La ciudad contemporánea se encuentra en una situación crítica en la cual ya no es posible que continúe expandiéndose en el territorio. Por otro lado, el estilo de vida urbano se ha extendido a casi todos los rincones del planeta.
Estos fenómenos que llamamos “megalópolis” se componen de procesos sucesivos de “implosión-explosión” que implican la concentración urbana, el consecuente éxodo rural, la extensión del tejido urbano y la subordinación total de lo agrario a lo urbano. Hemos alcanzado un punto crítico que ya ha superado por mucho la capacidad técnica de los planificadores urbanos. Me refiero a una expansión urbana compuesta por corredores poblados densamente desde el Valle de México y sus inmediaciones hacia todas las direcciones, que abarcan poblaciones en los cuatro estados circundantes (Hidalgo, Morelos, Puebla y México).
Pero este no es un fenómeno exclusivo de nuestra metrópolis, también sucede en Japón (Tokio-Yokohama), Estados Unidos (San Diego-San Francisco), China (Delta del río Perla) y en otros países como Brasil e India.
Se trata de fenómenos muy estudiados pero no por ello se ha podido alcanzar el equilibrio, sobre todo desde el punto de vista medioambiental. La confusión entre ciudad y campo ha tenido un impacto nocivo a nivel de administración de recursos, industrialización y construcción de infraestructura, en parte por la dificultad estadística, al no poder establecerse con exactitud la extensión de ambos conceptos, lo cual complica la gestión política de las inversiones.
El asunto es tan complejo que ni siquiera los expertos son capaces de describir con claridad suficiente los términos que utilizan. Aunque tengan buenas intenciones muchos conceptos utilizados hoy día como “posmetrópolis” o “urbanización planetaria” generan más controversias y se alejan de su propósitos de contribuir a las herramientas teóricas disponibles para la comprensión de los fenómenos que estudian.
Milenio, Ciudad de México / 16.05.2024 05:12:25