Estamos finalizando un año dramático para la humanidad. Un simple virus ha sometido a todos los países del planeta sin ningún esfuerzo y en tiempo récord.
Pero no nos engañemos con algunos indicadores que podrían verse como positivos. La pandemia ha provocado la mayor caída de emisiones de CO2 a la atmósfera, lo que ninguna guerra, recesión u otra pandemia anterior ocasionó. Desde el espacio la Nasa detectó un descenso de los gases de efecto invernadero. La razón es simple: menos aviones surcaron los cielos, bajó considerablemente la circulación de vehículos por calles y carreteras, se consumió bastante menos energía. En muchos sitios las aguas se ven más cristalinas, y se hacen más visibles los animales silvestres.
Esta pandemia no tiene un lado positivo, debido a que estos indicadores son transitorios pero el sufrimiento humano, la destrucción de los trabajos, el deterioro de la economía y el impacto negativo en las relaciones afectivas seguramente se mantendrán en el tiempo.
Es cierto que de toda crisis debemos sacar enseñanzas y aprendizajes que nos posicionen mejor de cara al futuro.
Así como no sabemos hacia dónde nos conduce el vertiginoso desarrollo tecnológico que ha tomado el control de nuestras vidas a una velocidad vertiginosa e imparable, la inesperada irrupción del Sars-Cov-2 parece ser un llamado de atención para que no olvidemos nuestra esencia biológica, esa que condiciona nuestra existencia.
Aunque cuesta creer que todo lo que nos está ocurriendo sea ocasionado por un virus que hasta fines del 2019 vivía recluido en poblaciones de ciertos murciélagos chinos y en determinado momento “se le ocurrió” adquirir la capacidad de infestar al Homo sapiens, lo importante es que el problema es real y llegó para quedarse.
Debemos adaptarnos rápidamente a esta nueva realidad, aprendiendo todo lo posible de esta crisis planetaria, que tiene la singularidad de reunir e interaccionar todos los parámetros de la vida de las personas: salud, economía, trabajo, cultura, biología, ambiente, afectos, tecnología.
Quizás el mayor aprendizaje debería ser experimentar un “baño de humildad” que nos permita reenfocar nuestras prioridades con mayor inteligencia y sentido común.
A juzgar por los números actuales hemos sido derrotados por un organismo microscópico en tiempo record. Lo que confirma nuestra vulnerabilidad ante los cambios inesperados.
No cabe duda de que esta pandemia está dejando muchas enseñanzas. Nos va posicionando mucho mejor para enfrentar futuros desafíos en todas las áreas, pero apuntando a un común denominador: la importancia mayor de trabajar en equipo, de unir fuerzas, conocimientos y habilidades superando diferencias e intereses menores.
No se recuerda una crisis tan global como ésta. En lo inmediato se viene la etapa crítica de la inmunización de las personas.
El mundo deberá demostrar estar a la altura de las circunstancias y conseguir que la prioridad sanitaria subordine a los intereses comerciales. Pues esta pandemia se supera consiguiendo una vacunación masiva en el menor tiempo posible, y desde luego que sea independiente de las posibilidades económicas de las personas de pagar su costo.
Columna publicada en el diario El País de Montevideo el 9/12/2020