con cuidado para no resbalar.
¿Podemos abrazarnos muy de cerca, porque estabas a punto de caer?
¿Puedo retener de más el abrazo, aunque ya recuperaste el equilibrio?
¿puedo abrazarte y acobardarme, puedo soltarte y envalentonarme?
¿puedo tomar tu cintura y reírme antes de repetir tu nombre?
Corramos porque la lluvia se suelta en tu jardín.
Caminemos mientras la lluvia nos moja, ya qué más da.