A César Labastida Esqueda le es indiferente el fútbol. Durante su infancia y adolescencia nunca tuvo talento ni interés por ese deporte de masas. Sin embargo, en las preparatorias donde imparte clases siempre encuentra estudiantes y profesores que son fanáticos irracionales, por lo que ha tenido que informarse mínimamente y utilizar la cultura del balompié como estrategia didáctica y como instrumento de crítica para la enajenación del mundo moderno. Así que durante el fin de año aceptó subirse en la escuela al mood del Mundial de Qatar.
En las clases, el tema del Mundial no se podía evitar, de tal modo que a la menor provocación los estudiantes hacían sus comentarios. Uno de ellos, entusiasmado discrepó una vez más, de la opinión generalizada de la gente y mucho antes de que el equipo representativo de Argentina ganara el Mundial celebrado en Qatar, sostenía:
−El juego con los árabes es de lo mejor que ha hecho México en muchos Mundiales, solo comparable a cuando le ganamos a Alemania, Francia o Croacia.
Los abucheos, de casi todos los alumnos, no se hacían esperar. Mientras, el profesor César, prudente, sólo escuchaba. Y todos los demás compañeros se deshacían en comentarios arteros sobre los seleccionados nacionales: ratoncitos vedes, entregaron el juego ante Argentina, deberían aprender de Marruecos, ¿para qué van? Para muchos de ellos el Mundial prácticamente había terminado con la eliminación de la escuadra mexicana, salvo algunos, los más futboleros, que dedicaron su apoyo a los equipos latinoamericanos: Brasil y Argentina. Estos seguían, como cada 4 años, sumergidos de cuerpo entero en el opio moderno del campeonato del mundial de futbol. No les importaban ni las críticas de los “villamelones”, ni las miradas de odio de sus compañeros que se asumían intelectuales y por tanto lejanos a esas formas de manipulación.
Ese grupo de estudiantes, que representaba para el profesor Labastida una muestra interesante de la cultura de masas, seguían la mayoría de los juegos del Mundial de forma múltiple: estaciones de radio; podcast, en plataformas pagadas y piratas, en televisión abierta (con amigos y familiares) y le extrañó que no asistieran a cines, que al parecer continúan de capa caída después de la pandemia.
A dos de los colegas de César Labastida, que dirigen una revista educativa, les encanta el futbol y afirman que si se quedaran con algún Mundial completo, porque los de México aunque fueron espectaculares, no lo fueron en conjunto, tal vez elegirían el de Qatar 2022; desde el primer partido hasta la esplendorosa final. El profesor César piensa con ese comentario que es necesario profundizar en el análisis de dicho Mundial.
II
−¿Qué mirá, bobo? ¡Anda pa´allá, bobo! –escupe airado un Messi desconocido, al final del partido contra Holanda en el Mundial de Qatar.
El suceso se vuelve viral: memes, stickers, tic toc´s, frases publicitarias, consignas de resistencia, emblemas humorísticos…
El profesor César Labastida escucha la imprecación de Messi, por primera vez y en tono argentino y burlón, en una de sus clases. La pronuncia uno de sus estudiantes más extrovertidos y el maestro Labastida la toma como un insulto. Cuando el docente estaba por reprender al alumno, los otros compañeros del grupo le aclaran el contexto en el que salió la conjura y le muestran los videos..
El profe César, entonces, se queda pensativo y conmina a la clase a reflexionar sobre el impacto de los medios de comunicación de masas y el futbol. Comienza una sesión crítica, profunda e interesante donde se cuestiona el papel manipulador, colonial, mercantil, explotador, enajenante y burdo, tanto de los medios de comunicación como del balompié. Maestro y alumnos esgrimen extraordinarios argumentos contrahegemónicos sobre el tema y Labastida queda satisfecho de la mejor clase de ese semestre.
Al final de la clase, el estudiante extrovertido se acerca al profesor, y antes de que le pueda expresar algo, César Labastida le reprocha:
−¿Qué mirá, bobo? ¡Anda pa´allá, bobo!
III
César Labastida comenta con una de sus compañeras de trabajo docente, sobre el curso que acaba de terminar.
−La verdad sentí raros a mis alumnos. No lejanos, sino en otra actitud. Como si estuvieran de público en un juego de beisbol: Interesados, pero relajados. Si te atendían, pero de buenas a primera se salían del salón, como lo hacen los fanáticos de la pelota caliente, que se levantan del asiento para comprar un hot dog, una cerveza o unos tacos de cochinita pibil, y regresaban como preguntando al compañero de al lado: “En mi ausencia, ¿Hubo hit?”
−Que te quejas, –contesta la profesora Elsa− en una de mis clases, los estudiantes comenzaron a salir por tamales y atole, todos y cada uno de ellos, sin pedir permiso y uno después de otro.
−¿Y eso? – interroga César.
−Yo creo que se quedaron acostumbrados a las clases en Zoom que usábamos en la pandemia. Sólo que en la clase no podían apagar la cámara de la computadora o celular y salir por el tamal, también sin permiso. Durante el Mundial, ya ni me preguntaron. En el horario de las 9 no se podía dar clase. O los estudiantes ya estaban organizados con una o varias pantallas (por aquello de los juegos simultáneos) o los grupos de al lado te lo impedían con porras y gritos.
El profe Labastida se queda observando a la maestra Elsa y piensa en responder: “¿Qué mirá, boba!”, pero se contiene con una sonrisa socarrona…
−Yo por eso ni me opuse a que se vieran los partidos ni a hablar del Mundial −contesta César, cubriéndose el rostro ruborizado.