Somos anarquistas por un sentimiento que es la fuerza motriz de todos los verdaderos reformadores sociales y sin el cual nuestro anarquismo sería una mentira o un sin sentido. Este sentimiento es el amor por los hombres, es el hecho de sufrir por los sufrimientos ajenos.
En el cine, las relaciones afectuosas, de aprendizaje, acompañamiento, iniciación educativa y comprensión entre adultos mayores y preadolescentes es larga e interesante. Citemos sólo algunos ejemplos emblemáticos que nos vayan encaminando al comentario de las Mentes peligrosas de este mes: El profesor Don Cipriano y sus estudiantes en Simitrio (Gomez Muriel, E. México, 1960); el estrecho vínculo entre Alfredo, proyeccionista del cine local y Toto en Nuevo Cinema Paradiso (Tornatore, Italia, 1988); el lejano abuelo con Javi y Juan, en Los Secretos del Corazón (Armendáriz, M. España,1997); el desafiante abuelo y su deslumbrante nieto en Vitus (Murer, F. Suiza, 2006); el señor Carl y el niño explorador Russell, en la cinta animada Up: una aventura de altura (Docter, P. Estados Unidos, 2009). La lista se podría alargar casi infinitamente, pero para el caso, sólo agregaremos la cinta Manuel, el hijo prestado (Labonté, F. Canadá,.1991)
Manuel es un niño que vive en una ciudad en Canadá, con su familia de origen portugués. El padre es viudo y tiene una pequeña panadería. Viven en un barrio pobre del centro, rodeados de inmigrantes.
Manuel ayuda a su familia en la panadería y haciendo mandados. De esa manera es que conoce al viejo zapatero de la comunidad Juan Álvarez, que es catalán —que la vox populli acusa de comunista, aunque él se dice orgullosamente anarquista.— Sin embargo, Manuel no tiene buenas calificaciones en la escuela e incluso le informan al padre que tiene muchas dificultades para leer. El padre, entonce, descalifica al niño tachándolo de estúpido.
El niño vive así en medio de dos violencias: la de la escuela y la de su padre que lo descalifican. Pero él no es tonto y reacciona apartándose de ambas instituciones. Pero las cosas no serán fáciles. En la calle se le vendrá encima una tercera forma de violencia social: la delincuencia juvenil, que te elimina si no colaboras con ella.
En este contexto social ¿qué puede salvar a Manuel? Una serie de coincidencias lo hacen volver a encontrarse con Juan, el viejo anarquista. Con él, Manuel, empieza un proceso formativo, existencial e ideológico. El viejo comienza a darle ejemplos de que la actitud contestataria es válida si tiene un sentido. Que no se puede robar a los trabajadores, sino a los patrones. Le habla de lo que vivió en Barcelona, de 1937 a 1939. Le presta libros al muchacho, primero con muchas fotografías y luego llenos de textos. Manuel comienza a leer y lo va haciendo cada vez mejor.
Sin embargo, la cercanía de los delincuentes lo hará recaer en los pequeños robos. Una institución para menores infractores lo obliga a tres cosas: vivir con Juan, regresar a la escuela y ver a su padre dos horas a la semana.
Juan y su esposa lo acogerán con mucho cariño. Ella —que se resiste desde el principio— encuentra en Manuel un confidente y un cómplice para desafiar las verdades absolutas que teóricamente posee el anarquista, pero que son débiles en la práctica.
De hecho, al regresar a la escuela Manuel organiza a sus compañeros contra lo que llama el autoritarismo escolar. Los alumnos lo siguen hasta que son reprimidos y vueltos otra vez obedientes. Juan es llamado y sufre una contradicción entre lo que le enseñó al muchacho y la realidad que se les impone.
Con todo, la película pone en el centro, por sobre los protagonistas y la trama, un pensamiento libertario ácrata, de un anarquismo práctico; lejos de Dios, patrones o las leyes e instituciones, que se vuelve muchas veces inaplicable o contradictorio pero que sigue siendo profundamente humano, crítico, necesario, alternativo y formativo. Que se cocinó y resistió en un gran momento de la historia occidental, desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX; y que a veces reaparece y se resignifica en nuestros días, a través del fundamento de movimientos sociales y/o artísticos como una una trinchera filosófica, que es conveniente revisar ante mundos cerrados, herméticos y polarizados.