Guillermo Del Toro, Tapatío, de ascendencia española; de esa España de Franco, de la Dictadura que sobrevino a la Guerra Civil Española en los años 30 y que duró hasta la muerte de “El caudillo”. Historia que selló en la piel de los españoles exiliados, de las familias destruidas, la tragedia de un país por casi medio siglo.
Del Toro en dos de sus mejores películas, “El espinazo del diablo” y “El laberinto del Fauno” retrató perfectamente a través de los ojos infantiles de sus personajes ese momento lleno de violencia en contra de quien no se reconocía de la ideología del poder. Esa bomba en medio del orfanato, o ese Capitán franquista lleno de violencia que perseguía a los republicanos españoles. Todo esto dentro de una fantasía, fuesen fantasmas o bien seres provenientes de un reino fantástico.
En Pinocho de Guillermo del Toro, escrita por el y Patrick McHale, basado en el cuento de Carlo Collodi, nos muestra esta fábula en un mundo diferente al que hemos estados acostumbrados a conocer al personaje, aún en la versión suavizada de la Casa del Ratón Miguelito, donde desde el hada que le da vida al muñeco de madera, hasta Pepe Grillo como lo conocimos por muchos años en México, se muestran en un entorno más favorecedor para contar la historia, más allá de niños embriagándose y convirtiéndose en burros o estar adentro de la ballena, Pinocho en esta versión se encuentra en Italia, en la guerra donde Mussolini busca imponer su régimen, desde el niño más niño que no ha perdido la inocencia, pero donde su padre busca que sea un soldado fiel al “Duce”. El mismo entorno infantil establecido por Del Toro en las dos películas inicialmente mencionadas. Nada es fácil y el status quo del momento nos quiere convencer de que todo debe ser así, libre de fantasías, todo en un orden perfecto, pero para Gepetto, Carlo y posteriormente Pinocho las cosas evolucionarán en un perfecto caos, oscuro y trascendental para cada uno.
Con una impecable animación producida por el mismo Del Toro, aliándose con The Jim Henson Company y animada con mucho talento mexicano, se utiliza la técnica de Stop Motion, donde el movimiento con ese detalle artesanal de figuras que se mueven atípicamente crean a cada uno de los personajes, Carlo el hijo de Gepetto, el mismo Sebastian J. Cricket caracterizado por Ewan McGregor y Gepetto, voz de David Bradley, nos hace olvidarnos en un momento dado que estamos viendo una animación y nos adentramos en la psicología e historia de los personajes.
Conocemos de fondo la muerte del hijo de Gepetto, que amargado se sumerge en su tristeza y duelo, entonces cuando aparece Cricket, que se adentra a vivir adentro de un pino, donde curiosamente se convertirá en Pinocho, y convertirá en su conciencia y corazón.
El arco narrativo se va por la regla y nuestro “héroe épico” transmuta de la inocencia de un recién nacido, aprendiendo palabras, sensaciones y emociones, a la definición de lo que quiere ser, “un niño bueno”, que cubra las expectativas de su papá, desciende al infierno de la guerra en un campo de entrenamiento para niños, y asciende en una playa, logrando convertirse en un niño de verdad y un niño bueno, lo que eso signifique, que más bien para la película significa que deja la película, debes ser lo que deseas o puedes ser, no lo que los demás esperan que seas. La imperfección del títere de madera, hecho en un arranque de furia y alcohol, nos muestra la misma imperfección del personaje. Quien va entendiendo en su entorno, tanto los valores como el amor, la amistad y fidelidad, como el horror de quienes lo rechazan o lo usan para su propio beneficio. O de quienes quieren manipularlo y convertirlo en una idea con límites demasiado marcados como lo es el fascismo.
La vida y la muerte (Tilda Swinton) hermanas, se conocen perfectamente, cada una da a nuestros personajes lo justo, no más. Quimeras que se presentan ante la realidad para ese toque de magia que la historia merece, pero sin dejar de representar la realidad que aparecerá pronto en la historia de Pinocho.
El diseño de producción es tan detallado en torno a la historia, los elementos de la animación que surgen en el trasfondo de la narrativa, escenarios, vestimenta, utilería, luces, y tonos, hasta las lágrimas, son conmovedores, divertidos y dramáticos. Nada está fuera de lugar.
Las voces de los personajes, Ewan Mc Gregor, David Bradley, Christopher Waltz, Ron Pearlman, Cate Blanchet (Excepcional y divertida como Spazzatura) Tilda Swinton, y el novato Gregory Mann, logran un matiz actoral en donde dejas de reconocer al actor, y encuentras la personalidad de cada uno, nada sobra, ni nada falta.
Guillermo del Toro ha encontrado en la animación de stop motion una nueva forma de expresión cinematográfica que ha modificado si no en su esencia, si en la lectura de una fábula que nos muestra un poco más del ser humano, su trascendencia, inquietudes y deseos ante los ojos de un niño, un padre y un mundo que sigue aún presente, sin querer mostrarnos con respuestas fantásticas su historia, sino con la realidad del estar vivo, envejecer y estar a la expectativa de que todo tiene un fin. Y este cuento no es la excepción.
