Al inicio del curso “Temas selectos de educación y sociedad en América Latina” el profesor Armando nos planteó una pregunta ¿qué pedagogx quieres ser tú?, personalmente al ser este mi último curso siendo estudiante de licenciatura, no he dejado de enlazar esa pregunta en mi proceso de aprendizaje para realizar mi reflexión y llegar a una respuesta.

Lo primero que hice es dejar de admirar con anhelo los sistemas educativos de otros países, de otros continentes, pues para buscar y proponer soluciones primero tenemos que visibilizar el contexto. Porque es cierto que nosotrxs no conformamos, ni somos parte de aquello que esta tan lejos, sino que somos parte de una América Latina, vendida por algunxs como aquella entidad despojada, por otrxs como la entidad revictimizada, pero al final somos parte de ella.

Cuando me identifico siendo latinoamericana, asumo mi responsabilidad tanto individual como en conjunto, es decir, tengo que visualizar mis acciones desde una perspectiva interna y externa, formar mi identidad tanto personal como colectiva. Pero para formar una identidad de la que esté orgullosa y sea funcional para el cambio que se anhela en nuestro país, primero tengo que reconocer aquellas problemáticas que tanto nos aquejan.

Tarea para la que Ñamerica de Martín Caparrós me ayudó bastante brindándome una nueva perspectiva de cómo mirar el mundo. Empezando por la analogía de los plátanos, explicar el sistema de explotación de materias primas y laboral que conlleva el capitalismo en el que estamos inmersos a través de una fruta, que en lo personal ni tan siquiera es de mis favoritas, fue un parteaguas. Representa una problemática arrolladora con el medio ambiente, la economía y la humanidad desde una visión que nos familiariza con las experiencias del día a día.

Así mismo, pude rescatar las principales cuestiones que impiden la transformación de nuestra sociedad que al autor menciona y con las que estoy de acuerdo, que son: la violencia, que si bien está presente en la mayoría de nuestros entornos, es preciso realizar un análisis del porque día a día sus niveles aumentan. Del machismo que presenta una opresión femenina, que asesina, violenta y desvaloriza nuestros sueños por la única razón de ser mujeres.

De la cultura, que necesita ser un agente de erradicación de los estigmas, un factor de unión a través de la horizontalidad de la diversidad y no hacer uso de su apropiación para conservar y reproducir una jerarquización. De la religión desde la perspectiva institucionalizada que utiliza la fe de las personas como medio de control. Y de la política, o mejor dicho del mal uso de la política por políticos que ponen sus intereses personales como prioridad, jugando con las necesidades de quien deberían escuchar.

Las cuestiones mencionadas anteriormente en conjunto con el análisis de las ideologías de Simón Rodríguez, José Martí y José Carlos Mariátegui, de quienes resalto un factor en común digno de admirar que responde a buscar la emancipación a través de una educación que reivindique los efectos de la segregación y de la opresión de sus pueblos, han fortalecido y aclarado tan anhelada respuesta.

La respuesta es que quiero ser la pedagoga que no reproduzca el sistema, que invite a sus alumnxs a no dar por hecho lo dicho sin cuestionarlo, que aliente la preocupación por transformar su entorno cuando este tenga mayor número de desfavorecidxs que de favorecidxs, que les enseñe el poder que tiene su voz para combatir la injusticia, a usar el dialogo como mediador y no la violencia, y sobre todo a exaltar su lado humano.

Estoy consciente que lograrlo es todo un proceso, pues se necesita restructurar todo un sistema que tenemos interiorizado, desaprender los conocimientos que se dieron por hecho que tanto nos preocupamos por memorizar e intercambiar nuestras rivalidades por la formación de hermandades. Pero a pesar de todo lo que conlleva me asumo a la responsabilidad de ser aquella pedagoga que va a deconstruir lo que no debieron enseñar.