No es fácil escribir después de lo que pasé estos días .
Precisamente, a partir de mi situación y la de miles producto de la quinta ola del Covid, es que uno se pregunta :¿cuál es la necesidad de seguir alargando el curso escolar y exponer a maestros, maestras y estudiantes? ¿Si ya están calificados en educación básica? Eso, quienes hemos dado clases en dicho nivel, sabemos que solo es una pantalla. Difícilmente van a aprender más cosas los chavos y las chavas en este alargamiento del ciclo escolar fuera de lugar por parte de las autoridades. Además, los maestros y maestras también requerimos descansar. El desgaste emocional es muy fuerte para quien trabaja con las ideas e intenta comunicar sentidos y construirlos desde los intereses, emociones y disposiciones de niños y jóvenes, regularmente distintos, por razón lógica . Encontrar ese espacio para posibilitar sentidos, aprendizajes y hacer comunidad escolar, por supuesto que es factible, se logra muchas veces (si no, ¿qué sentido tendría nuestra labor?), pero es complicado y llega a producir enfermedades nerviosas en las maestras y maestros.
Cuando se atiende un problema desde la lógica de la cantidad y no de la calidad o la pertinencia, el fracaso es seguro. Hay que ver cuánto tiempo tienen de vacaciones aquellos países que ganan en las mediciones internacionales de educación. Unos más otros menos, pero esa no es la variable determinante. Hay más.
Eso nos pondrá en la ruta de entender que son otras variables y no solo la cantidad de días lo que posibilita una mejor educación.
Las carencias en infraestructura escolar, los salarios del magisterio, la necesidad de buscar otros empleos para solventar los gastos personales y familiares, un sindicato que lejos de defender los derechos laborales de los maestros y maestras, es cómplice, siervo y equilibrio de poder con el gobierno; un escenario social descompuesto y tomado, en varias partes, por el crimen organizado, , la violencia intrafamilar, los medios de comunicación que transmiten una serie de valores arcaicos y que fomentan el pensamiento mágico, la indolencia, el culto a la violencia, la discriminación, y un largo y penoso etcétera.
Los países exitosos en educación tienen premisas y condiciones muy diferentes. De entrada, los maestros y maestras tienen buenos salarios, en ocasiones, de los más altos. Además, los impuestos que se pagan se corresponden con buenos servicios. Son países en los que la violencia y los crímenes son la excepción y no la regla. Hay autonomía para afiliarse o no a determinado sindicato. Las escuelas tienen buena infraestructura y acceso a Internet de calidad. Los programas educativos no se rigen por la extensión sino por la profundidad. Más no siempre es mejor. Disciplinas y contenidos básicos, pero no al ras, sino con más profundidad, vinculación y secuencia, contextos escolares enriquecidos, gestión horizontal de los procesos y necesidades de las escuelas.
Si queremos mejorar la educación, tendríamos que ajustarnos a acciones pertinentes y no regidas por la coyuntura política o los dictados de organismos internacionales.
. Si seguimos pensando que solo por estar más tiempo en la escuela (sobre todo a estas alturas y con estas condiciones: evaluados, con la quinta ola ) resuelve nuestras carencias educativas, seguiremos creyendo que un incendio en una torre se apaga con unas cuantas cubetas.
Al tiempo.
Posdata : ahí la llevo, es leve, aunque molesta.