Finales de diciembre de 2003. Los escritores Joan Didion y John Gregory Dunne han estado casados durante cuarenta años. Regresan del hospital, donde su hija está en coma después de una neumonía. Están a punto de sentarse a cenar. Mientras ella prepara una ensalada, John está en su silla habitual junto a la chimenea. Bebe un whisky, lee las pruebas de un libro. De pronto él se queda callado. Joan piensa que se ha atragantado. Corre a auxiliarlo. John cae de bruces. Tiene un ataque al corazón. Luego la llamada de auxilio, el hospital, la muerte.
Y después el duelo, la tristeza, la añoranza. Todos los lugares que visitaron juntos y que Joan Didion vuelve a recorrer están impregnados de la presencia de John. Así lo narra en El año del pensamiento mágico, "libro del año 2006" en los Estados Unidos, galardonado con el Premio Nacional del Libro. La escritora de Noches azules cuenta el año en que perdió a su esposo y cuando su hija cayó en coma. La escritora trata de escapar refugiándose en el "pensamiento mágico". Y los lectores atestiguamos los intentos desesperados por superar sus tristes estados de ánimo: busca información, aprende, quiere llegar al fondo de lo que pasó en los últimos instantes de una vida que ya no lo será más.
Se refugia en la lectura. Lee a Freud, a Melanie Klein, a CS Lewis, a Thomas Mann, a Matthew Arnold, a Philippe Ariès. Novelistas, psiquiatras, poetas, historiadores, socio-antropólogos. Una tarde va al escritorio de John, ve la pila de libros que estaba cerca de la silla en la cual John acostumbraba a leer cuando despertaba a media noche. Deliberadamente ha dejado sin tocar esos libros, no por algún impulso de construcción de santuarios, sino porque no creía que pudiera darse el lujo de pensar en lo que él leía en medio de la noche.
Los recuerdos vuelven una y otra vez con sus alegrías y sus errores. Hay una multitud de pasajes abrumadores en El año del pensamiento mágico. Joan Didion, por ejemplo, se da cuenta de que no tiene una carta de John Gregory Dunne. Ella nunca se había percatado. No se enviaban cartas porque casi nunca estaban separados. Trabajaron juntos, en casa, todo el tiempo. Recuerda que fueron innumerables las ocasiones, durante el día promedio, en que surgía algo que necesitaba decirle. Este impulso no terminó con su muerte. Lo que terminó fue la posibilidad de respuesta, asume con tristeza Joan. John Gregory Dunne murió el 30 de diciembre de 2003, a la edad de 71 años. Joan Didion comenzó a escribir El año del pensamiento mágico en la tarde del 4 de octubre de 2004. Su hija murió el 26 de agosto de 2005, menos de dos años después que su esposo. No escribe para provocar lástima. Escribe sobre la realidad. Frente a la muerte, ella habla de lo ordinario y lo extraordinario.
Señala que los sobrevivientes miramos hacia atrás y vemos presagios, mensajes que antes ignoramos. Recordamos el árbol que murió, la gaviota que se estrelló contra el parabrisas del coche. Vivimos de símbolos. Un día escucha su contestadora. Se sorprende. Esta grabada la voz de John. Quiere reprogramar la contestadora. No se atreve, ya que lo haría con una sensación de traición. No escucharía más la voz del amado.
“El duelo es un lugar que ninguno de nosotros conoce hasta que lo alcanza. Anticipamos (sabemos) que alguien cercano a nosotros podría morir, pero no miramos más allá de los pocos días o semanas que siguen inmediatamente a esa muerte imaginada. Malinterpretamos la naturaleza incluso de esos pocos días o semanas. La vida cambia rápidamente. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida como tú la conoces llega a su fin”, escribe Joan Didion una y otra vez a lo largo de su texto. Lo hace para recordarnos la finitud de nuestra vida.
El año del pensamiento mágico es un texto que nos enfrenta con la muerte, con los recuerdos del amado, con los espacios impregnados con la presencia del otro, de quien se fue, de quien ya no estará más con nosotros.
